- La ingesta selectiva es una conducta normal entre los dos y cinco años de edad, y se manifiesta al rechazar la comida
- La prevalencia es 70 por ciento más elevada en niños con diagnóstico de autismo
Claudia Peralta Vázquez
Varsovia Hernández Eslava, adscrita al Centro de Estudios e Investigaciones en Conocimiento y Aprendizaje Humano (CEICAH) de la Universidad Veracruzana (UV), trabaja en un proyecto a largo plazo denominado “Desarrollo de programas conductuales para la prevención, evaluación y tratamiento de la ingesta selectiva de comida en niños”, para facilitar el consumo de alimentos en este sector de la población.
Su estudio es continuación de una investigación que emprendió hace más de dos años en la Universidad de Florida, Estados Unidos, donde tuvo la oportunidad de realizar un postdoctorado, becada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
El año pasado respondió a la convocatoria de este mismo organismo, como parte del programa de Retenciones y Repatriaciones, que tiene el propósito de estimular la incorporación de investigadores y doctores mexicanos que se encuentran en centros dedicados a la investigación científica, en el país y en el extranjero.
Hernández, quien egresó de la licenciatura y posgrado en Psicología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), específicamente en el área de Análisis Experimental del Comportamiento, respondió en 2015 a la convocatoria del programa de Retenciones y Repatriaciones del Conacyt, que tiene el propósito de estimular la incorporación de investigadores y doctores mexicanos que se encuentran en centros dedicados a la investigación científica, en el país y en el extranjero. Gracias a ello, desde noviembre del año pasado se integró al CEICAH.
Respecto del tema que aborda en su investigación, explicó que la ingesta selectiva de comida es una etapa presente en el 17 por ciento de la población infantil, entre los dos y cinco años de edad, la cual deriva en el rechazo absoluto por determinados alimentos; sin embargo, el problema aumenta cuando esta actitud afecta diversos aspectos de la vida del infante, como su desarrollo físico e intelectual. Este fenómeno se presenta cuando un niño es melindroso y sólo quiere comer un cierto tipo de alimento y rechaza otros nuevos, precisó.
Agregó que la prevalencia es 70 por ciento más elevada en niños con diagnóstico de autismo. En este sector, por las mismas características de su perfil, tienen conductas estereotipadas, restringidas de habilidad social y comunicación, dijo.
No obstante, el comportamiento tanto de infantes con desarrollo típico y autismo es que lloran, gritan, avientan y escupen los alimentos, lo que representa un conflicto para las familias porque se encuentran bajo mucho estrés.
Destacó que el problema se agudiza cuando el rechazo es más elevado e influye en la evolución intelectual y física del infante; es decir, presentan atrasos en el aprendizaje, letargia, igual a sentirse somnolientos o adormilados, y bajan de peso.
En muchos casos también afecta la socialización, porque ante esta situación muchas familias ya no salen de sus casas para evitar este comportamiento que desencadena esta serie de conductas.
En este sentido, la investigadora explicó que su trabajo tiene dos propósitos fundamentales: revertir el problema a través de un estudio preventivo que informe cómo cambiar las conductas; y comparativo, a partir de la evaluación a niños con desarrollo típico y diagnóstico autista.
Compartió que está enfocado en elaborar métodos de evaluación y tratamiento, con el fin de disminuir conductas de llanto y berrinche, además de aumentar la variabilidad en la ingesta de los alimentos.
Por ejemplo, algunos niños rechazan todos los grupos de frutas y vegetales; otros tienen ingesta selectiva en el color de los alimentos, si es verde, rojo, amarillo, etcétera.
“Esas evaluaciones me van a decir de qué forma se les puede presentar los alimentos a cada niño, qué variables son manipulables en su contexto cotidiano para facilitar su ingesta.”
Al mismo tiempo, analizaría si existen diferencias entre ambos grupos, en la forma de comportamiento al momento de brindarles los alimentos.
“También tratamos de reproducir algunas cosas que ocurren cotidianamente en la interacción entre papás y niños, pero en una situación más controlada”, añadió.
Para ello, recibe el apoyo del Centro de Atención Múltiple (CAM), con sede en la Colonia Lagunilla de la ciudad de Xalapa, donde trabaja directamente con los alumnos.
“Si sabemos que en la población de niños autistas hay una incidencia alta, ¿por qué debemos esperar a que esto ocurra, cuando en un principio podemos brindarles herramientas conductuales?”, planteó.
Al hablar de su incorporación a esta casa de estudios, Varsovia Hernández resaltó que el hecho de pertenecer al claustro de la Universidad le llena de orgullo, ya que es una institución reconocida y con una larga trayectoria en el estudio de la ciencia de la conducta.
Respecto a su profesión, agregó que siempre llamó su atención identificar el orden en la conducta del ser humano.
“En el caso de los alimentos, es muy gratificante cuando trabajas con un pequeño y diseñas una evaluación para modificar su conducta, la aplicas, ves el cambio y cómo impacta en su vida, es algo que disfruto mucho.”
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