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El reto es lograr que la educación se convierta en un interés de Estado: Rolando Cordera

  • El académico afirmó que en las universidades más que un déficit de representación hay un déficit de participación, reflejo del “pasmoso déficit de participación de nuestra sociedad
  • Opinó que se debe reflexionar si existe algún mecanismo alternativo a los ya existentes para generar una participación mayor, pero sobre todo duradera

 

Rolando Cordera estuvo acompañado por Jaime Cervantes de Gortari, miembro de la Junta de Gobierno de la UV

 

David Sandoval Rodríguez

18/10/18, Xalapa, Ver.- Al Estado y a los gobernantes “no les interesa la educación pública, la soportan, la controlan, la manejan, la mantienen a distancia pero no les interesa”; entonces, el reto es lograr que se convierta en un interés de Estado, en un interés inscrito dentro de una visión institucional, aseveró Rolando Cordera Campos, investigador y profesor emérito de la de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

El académico participó en el coloquio “Gobernanza y participación universitaria”, organizado el miércoles 17 de octubre por la Junta de Gobierno (JG) de la Universidad Veracruzana (UV), en el marco del centenario de la reforma de Córdoba, Argentina, y la conmemoración de los 50 años del 2 de octubre de 1968.

En el auditorio de la Facultad de Arquitectura, Cordera Campos impartió la conferencia magistral “La importancia de la participación de la comunidad universitaria en las instituciones de educación superior (IES)”. En su disertación señaló que en la vida de las universidades, “más que un déficit de representación hay un déficit de participación, de no ser así la legitimidad se produciría de manera más genuina, se generaría a partir del trabajo colegiado en torno a objetivos más o menos definidos y en torno a procesos de revisión, evaluación y corrección, pero esto no lo hemos logrado”.

Las comunidades universitarias, de estudiantes y de profesores particularmente, “lo que hacen es expresar el pasmoso déficit de participación de nuestra sociedad”. Ello se hace evidente en los asuntos relacionados con el gobierno, el control y su posterior evaluación cuando se hace por la vía de la discusión y la votación.

Opinó que se debe reflexionar si existe algún mecanismo alternativo a los ya existentes para generar una participación mayor, pero sobre todo duradera.

Dijo además que “la vida colegiada no termina nunca; lo sabemos, pero la gente, en particular los estudiantes, se cansan, se aburren, no ven resultados prontos que estén a la altura de sus expectativas y viene un proceso de descalificación pasiva del propio orden colegiado”.

El académico subrayó que este punto debe estar en el centro de la preocupación de los universitarios, pero debe también inscribirse dentro del contexto al que pertenece: el contexto político general a nivel nacional, “que nos ha revelado un severo problema educativo al eliminar el civismo y tratar de compartimentar la historia, dejando de lado el inicio de la educación democrática de la sociedad, que en efecto, se inicia en el aula y en los niveles iniciales”.

Reconoció que sólo se ha resuelto de manera coyuntural el establecimiento de relaciones virtuosas entre calidad académica y participación democrática.

Cordera Campos manifestó que la participación, “la más activa y duradera que imaginemos, no nos resuelve el tema de la calidad en la educación y consecuentemente esto es una modalidad que deberíamos incorporar al discurso de la renovación universitaria”.

Un elemento similar entre el manifiesto que los estudiantes promulgaron en la Universidad de Córdoba en Argentina en 1918 y las demandas de los estudiantes mexicanos en 1968, es que no fueron movimientos universitarios “en el sentido gremial del término, sino movimientos de universitarios frente al poder público”.

En México tuvo como una de sus banderas la afirmación y defensa de la autonomía frente al gobierno y el Estado, así como la denuncia a la violación fragante a la Constitución.

Planteó que la reflexión debe orientarse en principio a establecer la existencia de diferentes tipos de participación, lo cual “obedece a diferentes momentos y no tiene por qué alarmarnos ni llamarnos a la denuncia: la relación inevitable entre la universidad pública y el Estado; es más, para no confundirnos habría que insistir en que la universidad pública forma parte del Estado”.

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