- Implementaron un proyecto desarrollado con académicos y estudiantes del Instituto de Investigaciones en Educación, que ganó Premio a la Investigación Interdisciplinaria 2019-2020 de la UV
- Ello derivó en un concurso infantil en el que hubo historias de ficción, escritas como diarios personales, repletas de consejos y propuestas concretas para la acción, destacó la académica Guadalupe Mendoza Zuany
David Sandoval Rodríguez
01/09/2020, Xalapa, Ver.- Los niños tienen ideas claras sobre cómo debemos cuidarnos, que la pandemia actual está relacionada con una crisis global y a través de la escritura demuestran su capacidad para aportar ideas y conocimientos, afirmó Rosa Guadalupe Mendoza Zuany, académica del Instituto de Investigaciones en Educación (IIE) de la Universidad Veracruzana (UV).
La investigadora, junto con el académico Juan Carlos Sandoval Rivera y cuatro estudiantes de posgrado del IIE: Paula Martínez Bautista, Melecio Pérez Mendoza, Itzel Cabrera García y María Concepción Patraca Rueda, implementan el proyecto “Hacia una nueva pertinencia y relevancia de la educación rural e indígena: aprendizaje situado para la sustentabilidad a partir de narrativas locales sobre preocupaciones, conocimientos y prácticas socio-ecológicas y su articulación al currículum nacional”, uno de los ganadores del Premio a la Investigación Interdisciplinaria 2019-2020 de la UV.
Su objetivo general es contribuir a la construcción de pertinencia y relevancia en la educación a través de la articulación de narrativas acerca de conocimientos y prácticas sobre el cuidado del entorno natural y social con los contenidos del currículum nacional de educación básica, para lograr un aprendizaje situado por medio de progresiones de aprendizaje generadas y usadas por los propios docentes a través de una metodología que es resultado de este proyecto.
“Hasta el momento hemos desarrollado un manual para docentes para el diseño e implementación de progresiones de aprendizaje que a partir de un historia sobre uno o varios temas que preocupan y ocupan a una comunidad, que conectan aprendizajes escolares con los conocimientos y prácticas locales; hemos desarrollado ocho progresiones de aprendizajes para acceso y uso de todos los docentes que así lo quieran con temas como género, agua, suelos, alimentación, milpa, etcétera, y hemos compartido esta propuesta con maestros de Veracruz y Yucatán”, detalló la académica.
“Partimos de la idea de que todos podemos contar historias que expresen nuestras preocupaciones de nuestra comunidad –entendida en un sentido amplio– y de nuestro entorno, y que también expresen nuestros conocimientos y prácticas para resistir, sobrevivir y transformar ese entorno hacia una vida sana y en el marco de relaciones armoniosas entre todos los seres vivos que lo habitan. Las historias son poderosas e inspiradoras para la acción.”
La escritura expresa incertidumbre y aprendizajes inesperados
En el actual contexto de pandemia, más que nunca es claro que la noción de educación no debe reducirse a lo escolar, recordó, “la educación ocurre en la escuela y fuera de ella; hoy en día ocurre en los hogares y los lugares donde los niños viven este confinamiento”.
En tales espacios aprenden y despliegan conocimientos y prácticas valiosas, a las que han llamado “aprendizajes inesperados: que no están definidos en los planes y programas, y que ocurren porque la coyuntura está colocándonos en una situación incierta, novedosa, extrema y que requiere nuevas capacidades para afrontar un mundo postcovid-19, como lo es el cuidado de nosotros mismos, de los demás y de nuestro entorno en crisis”.
Mendoza Zuany explicó que la escritura sobre lo que vivimos, sobre lo que sabemos, sobre cómo nos cuidamos, cómo cuidamos a los demás y cómo cuidamos este entorno inmediato “nos permite compartir nuestras visiones, propuestas y acciones con otras personas y así inspirar y contribuir a transformar”.
En el mismo sentido, recalcó que “la escritura de historias y narrativas nos permite expresar nuestra incertidumbre, pero también nuestras certezas, nuestras formas de cuidar, nuestra ruta para el cambio”.
Por esa razón, en el marco del proyecto consideraron incentivar la escritura de historias y narrativas entre niños de seis a 12 años sobre cómo cuidan su entorno, a las personas a su alrededor y a sí mismos, a través de un concurso que fue ampliamente difundido por redes sociales.
Como resultado del alcance de la convocatoria, niños de todo el país enviaron “historias de ficción, escritas como diarios personales, repletas de consejos y propuestas concretas para la acción, llenas de sabiduría de sus abuelos, expresando preocupaciones y daños en el entorno que han podido identificar a su corta edad, compartiendo conocimiento sobre plantas de que se han apropiado a través de las enseñanzas de personas que se han preocupado por transmitirlo”.
Se recibieron 42 historias de las cuales surgieron los ganadores en cuatro categorías que se premiaron el domingo 30 de agosto con mil pesos y un paquete de libros a los primeros lugares, paquetes de libros a segundos y terceros lugares, y un libro a cada mención honorífica, todo ello con recursos del premio obtenido de la UV.
Entre tales relatos, recordó, “recibimos una historia escrita en lengua náhuatl, lo cual nos llenó de esperanza de que la niñez escriba en sus lenguas maternas, además fue grandioso recibir noticias de madres de niños sobre la emoción que imprimieron en la escritura, o sobre un niño que empezó a escribir su historia y no podía parar de hacerlo”.
