- El investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México explicó que se distingue por su timbre, la composición organológica, el tipo de baile, las coreografías y los versos
Carlos Hugo Hermida Rosales
Fotos: Omar Portilla Palacios
13/03/2024, Xalapa, Ver.- “El son jarocho es un fenómeno sociocultural apuntalado por los medios de comunicación no comerciales, que aunque tuvo su declive en la década de 1950 resurgió con fuerza a partir de 1970”, mencionó Ricardo Pérez Montfort, académico del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) y de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El investigador presentó el libro Detrás de la Verde Arboleda. Un recuento de ensayos sobre la cultura jarocha durante los siglos XIX y XX: fandangos, sones y décimas, en el Centro de Estudios de la Cultura y la Comunicación (CECC) de la Universidad Veracruzana (UV), en el marco de los festejos por su 15 aniversario.
Pérez Montfort explicó que, aunque existen manifestaciones musicales parecidas al son jarocho en Cuba, Venezuela y Panamá, por nombrar algunos países, éste cuenta con características específicas que lo han vuelto popular en México y más allá de sus fronteras.
“Lo distingue su timbre, la composición organológica, el tipo de baile, las coreografías, además de los versos establecidos e improvisados”, puntualizó.
Destacó que en la región del sotavento incluso se recitan décimas “comprometidas” que critican situaciones políticas y económicas.
El experto compartió que el son jarocho se dio a conocer en México en las décadas de 1920 y 1930; apareció en el cine y la radio, como parte de una campaña nacional para identificar a las regiones del país por su música tradicional.
A mediados del siglo XX pasó al olvido pues se imponían estilos musicales de índole más comercial, pero a partir de 1970 inició su revitalización gracias a la organización de los soneros en torno a los festejos de la Virgen de la Candelaria en Tlacotalpan.
Posteriormente los encuentros de jaraneros se extendieron a lugares cercanos como Minatitlán y San Andrés Tuxtla, y después a la Ciudad de México e incluso urbes de Estados Unidos.
Pérez Montfort mencionó que el fandango –la máxima expresión del son jarocho– está conformado por diversos elementos que lo hacen único: ocurre en un espacio reducido alrededor de un tablado donde se juntan jaranas, requintos, panderos, marimboles y quijadas de burro, mientras las personas bailan y recitan versos.
Enunció que pese a no tener su origen en etnias indígenas, algunas de ellas como la nahua y la popoluca la incorporaron a sus propias dimensiones rituales.
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