- Nelson Arteaga Botello, investigador de Flacso-México, dictó la conferencia “Violencia y jóvenes en México”
Claudia Peralta Vázquez
24/09/18, Xalapa, Ver.- Nelson Arteaga Botello, profesor e investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) México, subrayó que en contextos de alta criminalidad y violencia delictiva, las personas aprenden a negociar situaciones de peligro en ciertos espacios abiertos, habilidad a la cual se le denomina “código de la calle”.
Sin embargo, al ser considerados un sector vulnerable en contextos de inseguridad, se juzga pertinente que los jóvenes deben mantenerse dentro del hogar y fuera de las calles como estrategia de protección, opinó el Doctor en Sociología.
En su intervención como parte del Seminario Internacional “La inclusión social y la ciudadanía de las/ los jóvenes en entornos de violencia, vulnerabilidad y exclusión”, que se desarrolló del 19 al 21 de septiembre en el Auditorio “Gonzalo Aguirre Beltrán” del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIH-S) de la Universidad Veracruzana (UV), se refirió a un trabajo de investigación realizado de manera conjunta entre la Flacso-México y la Universidad Autónoma de Sinaloa.
En el marco de su conferencia “Violencia y jóvenes en México”, describió que el propósito de este estudio es tratar de entender cómo se construye cierto orden social en procesos de violencia y en contextos de inseguridad, y cómo es interpretado por los actores a partir de determinados códigos; es decir, cómo se construye este código en lugares donde la presencia del narcotráfico tiene una relevancia significativa.
El Coordinador de Posgrado de Investigación de Flacso, aseguró que el incremento de la inseguridad en México ha contribuido al cierre del espacio público y a la proliferación de zonas habitacionales cerradas, algunas de ellas vigiladas permanentemente, al igual que lugares dedicados al ocio. Esto da cuenta de la forma en que el espacio público se ha convertido para muchos en un lugar peligroso que debe evitarse en la medida de lo posible.
En este contexto, se considera prudente evitar espacios ajenos al hogar, salvo para realizar actividades laborales, escolares y comerciales.
Dicha situación termina por minar la confianza social en los espacios de interacción que se encuentran regulados por algún mecanismo de supervisión y control.
Arteaga Botello comentó que en los últimos 18 años, en algunos municipios del país se han establecido toques de queda para menores de edad: Tecate, Baja California; Ciudad Juárez, Chihuahua; Zongolica, Veracruz; Tlalnepantla, Estado de México; y Coahuila, Coahuila, entre otros.
“Sin embargo, habrá que cuestionarse en qué medida resguardarse o no en el hogar es una estrategia para proteger a este sector de su posible victimización.”
Con base en esto, comentó que la sociología criminal apuntó a partir de 1960 que la victimización de los jóvenes responde más a los estilos de vida, comportamientos rutinarios y desplazamientos construidos de cierta cotidianeidad.
Estudios de otros autores han establecido que en contextos de alta criminalidad y violencia delictiva, las personas aprenden a negociar situaciones de peligro en ciertos espacios abiertos.
Argumentó que el “código de la calle” es un conjunto de prescripciones, proscripciones o reglas informales de comportamiento organizado que permiten reconocer las situaciones que pudieran transformar a una persona en el objetivo de un acto criminal.
“Emerge de formas más claras cuando no hay presencia de la policía o ésta es prácticamente inexistente, lo que obliga a las personas a desplegar sus habilidades de reconocimiento del entorno para hacerse de las adecuadas garantías de seguridad y protección.”
Esta capacidad de comprender el código de la calle es una habilidad que se aprende en el día a día de la vida cotidiana, agregó.
El miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) Nivel 3, puntualizó que como toda habilidad, éste término no sólo es una experiencia individual sino colectiva, pues permite la construcción de relaciones sociales estables y de confianza, aún pese a la presencia de un claro contexto de incertidumbre.
“Las habilidades para decodificar el entorno implican la puesta en marcha de una serie de estrategias de convivencia, que se cristalizan en mecanismos de comunicación que transmiten códigos y símbolos específicos sobre cómo comportarse en una situación particular.”
Por tanto, el ambiente de inseguridad en un vecindario, calle o plaza, depende precisamente de la comprensión del código de la calle, lo cual explica por qué no todas personas y grupos sociales consideran un espacio determinado como inseguro o seguro.
La gente hace frente a los peligros a partir de fórmulas emocionales de comportamientos, las cuales se convierten en parte de su vida cotidiana y resultan en medios de protección frente al peligro, además son la sustancia básica de las interacciones cotidianas que normalmente no percibimos, acotó.
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