- Adriana Gil, investigadora del INAH, señaló que uno de los picos más altos se registró en la segunda mitad del siglo XVIII, debido a la crisis en los campos
- Para la segunda mitad del siglo XIX, el 59% de las mujeres migrantes provenían del campo y rancherías del estado
Texto y Fotos: Paola Cortés Pérez
25/04/2024, Xalapa, Ver.- Adriana Gil Maroño, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Delegación Veracruz, comentó que siempre ha existido migración femenina, aunque uno de sus picos más altos se registró durante la segunda mitad del siglo XVIII, debido a la crisis en los campos novohispanos por los cambios climatológicos.
La especialista impartió la conferencia “Espacio, hábitat urbano y género en diferentes momentos de la historia de Veracruz”, organizada por la Maestría en Estudios de Espacio, Territorio y Paisaje (METP) y la experiencia educativa Espacio y Género, del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIH-S) de la Universidad Veracruzana (UV).
En las últimas tres décadas del siglo XVIII se vivió un clima inestable que ocasionó la pérdida de cosechas, así como la escasez de alimento y hambruna, propiciándose una migración hacia el puerto de Veracruz por el auge de la comercialización y el tráfico de mercancía, mencionó.
El puerto fue fundado para responder al incremento del comercio intercontinental que procedía de Europa, Las Antillas y El Caribe, de tal manera que se amplió y creció.
De acuerdo con el padrón o censo de finales del siglo XVIII, la ciudad porteña fue divida en cuatro partes, en las cuales se asentaron comerciantes, posaderos, gremios artesanales, vendedores de comida, mineros, sastres, carpinteros, albañiles, zapateros, músicos y una diversidad de oficios.
Para la segunda mitad del siglo XIX, según el padrón de 1864, el 59% de las mujeres migrantes provenían del campo y rancherías del estado, mientras que el 41% restante eran de diversas partes del país.
“Aunque para esta época el modelo ideal era que las mujeres estuvieran en sus casas, lo cierto es que en la práctica social no era posible, porque la mayoría de ellas tenía que trabajar: el 66% de las que llegaban a la ciudad porteña se desempeñaron como empleadas domésticas y lavanderas, y el resto fueron costureras, modistas, maestras y vendedoras de comida.”
¿Cómo se vivía en el puerto de Veracruz del siglo XVIII?
De acuerdo con el padrón de la segunda mitad del siglo XVIII, el puerto de Veracruz se dividió en cuatro áreas, donde convergían la vida doméstica, la laboral y la pública.
“La vida era pública y corporativa, no había limitaciones en la sociabilidad, había muchas festividades –públicas, políticas y religiosas– en las que participaban todos los estamentos sociales.”
En una parte de la ciudad vivían los comerciantes, generalmente en enormes casonas porque en ellas cohabitan esposa, hijos, nietos, suegros, hermanos, cuñados, cuñadas con sus respectivas familias, así como sus sirvientes y animales.
En otro punto se ubicaban los artesanos, sus unidades domésticas eran más pequeñas, no existía distinción entre el taller y el espacio doméstico, y los roles de género no estaban definidos como sucedió a partir del siglo XIX, esto permitió que las mujeres trabajarán a la par del varón.
También estaban los patios de vecindad, que eran grandes casas divididas en espacios para rentar. La población que vivía en ellas era diversa: matrimonios de españoles y de africanos, así como solteros; las divisiones eran demasiado ligeras, no existía la noción de vida privada e intimidad, especialmente en una ciudad en crecimiento.
Asimismo, hubo unidades domésticas conformadas sólo por mujeres que se agrupaban para vivir porque la mayoría eran viudas, pero en realidad fueron seducidas y abandonadas con hijos, lo cual era mal visto, de ahí que fueran llamadas viudas ficticias.
En el sur de la ciudad estaban los panaderos, carniceros, zapateros, sastres, peluqueros, músicos, labradores, albañiles, pescadores, aguaderos, talabarteros, entre otros.
“Se trata de sociedades corporativas en las que no existía la conciencia del yo, sino que se debían a la función de un grupo, atrás de la acción individual estaba la asociación a un grupo ya sea familiar (a través de alianzas matrimoniales y/o compadrazgos), laboral, político o eclesiástico.”
En tanto, en el siglo XIX la sociedad se volvió restringida a nivel familiar e individual, lo que contribuyó a la creación del concepto de pudor y a la conciencia del yo. Se consideró que el espacio doméstico –lo privado– era exclusivo para las mujeres, al considerarlas “el ángel del hogar”, mientras que lo público sólo era para los varones.
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