- Formar especialistas ha dejado en el olvido la escritura y la lectura, lamentó la investigadora María Isabel Morales Sánchez
- Actualmente, el problema no es acceder a la información, sino saber gestionarla e interpretarla, dijo en entrevista con Universo
“Nuestros jóvenes universitarios tienen que ser personas capacitadas críticamente”
Karina de la Paz Reyes Díaz
06/06/18, Xalapa, Ver.- Para María Isabel Morales Sánchez, investigadora y profesora de la Universidad de Cádiz, España, la responsabilidad social de una institución de educación superior es inmensa, pues se trata de formar a las generaciones que en un futuro dirigirán naciones y marcarán el camino a seguir. No obstante, la tendencia de la especialización académica ha dejado de lado el fomento de la lectura y la escritura, pese al papel fundamental que tienen en cada persona.
La Coordinadora de la Red Internacional de Universidades Lectoras (RIUL), concedió una entrevista a Universo a propósito de su estancia en la Universidad Veracruzana (UV), con la cual colabora desde hace varios años como parte del Núcleo Académico Básico de la Especialización en Promoción de la Lectura, adscrita al Centro de Estudios de la Cultura y la Comunicación.
En este fin de ciclo escolar participó en el Seminario “La importancia de la literatura como base de la lectura y la cultura en la universidad”, entre otras actividades organizadas por dicho posgrado.
A manera de introducción, recordó que dos de las primeras universidades del país que fueron socias de la RIUL fue la Nacional Autónoma de México y la UV, y que a la fecha ambas instituciones forman parte de la Comisión Permanente del organismo.
Como parte de la colaboración, de seis años a la fecha la investigadora no sólo asiste eventualmente a esta casa de estudios, sino que funge como cotutora de estudiantes de la Especialización en Promoción de la Lectura, cuyos proyectos de intervención son afines con sus líneas de investigación. Además, recibe estudiantes del citado posgrado en la Universidad de Cádiz, para que desarrollen tareas concernientes a la movilidad estudiantil.
¿El trabajo colaborativo que ha desarrollado con la UV en qué le ha contribuido? ¿Es una “ventanita” más en su campo de estudio?
A mí me ha supuesto no una ventanita más. Desde el punto de vista personal, yo estaba convencida de que la lectura era algo que se había olvidado en la universidad. Entonces, en la Universidad de Cádiz me había empeñado en exigir, recuperar, crear una corriente de opinión que pusiera en evidencia que la lectura se había abandonado y se me cruzó en la vida la Universidad Veracruzana y su espléndido programa de lectura (Programa Universitario de Formación de Lectores).
No solamente corroboré la idea de que el fomento a la lectura era absolutamente prescindible, sino que además me confirmó que se podía hacer.
Gracias a la colaboración con la UV pude convencer a mis colegas de la Universidad de Cádiz de que esto es posible, de que hay un programa pionero, que tenemos una red que nos apoya (la Red Internacional de Universidades Lectoras) y lo que hemos hecho es montar un núcleo de profesorado que ahora sí, al cabo de cuatro o cinco años, está generando sinergia.
Muchos de los compañeros que ahora colaboran es porque se han contagiado de esa sinergia que nosotros comenzamos con la Veracruzana. Por eso, lo que se ha cruzado en mi camino es una puerta muy grande, porque me ha permitido arrastrar a gente al mundo de la promoción de la lectura en mi universidad.
Yo estoy absolutamente centrada en potenciar y recuperar la lectura en la universidad, porque, curiosamente, nosotros hemos promovido mucho la lectura en edades infantiles y juveniles; hacemos grandes lectores que cuando pasan por la universidad odian la lectura y dejan de leer. Algo provocamos en la universidad que hace que los que eran grandes lectores, de pronto ya no les interesa.
Soy del área de Teoría de la Literatura y el gran discurso cultural que permite conocer el mundo es precisamente ésta. Estoy convencida de que nosotros, de alguna manera, tenemos la culpa de haber convertido la literatura en algo obligatorio y haberle quitado la parte emocional en exceso.
Hay que intentar contagiar al profesorado para que volvamos a analizar la cultura de manera transversal y para que en nuestras clases de literatura haya otros discursos sobre pintura, escultura, historia y filosofía; y que en las clases de filosofía e historia, esté la literatura.
Creo que cuando el alumno capta que la literatura es algo que conecta con su día a día, con las cosas que pasan y con su cultura, ya no es algo obligatorio, sino algo que espontáneamente forma parte de su vida.
Además, yo imparto docencia en carreras filológicas —estoy haciendo profesionales de la lengua y la literatura— y tengo que convencerlos de que es una profesión muy difícil de soportar si verdaderamente no disfrutas la lengua y la literatura. A los alumnos de la especialidad vengo a hablarles de la literatura, pero también les hablo de arte, pintura y de música.
