- Su obra le ha permitido participar en el Simposio Internacional Asincronía “Historia y arte contemporáneo” y en el Festival Internacional de Mural Inca
Karina de la Paz Reyes Díaz
14/12/2017, Xalapa, Ver.- La obra textil de Giovanna Itzel Ramírez Zenteno, estudiante de la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana (UV), fue seleccionada para la revisión presencial en el marco del Simposio Internacional Asincronía “Historia y arte contemporáneo”, en la categoría Medios Alternativos.
Los 10 portafolios artísticos seleccionados recibieron revisión presencial de destacados artistas, en el de la alumna de la UV le correspondió a Tania Candiani, hacedora de arte contemporáneo reconocido en todo el mundo.
Este ejercicio se desarrolló el 28 de noviembre en las instalaciones del Museo Internacional del Barroco, de Puebla, sede del simposio. De acuerdo con la entrevistada, en 2018 se realizará una exposición colectiva con obra de los 10 artistas seleccionados, cuyo lugar y fecha están por confirmar las instituciones convocantes, como la Secretaría de Turismo y Cultura del Estado de Puebla.
Giovanna Itzel es originaria de Puebla, pero sus raíces maternas son de la región mixteca; cuando ingresó a Artes Plásticas intentó expresarse a través de todas las disciplinas posibles (escultura, grabado, dibujo, pintura), pero fue con el textil que sintió una empatía.
“Yo siempre hice textil, pero no como algo formal. Eran chucherías o para entretenerme. Mi abuela desde que era niña me enseñó a bordar y creo que elaborar textil me vino por la nostalgia.”
Giovanna, cuyo nombre evoca al de su abuela materna Juana, compartió que ésta teje petate, pero nunca le ha querido enseñar; lo que sí le compartió fue el bordado de servilletas.
“Cuando era niña y tenía vacaciones o en fin de semana me iba con ella, pero no me quiso enseñar a hacer petate, me dijo ‘¡Qué vergüenza, tú eres una mujer estudiada y qué vas a estar haciendo eso!’. En cambio, me enseñó a bordar servilletas, que allá se acostumbran para las tortillas.”
Una vez que salió del seno familiar para estudiar la licenciatura en la UV, porque tenía muy buenas referencias de la Facultad de Artes Plásticas, experimentó nostalgia por el terruño y un sentimiento de reconsideración: “Fue cuando entendí la importancia del textil, del petate, de la lengua indígena y toda esa cosmogonía que estando ahí da vergüenza”.
A la nostalgia le acompañó una preocupación: cuando falte la abuela Juana morirá una generación no sólo de su familia sino de la región, la cual desde la década de los ochenta ha sufrido una migración notoria hacia Estados Unidos.
De paso, la universitaria lamentó que en el país no se aprecie al textil como un arte de alto rango, por el contrario.
Paralelo a sus reflexiones personales, utilizó el textil para manifestar su rechazo a la violencia que padece el país, y en el que las madres han adquirido un papel protagónico de protesta.
“El textil también empezó por esta cuestión de violencia y los desaparecidos del país. Porque hay un luto nacional, pero también maternal, porque las mamás son las que más sienten: es la madre buscando a sus hijos, clavando estacas en predios y percibiendo si huelen a podrido. Todo eso me dio mucha nostalgia.
”México es un país variado y católico, pero también súper machista e injusto donde se asesina a las personas de una manera increíble.”
De textil a textil
De manera paulatina, Giovanna se involucró con el textil y logró una propuesta que plasmó en su trabajo recepcional, mismo que contempla el sincretismo espiritual de América Latina.
Precisamente dos meses antes de que concluyera su trabajo recepcional, participó en una convocatoria para asistir al Festival Internacional de Mural Inca, con sede en Perú, del 1 al 7 de octubre.
En este caso, la aceptaron por su carta de motivos, pues aunque no es muralista uno de los objetivos del evento era compatible con sus intereses artísticos: el arte ancestral de las mujeres tejedoras de los pueblos Huilloc, Patacancha, Rumina, Sondormayor y Challwacocha.
La riqueza que destacó de esa experiencia fue la convivencia con alrededor de 40 artistas de 10 países de América Latina y Europa, pero sobre todo con las mujeres tejedoras de los pueblos citados.
“Todas las personas ahí hacen textil. Es increíble. Es su vida. Lo están haciendo diario, todo el tiempo. Sólo preparan de comer y regresan al textil, pasan horas y horas sentados frente a las prendas que elaboran”, comentó maravillada.
Algo que también le impactó fue el arraigo cultural de aquellas poblaciones a su idioma milenario, el quechua, a su vestimenta y tradiciones. “Dicen que no lo van a dejar y te lo dicen con orgullo, mientras acá sigue habiendo personas que tienen vergüenza por hablar una lengua indígena”.
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