- Lizbeth Ortega, docente de la Facultad de Medicina, dijo que este tipo de estudios han permitido entenderlo y atender apropiadamente a los pacientes
- La vacunación no es factor predisponente para el desarrollo del trastorno del espectro autista
Texto y fotos: Paola Cortés Pérez
11/11/2024, Xalapa, Ver.- Los avances en neuroimagen han transformado el diagnóstico del trastorno del espectro autista (TEA), además de que han permitido entenderlo y atender apropiadamente a los pacientes, destacó Lizbeth Aída Ortega Pineda, profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad Veracruzana (UV).
En el marco de las VII Jornadas de Radiología “Radiación, salud y arte” realizadas en el aula magna de la Unidad Académica de Ciencias de la Salud, la académica ofreció la plática “Estudios de neuroimagen para el diagnóstico del trastorno del espectro de autista”.
El TEA no es una patología, sino un trastorno acompañado de comorbilidades que afectan la salud del paciente. Hasta ahora se conoce que puede ser heredable genéticamente, aunque existen factores de riesgo como: hipoxia neonatal, que los padres sean mayores de 50 años durante el embarazo, obesidad maternal, tener hermanos mayores con el trastorno, entre otros.
“La vacunación en general no es un factor predisponente para el desarrollo de TEA, tampoco la ruptura prematura de membranas ni el parto por cesárea.”
Algunas comorbilidades relacionadas con el trastorno son: epilepsia, depresión, ansiedad, trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH), síndrome del cromosoma X frágil, discapacidad intelectual, esclerosis tuberosa, infecciones respiratorias y del oído, alergias a alimentos, rinitis alérgica, trastornos digestivos, entre otras.
Lamentablemente, dijo, en México es diagnosticado de manera tardía, hasta los cinco años de edad. El proceso para identificarlo es hacer una historia clínica; caracterización de la sintomatología autista; evaluación del nivel de desarrollo; expresión y recepción de habilidades del lenguaje; evaluación física y sensorial (visual, auditiva y neurología), y evaluación conductual e información de factores socioambientales.
“No basta con el estudio del neurodesarrollo, con las neurociencias cognitivas y la identificación por parte de psicología; se necesitan estudios de neuroimagen, las cuales apoyan en comprender el diagnóstico del TEA para atender a los pacientes.”
Este tipo de estudio, indicó, permiten observar las diferencias cerebrales y neuronales. A partir del año 2000 empezaron a describirse algunos marcadores biológicos (modificaciones en el peso y tamaño de algunas estructuras e incluso en la conectividad, en el volumen del cerebelo, hipotálamo, entre otras), lo que significó que la neuroimagen puede ayudar a diagnosticar el TEA.
A pesar de existir estos avances, su implementación no necesariamente se lleva a cabo en la práctica clínica. El conocer el TEA y saber cómo intervenirlo puede ayudar a mejorar la vida de estos pacientes, así como aquellos que padecen déficit de atención, con síndrome de Down, esquizofrenia u otros trastornos.
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