El campo del paisaje cultural es lo que te explica a ti mismo, a través de lo que eres, lo que piensas y lees. La lectura ahí es un elemento esencial. Pero yo diferencio dos cosas, en la formación general del alumno universitario eso debe ser algo natural, ellos tienen que apreciar que la lectura es un cómputo de discursos que se entrecruzan, pero cuando nos involucramos en hacer profesionales de promoción de la lectura éstos tienen que estar capacitados no solamente para generar empatía, sino para poder explicar qué es la literatura.
Es decir, tú no puedes generar empatía en lectura literaria, aumentar las emociones o generar un interés si no conoces el objeto que estás promocionando. Mi curso de Metodología de la Lectura en la Especialización insiste en que estamos formando a profesionales en el fomento de la lectura, por una razón muy sencilla: se tienen que distinguir de quienes no lo son.
Si hay algo que le ha hecho mucho daño a las humanidades es que los propios profesionales de esta área no le hemos dado importancia a lo que hacemos. De alguna manera, todo el mundo sabe que para hacer una carretera necesitamos a un ingeniero, pero parece ser que para enseñar a leer o para dedicarse a la cultura uno no debe tener una formación y cualquiera puede hacerlo.
La lectura tiene muchos niveles y la competencia lectora es algo que no se acaba nunca, porque hay discursos más sencillos y otros más complejos, hay autores más complicados y hay lecturas más complicadas; entonces, el lector siempre está aprendiendo. El promotor de lectura debe ir por delante, para lo cual necesita una formación especializada y que ese espacio no nos lo quiten.
Que el promotor de lectura se profesionalice y reclame un espacio de especialización, que diga “yo soy promotor”; porque es preciso formar a profesionales y hacerlo con parámetros no generales, sino específicos.
¿Por qué no se le ha dado un valor a las labores que desarrollan quienes egresan de licenciaturas humanísticas?
Es una tendencia que tiene que ver con la especialización. El siglo XX, académicamente hablando, ha tenido una cierta obsesión por los contenidos excesivamente especializados y se olvidó la transversalidad de éstos. El interés porque la gente sea muy especializada deja en un segundo plano la formación general. Y algo que se ha quedado ahí olvidado es la escritura y la lectura.
Todo el mundo dice que la escritura y la lectura es algo de humanidades ¿Y el médico, no necesita escritura y lectura? Él necesita comunicarse con el enfermo, empatizar y adquirir estrategias comunicativas porque tiene a una persona delante a la que es necesario decirle, por ejemplo, que padece un cáncer; o debe hacer por escrito un informe que otros entiendan.
Cualquier profesión tiene una parte donde la competencia del individuo en lectura y escritura es esencial, y más allá de lo profesional, lo que tiene que marcar a un universitario es su conexión con la cultura y que ésta sea parte de su vida.
Ese interés por especializar y determinar “los de letras por un lado, los de ciencias por otro, los de comunicación’” ¡es mentira! Los grandes personajes de la historia, un (Francesco) Petrarca o (Marco Tulio) Cicerón fueron intelectuales porque manejaron todo, sabían de todo y estaban en el centro de su mundo.
En la actualidad, tenemos una gran cantidad de conflictos que son absolutamente universales. He estado leyendo sobre la inmigración y la frontera, un problema que no atañe a México, yo soy del Sur de España, tenemos el Estrecho de Gibraltar y vivimos una verdadera masacre en el Mediterráneo. Eso nos afecta a todos y nuestros alumnos universitarios tienen que emprenderlo como un reto que tiene que ver con nuestra forma de pensar y de ser, con la cultura.
Emprender un movimiento o sinergia en ese sentido tiene que ver con tener una actitud crítica ante las cosas y ésa no es más que una lectura y posición ante lo que pasa.
¿De qué sirve en la vida el tener un pensamiento crítico?
Es algo que se adquiere cuando tú eres capaz de ponerte en la posición de los demás y tener una opinión desde esa posición. Eso se adquiere a través de la escritura y la lectura. La escritura es la que te muestra al mundo. La gente me conoce por lo que digo y escribo, y cuando leo conozco a la gente por lo que dice y escribe. Eso me permite valorar y tomar distancia de problemas que me atañen, y que quizá no son resolubles emocionalmente, sino que necesitan un razonamiento lógico y ése está en el pensamiento crítico.
Tengo que saber argumentar cuál es mi posición en el mundo y tengo que saber analizar críticamente lo que me están diciendo. Todo el problema que hay con las redes sociales viene derivado precisamente de que los jóvenes no saben discernir ni gestionar la información que les llega. Ellos se fían de todo.
En la actualidad el problema no es acceder a la información, es saber gestionar e interpretar esa información, y no fiarte de todo lo que te dicen. Los jóvenes tienen que saber discriminar entre informaciones fiables y no fiables. No estoy hablando de oportuna o inoportuna, buena o mala, no.
El problema de los bulos —engaños que se generan en la red de Internet y crean corrientes de opinión falsa— se basa en que la gente se cree la información que aparece desde cualquier punto de vista. Hay veces en que ellos confían más en lo que encuentran en la red, que en lo que puede decir el médico, eso es un problema.