Los niños conocen, saben y pueden contar historias
Mendoza Zuany detalló que los niños participantes viven en contextos muy diversos y muestran la diversidad que hay en nuestro país, fueron niños que viven en zonas urbanas y rurales, y quienes se autoadscriben como indígenas y afromexicanos participaron también.
“Sus experiencias, sus acciones y sus propuestas para cuidar su entorno y sus comunidades son muy diversas y por lo tanto muy ricas y llenas de potencialidades”, apuntó.
Sus propuestas son situadas y derivan del conocimiento y de la comprensión de las problemáticas que aquejan a sus comunidades, ciudades, barrios, ríos, ecosistemas.
“Los niños escritores habitan la selva, el bosque, el desierto, la llanura y han aprendido sobre su entorno en contextos muy diversos y a través de experiencias cotidianas, pero también excepcionales en procesos organizativos y de lucha.”
Calificó como un aspecto sobresaliente de sus historias “la confirmación de que todos podemos contar historias, que todos somos sabedores y aprendemos sin importar nuestra edad”.
Algunas de las propuestas que describieron coinciden en resaltar la importancia de la organización comunitaria y la perseverancia para construir, cuidar y defender el entorno. Concretamente hablan de que las alianzas y los diálogos son esenciales para la reflexión y la organización para el cuidado; visualizan las consecuencias de no propiciar cambios para cuidar; dan ejemplos de acciones que con su familia realizan; dan cuenta de su conocimiento de la ley y de lo que no está permitido para ayudar a resolver los problemas medioambientales; muestran que a su corta edad han podido observar los cambios que se han suscitado en el entorno donde viven, y eso les ha permitido tener una clara conciencia de su responsabilidad.
Las narrativas realzan a la educación escolarizada, pero también los procesos de aprendizaje y descubrimiento fuera de la escuela.
De forma situada en sus contextos, dan cuenta de prácticas culturales, “como los juegos comunitarios que mantienen fuertes físicamente a las personas, unen a la comunidad porque no enfatizan la competencia sino la convivencia y la resistencia física; muestran lo mucho que han aprendido sobre cómo curarse con los elementos naturales en contextos sin acceso a servicios de salud; hablan de la importancia de comer sanamente para estar fuertes; reconocen la importancia de las semillas”, describió.
Igualmente presentan al planeta, a los animales y a las plantas como seres que sienten y que tienen derecho a ser cuidados y protegidos dándoles voz en las narraciones. “Nos comparten los consejos de los abuelos y su sabiduría; enfatizan la importancia de la gratitud y la conexión espiritual con el entorno y quienes lo protegen, dan cuenta de la creación de espacios de aprendizaje de cuidado del entorno en sus propias casas para compartirlos con otros niños”; en tal sentido, agregó que “muestran sensibilidad para apreciar que en la diversidad y la biodiversidad podemos y debemos respetar y valorar nuestras diferencias, convivir y cuidarnos unos a otros”.
Tienen claro que la pandemia no es un fenómeno aislado
La investigadora relató que algunos participantes escribieron sobre esta situación de pandemia en sus historias: “Es muy esperanzador apreciar en sus historias su apropiación de las indicaciones y recomendaciones para cuidarnos, mantenernos sanos y cuidar a todas las personas que nos rodean. Es también importante identificar una visión clara de la superación de la pandemia a través del cuidado y de la necesidad de reflexionar y actuar para transformar este mundo en crisis. Ésta es una gran lección para reemplazar el pesimismo y el fatalismo por la esperanza y la acción para instrumentar cambios relevantes en nuestra forma de relacionarnos con el planeta. Ellos tienen claro que la pandemia no es un fenómeno aislado de una crisis global”.
Lecciones de niños para los adultos
Mendoza Zuany manifestó que para el equipo del proyecto destacan tres elementos importantes que pudieron conocer a partir de la realización del concurso.
El primer elemento valioso es que los niños tienen ideas claras y contundentes de cómo debemos cuidarnos y actúan en consecuencia, son coherentes entre lo que piensan y lo que hacen.
“Saben que el cuidado es central para vivir, quizá porque temporalmente están más cerca de una etapa en la que fueron absolutamente dependientes de los adultos; el cuidado está presente en ellos como un asunto experiencial cercano y es absolutamente real y central, a través de su escritura y sus textos lo manifiestan. ¿En qué momento de nuestra vida dejamos de concebir al cuidado como algo vital?”, cuestionó la investigadora.
El segundo elemento valioso radica en que a través de las historias es posible mostrar “que estamos equivocados al concebir a los adultos como los únicos que pueden aportar ideas y propuestas concretas y fundamentadas para el cambio y la transformación de nuestra forma de habitar el planeta; sin duda, tenemos que escuchar a los niños”.
El tercer elemento valioso, concluyó, “es haber incentivado a la escritura como vía de expresión, de acción y de emoción en un momento tan crucial de nuestra existencia y que sin duda marcará nuestras vidas y las de futuras generaciones; la decisión y la acción de escribir y compartir sus historias colocó en el escenario de estos niños un proyecto que los emocionó y que los embarcó en el planteamiento de ideas y sueños en un formato libre de escritura que nos mostró las múltiples rutas que encuentran para comunicar lo que piensan, lo que han vivido y lo que sienten”.
Categorías: Principales