- La ahora egresada narra en entrevista cómo fue que logró esta meta
- Su tesis aborda sobre mujeres dedicadas al corte de café, propietarios de fincas y extrabajadores del desaparecido Inmecafé
- El corte de café se paga de manera variada, oscila entre 2.50 y tres pesos el kilogramo; es decir, si en una jornada cortan 10, recibirán 30 pesos
“¿Por qué en pleno siglo XXI, cuando las escuelas están centradas o tienen el objetivo de la igualdad, las cortadoras de café siguen con la doble jornada? Ellas trabajan y aportan un ingreso, mientras los hombres no tienen esa sensibilidad de también ayudar en los hogares, en las labores domésticas”
“Elegí investigar de 1980 al 2000 porque sabía que en esos años estaba el Instituto Mexicano del Café, una paraestatal que ayudaba muchísimo. Tenía sus fallas, pero los finqueros obtenían beneficios y había un buen rendimiento del cultivo”
Karina de la Paz Reyes Díaz
10/09/2020, Xalapa, Ver.- ¿Qué hay más allá de una taza de café?, se preguntó María Mercedes Gerónimo Salas la primera vez que lo bebió extraído directamente del grano, recién llegada a esta región desde su natal Jáltipan, para estudiar en la Universidad Veracruzana (UV).
De tal inquietud surgió su tesis de investigación para obtener el grado de Licenciada en Historia y el pasado 24 de agosto, a través de la plataforma Teams, se convirtió en una de las primeras estudiantes de la Facultad de Historia en titularse de manera virtual.
En entrevista para Universo compartió que, si bien sus padres sí cuestionaron su decisión de estudiar Historia, ésa no fue la dificultad; pese al escepticismo, la respetaron y apoyaron en lo posible, lo difícil fue el financiamiento de sus estudios y estancia en la capital veracruzana.
Mercedes es la tercera de cinco hijas. Sus padres, ante la falta de oportunidades laborales en Jáltipan, migraron a Ciudad Juárez; desde allá enviaban lo que les era posible a las tres hijas que cursaban su educación superior, una en el puerto de Veracruz y dos en Xalapa.
Dadas las circunstancias, ella se empleó desde el inicio de su carrera universitaria, primero con una señora que vendía comida a domicilio y después en una tienda de autoservicio. Estudió y trabajó paralelamente hasta que su hermana mayor terminó sus estudios y la apoyó –en términos económicos– para que se abocara únicamente a su tema de investigación.
Los vaivenes no borraron aquella inquietud que a Mercedes le afloró la primera vez que bebió propiamente la infusión originaria de África y consumida en prácticamente todo el mundo. De ahí el título de su tesis: “¿Qué hay más allá de una taza de café? La participación de las mujeres como factor económico, social y de género entre 1980-2000 en la zona Coatepec, Veracruz”, cuya dirección estuvo a cargo de la académica María del Rocío Ochoa García.
“Cuando llegué a Xalapa, probé por primera vez el café de grano y me gustó mucho. Investigué y me dijeron que estaba cerca la zona cafetalera de Coatepec y que era de los mejores del país. Por suerte, me invitaron a conocer y el sabor me llamó más la atención.”
Pero esa atención se canalizó en querer conocer cuál era la situación de las personas abocadas al corte de los frutos del cafeto. “Supuse que tenían muchas carencias e investigando me di cuenta de que había mujeres que eran cortadoras de café. Me centré en ellas, al verlas, porque yo sé –porque lo he visto con mi mamá– que además hacen todo lo del hogar: limpian, planchan, barren”.
¿Qué se enseña sobre los roles de género?
La situación también la llevó a preguntarse qué papel tienen las instituciones y sistemas educativos en el tema de los roles de género:
“¿Por qué en pleno siglo XXI, cuando las escuelas están centradas o tienen el objetivo de la igualdad, las cortadoras de café siguen con la doble jornada? Ellas trabajan y aportan un ingreso, mientras los hombres no tienen esa sensibilidad de también ayudar en los hogares, en las labores domésticas.”
Los testimonios de las 10 mujeres entrevistadas para su investigación le confirmaron la doble jornada de una cortadora de café, en la finca y en la casa. Uno de los que más le sorprendió es el de una de ellas que le expuso que su esposo, en casa, no se sirve ni un vaso de agua.
A la doble jornada le añadió que se trata de un oficio que no les permite tener seguridad social, mucho menos pensión o jubilación, cuando están en una edad adulta que ya les dificultará seguir en la también llamada “pizca”.
Un cuestionamiento más va en el sentido de plantear cuál es la enseñanza en el núcleo familiar, para que este tipo de roles cambien y tanto hombres como mujeres contribuyan en las labores de casa.
El problema, en pesos y centavos
El corte de café se paga de manera variada, oscila entre 2.50 y tres pesos el kilogramo (kg); es decir, si en una jornada cortan 10 kg, recibirán 30 pesos. Si bien, en épocas pasadas era posible lograr cosechas que les permitían reunir un salario “decoroso”, eso quedó en el olvido, pues la plaga de la roya ha disminuido la producción cafetalera.
“Elegí investigar de 1980 al 2000 porque sabía que en esos años estaba el Instituto Mexicano del Café (Inmecafé). Una paraestatal que ayudaba muchísimo, tenía sus fallas, pero los finqueros obtenían beneficios y había un buen rendimiento del cultivo.”
Por el contrario, actualmente hay muy poco rendimiento y en consecuencia hay poca cosecha. Mientras antes había meses de trabajo para el corte de la cereza, actualmente son máximo cinco semanas.
Ello también lo pudo constatar con los testimonios de los tres finqueros y dos personas que trabajaron en el Inmecafé.
Aclaró que la paraestatal cerró en 1989, aproximadamente, y ésa fue otras de las preguntas que buscó responder: ¿Qué pasó con las personas inmersas en esta actividad económica: personas propietarias de fincas y quienes se dedicaban al corte de la cosecha?
“Se necesita mucha inversión para los cambios en la educación, tanto en casa como en escuelas, en el sentido de que se tiene que contribuir en el hogar; en segundo lugar, están las jornadas laborales que padecen para llevar un poco de dinero a sus hogares; y que los cortadores son un eslabón importante para el comercio del café”, fueron parte de sus conclusiones.
“Esto es nada más el principio”, expresó gustosa Mercedes, luego de compartir parte de su trabajo recepcional y el propósito de continuar el camino de la investigación en un posgrado.
Mientras tanto, expuso con certeza a lo que le sabe una taza de café, luego de haber disipado algunas dudas sobre esta bebida: “Me sabe a mucho trabajo y esfuerzo, cuando me la tomo pienso en esas mujeres que se dedican al corte”. “Me hiere en el alma que aunque ellas no lo pueden gritar, su participación es importante tanto en lo histórico, social y cultural. Ellas aportan muchísimo”.
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