- El investigador comentó que en la actualidad conviven dos visiones en torno a la muerte: una cíclica (indígena) y otra lineal (religión católica)
Texto y fotos: Paola Cortés Pérez
12/05/2022, Xalapa, Ver.- En la actualidad conviven dos visiones en torno a la muerte: una de carácter cíclico (proveniente de los indígenas) y la otra lineal (como lo marca la religión católica), apuntó Jesús Bonilla Palmeros, investigador del Instituto de Antropología (IA) de la Universidad Veracruzana (UV), al participar en el Seminario “El lugar de los muertos: el Mictlán”.
En el evento académico impartió la conferencia magistral “La concepción de la muerte en el catecismo indocristiano del siglo XVI”, donde habló sobre los probables paralelismos que se observan en los códices indígenas y los catecismos que emplearon los religiosos para acercar el catolicismo a las comunidades indígenas.
El objetivo de la plática, mencionó, es tener una noción de la concepción de la muerte antes de la llegada de los españoles para detectar los cambios o continuidades que se muestran en los catecismos utilizados por los religiosos a lo largo de 300 años para instruir a los indígenas sobre la nueva religión impuesta.
“Para entender en su justa dimensión los conceptos en torno a la muerte, debemos tener presente que ésta se inserta dentro del proceso cíclico que se observa a nivel cósmico, de ahí la importancia de acercarse a una serie de representaciones del cosmos.”
Explicó que el hombre mesoamericano concebía la muerte como una prolongación de la existencia, así fue representada en los códices.
En el periodo que va del equinoccio de primavera al equinoccio de otoño se tienen condiciones climáticas excelentes para el desarrollo de la vida; mientras que a partir del equinoccio de otoño se tiene un periodo de secas, que se traduce como muerte. Se tiene la dicotomía vida-muerte a nivel anual.
“La muerte se inserta en este orden cíclico, al ser un momento que se repite como parte del equilibrio cósmico; entonces, no es un fin, es un momento que nos lleva a la renovación, nuevamente a la gestión de la vida.”
Mostró la imagen de un personaje amortajado que es devorado por el monstruo de la tierra (representa las fauces terrestres) para que llegue al interior de la misma, al Mictlán, y continúe su proceso dentro del orden cíclico de cambio, de transformación.
“La muerte dentro del orden cíclico es un momento que nos lleva a la gestación, a la renovación de la vida.”
Jesús Bonilla dijo que existen varias representaciones de dicho proceso cíclico, donde se observa el orden de estos dos momentos opuestos, pero que interactúan.
Un ejemplo se encuentra plasmado en una lámina del Códice Borgia: están el dios Ehécatl (una de las personificaciones de Quetzalcóatl) y Mictlantecuhtli. No pueden ser separados, tiene que darse la interacción entre vida y muerte para mantener el equilibrio cósmico.
“Estas sociedades consideraban que había una prolongación de su existencia después de la muerte, por lo tanto, el individuo seguiría realizando una serie de actividades en otro nivel, en otro espacio.”
Con la llegada de los españoles, los religiosos con apoyo de pintores indígenas (tlacuilos) elaboraron catecismos, con la misma estructura que tenían los códices, para hacer llegar con facilidad la nueva religión a las comunidades nativas.
Se tienen registrados más de 35 ejemplares de este tipo; varios de ellos incluyen textos en caracteres latinos, en español, en náhuatl o algún otro idioma indígena.
“Para elaborarlos debieron formar equipos de trabajo de religiosos y tlacuilos. Los primeros asesoraron y observaron que los indígenas no incluyeran alguna imagen que les recordara a sus antiguas idolatrías.”
Estos documentos, a diferencia de los códices indígenas, sobrevivieron porque estaban regulados por la propia iglesia, además se ajustaban a lo que la iglesia debía enseñar a los nuevos cristianos.
Nos muestran, indicó, las adecuaciones que hicieron los frailes y tlacuilos –acorde a la idiosincrasia de las sociedades indígenas– para hacer entendibles los mensajes de las oraciones, los sacramentos, los mandamientos, los misterios y todas las partes de la liturgia católica.
Un ejemplo: en el idioma indígena no hay una connotación al infierno, lo que hicieron los tlacuilos –inducidos por los frailes– fue volver a las fauces terrestres un espacio contaminante al dibujarlas con una trompa de cerdo, que en la tradición judeocristiana es un animal impuro; convirtiéndola en una manera de acercar a los nuevos cristianos al infierno.
Derivado de esta larga historia, en la actualidad conviven dos visiones en torno a la muerte: una de carácter cíclico (la indígena) y otra lineal (la católica).
“Cuando llevan a alguien a sepultar, todavía podemos escuchar a los ancianos decir: ya lo van a sembrar.”
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