- Blandina Bernal Morales, del Instituto de Neuroetología de la UV, realiza estudios sobre estos trastornos mentales que afectan del dos al cinco por ciento de los niños
Claudia Peralta Vázquez
26/08/18, Xalapa, Ver.- La ansiedad y depresión son trastornos de las emociones cada vez más frecuentes en la edad infantil y juvenil, periodo crítico por tratarse de la consolidación de circuitos neuronales que pueden repercutir en la vida social y escolar de la población afectada.
Tales trastornos pueden estudiarse en modelos experimentales de la rata Wistar, por ser roedores vulnerables a los estresores éticamente aprobados por la ciencia y que farmacológicamente responden a tratamientos clínicamente aceptados.
Lo anterior parte de investigaciones realizadas por Blandina Bernal Morales, integrante del Laboratorio de Neurofarmacología del Instituto de Neuroetología de la Universidad Veracruzana (UV), quien trabaja sobre la línea de investigación “Estrés, afecto y desarrollo en modelos experimentales”; además forma parte del cuerpo académico (CA) Neuroetología.
La académica advirtió que diversos datos revelan que la ansiedad y depresión afectan entre el dos y el cinco por ciento de la población infantil y juvenil, y las cifras pueden ser mayores según el contexto de la población estudiada.
Aunada a diversos factores de riesgo, dicha situación puede originar suicidios en edades cada vez más tempranas, pues es posible que haya estresores (detonantes del estrés) en la vida de los infantes que lo llevan a idear o cometer suicidio en una etapa en la que deben disfrutar, jugar y socializar.
La especialista, Nivel 1 del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), destacó que son necesarios estudios que aporten conocimientos de la fisiología cerebral para el entendimiento de los trastornos del afecto.
En este sentido, habló del interés por explicar –desde el punto de vista de la función cerebral– qué pasa cuando el cerebro es manipulado a través de diversos estresores, neurotóxicos y otras sustancias para lograr que las alteraciones fisiológicas y conductuales en la infancia –símiles de ansiedad y depresión experimental– puedan tener un menor impacto en la edad adulta.
“Queremos entender y revertir esas situaciones que pueden ser provocadas por estresores o modificaciones neuroquímicas que los hacen más vulnerables a la ansiedad y depresión, pues se trata de daños en circuitos del cerebro que regulan las emociones.”
Cabe resaltar que a nivel general esa condición también es resultado del estrés físico o de lesiones químicas a través de sustancias neurotóxicas que pueden dañar algunos circuitos del cerebro que regulan las emociones.
Respecto a esta investigación, precisó que en el Laboratorio de Neurofarmacología se han estudiado ratas recién destetadas con el fin de modelar la ansiedad y depresión en niños, pues existe mucha literatura y metodología para su estudio en adultos, pero hay menos información sobre población infantil.
A raíz de estos estudios y publicación de artículos se ha podido demostrar que la rata Wistar infantil y juvenil es vulnerable a estresores y a desarrollar signos de desesperanza, que es una característica de la depresión humana igual a no tener ganas ni motivación de resolver problemas.
Explicó que esta condición se modela a través de una prueba llamada “nado forzado”, donde la rata lucha instintivamente por escapar y al no lograrlo presenta periodos de movilidad interpretados como desesperanza.
Así, ratas recién destetadas y estresadas con periodos breves de restricción de espacio, presentan mayores periodos de desesperanza comparadas con animales controles (aquellos cuyas condiciones no están alteradas).
Agregó que esto revela la sensibilidad del animal a tan corta edad y lo hace ideal para estudiarlo como modelo; por lo tanto, son etapas críticas en las que se debe cuidar a los niños y no exponerlos a eventos estresantes.
Los datos epidemiológicos revelan que padecer un evento adverso en edad infantil o juvenil incrementa la probabilidad de sufrir trastornos del afecto en la edad adulta si no se atiende de manera apropiada.
“Se ve que los niños pueden presentar cambios en su conducta, lo cual revela signos de ansiedad y depresión a una edad muy temprana cuando antes se pensaba que sólo les pasaba a los adultos.”
También hemos observado ansiedad experimental infantil, pero por la edad las manifestaciones de sujeto animal pueden ser ligeramente diferentes, ya que los equipos y dispositivos conductuales con los que cuentan generalmente se adquieren para la investigación en animales adultos, subrayó.
Bernal Morales aseguró que todos los estudios son controlados y validados con fármacos para ver si la conducta alterada y provocada en el laboratorio puede revertirse con la administración de tratamientos clínicamente eficaces y sustancias de prueba.
En el caso de la ansiedad, los fármacos que la disminuyen son los ansiolíticos, y así como existen dosis pediátricas en el ser humano también se tienen que ajustar a los animales infantiles. De tal forma que ha publicado que la dosis efectiva en la rata infantil es tan sólo la mitad de la requerida en animales adultos porque se trata de una etapa de desarrollo diferente, no sólo del peso.
Reiteró que la aportación de su línea de investigación es ampliar el conocimiento de la salud mental y emocional, el cual es escaso entre este sector en México. Lamentablemente con frecuencia estos trastornos son subdiagnosticados.
“Eso nos motiva a trabajar en modelos que son símiles del trastorno humano.”
En torno a este tema, la también catedrática de la Facultad de Química Farmacéutica Biológica (QFB) resaltó que las investigaciones referidas realizadas en el Instituto de Neuroetología se pueden consultar en sus tesis de posgrado, en los artículos publicados sobre la “Desesperanza en etapa infantil” (2009), “Respuestas apetitivas en bebés humanos” (2013) y “Modelo de ansiedad infantil” (2013- 2014).
Asimismo, en “Ácidos grasos y ansiedad en edad infantil (2016- 2017), “Estrés y susceptibilidad farmacológica en ansiedad experimental infantil” (2018), así como en diversos artículos de divulgación al respecto (2012, 2015 y 2017).
Todos han sido respaldados y financiados parcialmente por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Fondos y Cátedras Conacyt); Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, en colaboración con Carlos Contreras, investigador del Instituto de Neuroetología de la UV; Programa para el Desarrollo Profesional Docente (Prodep); CA Neuroetología, y colaboraciones intrainstitucionales de las cuales han surgido diversas tesis de posgrado.
Actualmente se genera otra investigación para analizar cómo un animal infantil desarrolla la desesperanza y la depresión endógena no provocada por un estímulo externo, sino cuando ocurren los cambios químicos cerebrales en edad cercana al nacimiento.
“Esos cambios químicos cerebrales semejan lo que pasaría con un individuo que nace con modificaciones genéticas o algunas deficiencias neuroquímicas y cerebrales que más adelante pueden desarrollar ansiedad y depresión.”
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