Uno tiene que capacitar a la gente para que distinga informaciones o al menos dude y no se crea todo lo que lee. Cuando tú no tienes a ciudadanos críticos, lo que tienes son ciudadanos perfectamente maleables y volubles que puedes llevar a donde quieras, con lo cual la universidad tiene la responsabilidad social de crear a personas críticas, solventes.
Por ahí el interés, porque la lectura y la escritura son los mecanismos para desarrollar esas habilidades. La competencia lectora no es más que una competencia crítica. Criticar viene del verbo griegokrínein, que significa juzgar. Cuando yo critico no es esa acepción popular de hablar mal de alguien, sino poder ser capaz de emitir un juicio sobre algo, diferenciar o al menos poder elegir un camino fundamentándose en algo.
Nuestros jóvenes universitarios tienen que ser personas capacitadas críticamente, si no ¿Qué diferencia hay entre un universitario y alguien que no lo es? Además, son nuestros intelectuales, políticos, científicos, médicos, abogados, jueces del futuro; son los que pueden mover a un país y los que pueden cambiar las cosas.
La responsabilidad de la universidad es mucha. Si tú lanzas a la sociedad profesionales incompetentes, cuando ellos lleguen a los puestos de poder, serán incompetentes.
¿El fomentar la lectura en las universidades sólo atañe a las que son de países calificados como “tercermundistas”?
No. Lo de tercermundistas muchas veces es desde la óptica que se mire. Si tú te vas a Europa, los portugueses, españoles e italianos tenemos la misma sensación cuando los alemanes nos dicen que somos los países del sur. Para el Norte de Europa, Portugal, España e Italia son “esos países del sur” y no es así, lo que tenemos son grandes problemas económicos y de pobreza.
Pero ahora mismo hay movimientos ─como los migratorios─ que tienen la misma gravedad en las fronteras europeas y en México. Si nosotros no tenemos a jueces, políticos, científicos y gestores sociales competentes que aborden esos problemas, estamos hundidos.
Además, cuando tú generas esas sinergias en la universidad te das cuenta de que hay jóvenes valiosísimos, que tienen las cosas muy claras y que en su día participan en ONGs (Organizaciones No Gubernamentales), en proyectos solidarios y los estamos desaprovechando, porque les damos contenidos muy encorsetados y no dejamos que ese pensamiento crítico genere ideas.
Por otro lado, el mercado laboral te dice que tienes que ser “versátil”, “imaginativo”, “transversal”, y cuando terminas la carrera (universitaria) te preguntas “¿Quién me ha hablado de esto? Me están diciendo que tengo que saber un poco de todo, dar opinión sobre las cosas, ponerme en contacto con alguien que trabaja en Moscú y hacer un proyecto de colaboración internacional”. Eso se hace cuando las personas tienen herramientas y actitud de generar esa posición.
¿Hay autores de lengua española imprescindibles para un universitario que habla la misma lengua?
Yo siempre le digo a mis alumnos que no soy base de datos. Cuando me preguntan ‘¿Qué tengo que leer?’, les digo ‘lo que te dé la gana’. Pero siempre planteo que deben mirar, por curiosidad, por qué hay determinados autores que son universales.
Yo me plantearía por qué la gente me dice que Petrarca, (Miguel de) Cervantes son autores universales. O me plantearía por qué (Gabriel) García Márquez es una figura esencial para el siglo XX. Ya no es una cuestión de ‘qué me gusta o no leer’, sino de pensar por qué estos son autores de referencia y todo el mundo coincide en decir que han hecho algo importante; porque esos autores han aportado algo importante a la cultura de cada momento, con independencia de su ideología.
A veces, de alguna manera estamos limitándonos porque ideológicamente no leemos a determinados autores, cuando lo que estamos perdiendo de vista es que en el contexto que ellos escribieron las circunstancias eran muy distintas. Probablemente nosotros nunca pensemos como Cervantes, porque en su época tenía unas ideas muy determinadas, pero por algo tiene una importancia en la literatura, así como García Márquez, (Julio) Cortázar y otros.
Primero, invito a la gente a que lea lo que le dé la gana, pero que lea. Segundo, que busque, porque los textos no están conectados espontáneamente, están conectadosa una cultura.
Pongo a los jóvenes el ejemplo de Crepúsculo (de Stephenie Meyer), una serie de que es un boom y que ellos pasan como originales muchas de las pinceladas que se dan en la novela, cuando eso está en la tradición de las novelas vampíricas desde el siglo XVIII. Entonces, les digo ‘por qué no leen los relatos de vampiros de Alejandro Dumas, veréis cómo encontráis cosas que están en Crepúsculo’. Es decir, ya hay una influencia en ese texto de otros textos.
Yo les digo a mis alumnos que busquen siempre la tercera dimensión y no se quedan en la superficie del texto. Buscar con qué conecta ese texto, porque culturalmente tiene una explicación y eso te sitúa en tu mundo.
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