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Comida chatarra se apropió de la población rarámuri: investigador UAQ

  • Ernesto Granados Muñoz compartió investigación realizada en las comunidades tarahumaras Repechike y Mawarichi, en Chihuahua 
  • El investigador participó en el III Congreso Internacional Alimentación en México y América Latina, del que fue sede el Instituto de Antropología de la UV, del 2 al 4 de abril 

 

Ernesto Granados Muñoz compartió resultados de su investigación en dos comunidades rarámuris de la sierra tarahumara, en Chihuahua

 

José Luis Couttolenc Soto 

Fotos César Pisil Ramos 

07/04/2025, Xalapa, Ver.- Una comparación cultural y de alimentación de dos poblaciones de la sierra Tarahumara (Repechike y Mawarichi), en el estado de Chihuahua, demostró que el proceso migratorio repercute en la modificación de alimentos propiciando que la composición corporal de la niñez sea más alta en grasas. 

“La transición alimentaria, la comida chatarra, se ha apropiado de la población rarámuri”, enfatizó Ernesto Granados Muñoz, profesor investigador de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), quien compartió los resultados de su trabajo en el III Congreso Internacional Alimentación en México y América Latina “En búsqueda de alternativas saludables y sostenibles”, convocado por el Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana (UV). 

En la Unidad de Servicios Bibliográficos y de Información (USBI), el investigador adelantó que, para compartir saberes, comida y forma de vida de las comunidades tarahumaras, tuvo que obtener el permiso del siriame o gobernador del mismo pueblo. 

Explicó que los alimentos primarios, secundarios y periféricos que consumen las comunidades en estudio los producen en el entorno local, así como las demás variedades de sus alimentos, sin embargo, en los albergues que se tienen en la sierra tarahumara, a niñas y niños les proporcionan leche, azúcar, tortillas, frijoles, puré de tomate industrializado y arroz, sin tomar en cuenta su patrón cultural, además de que esa ingesta es insuficiente en vitaminas y minerales. 

Aunado a ello, en el estudio comparativo se observó que los rarámuris que migran a la ciudad de Chihuahua para realizar algún trabajo temporal cambian sus hábitos de alimentación. 

 

El investigador afirmó que la comida chatarra se apropió ya de las comunidades indígenas tarahumaras

 

Al retornar a su comunidad ya tienen otra composición corporal, principalmente en los niños, siendo ésta más alta en grasas como resultado de su variación en la dieta. 

“En la sierra tarahumara están los pueblos indígenas con sus corpus, praxis y cosmos; tienden a desarrollar formas de vida orientadas a una interrelación respetuosa y preocupada por la continuidad de sus ecosistemas, mediante prácticas productivas de caza, recolección y agropastoriles, siguiendo las enseñanzas de sus antepasados y los deseos de sus deidades”, expuso. 

Sin embargo, apuntó que existe un modelo extractivista y depredatorio basado en la racionalidad económica y comercial de los recursos naturales serranos como los forestales, maderables y no maderables, el agua, el paisaje, los minerales del subsuelo y la misma imagen de los indígenas como identidad cultural. 

En la sierra tarahumara el nixtamal ha sido la base para la preparación de la tortilla, alimento que se ha consumido desde el desayuno hasta la cena; en tanto, el atole, bebida elaborada a base de maíz molido y colado, reconocido entre la gente pobre y desvalida, se servía por la mañana o noche. 

 

Los alimentos primarios, secundarios y periféricos que consumen las comunidades tarahumaras los producen en el entorno local

 

Los recetarios de los tepehuanes (grupo indígena) incluyen variedades de quelites que se preparan cocidos y fritos con cebolla, ajo y otros ingredientes; las plantas de recolección y cultivos de milpa (maíz, frijol, calabaza) también se combinaban en su dieta, además de una gran cantidad de frutos y tubérculos. 

Tras mencionar que los alimentos servidos no toman en cuenta el patrón cultural de la alimentación de la población indígena de la sierra tarahumara, Granados Muñoz estimó que los alimentos se han generado socialmente con propósitos diferentes, desde cuestiones de estatus, género y pertenencia a un grupo; también la aplicación del poder incide e interviene en los cambios de hábitos de consumo alimentario de una sociedad, que en este caso corresponde a la rarámuri. 

Agregó que en la extensificación el consumo se está adaptando a situaciones de la vida cotidiana, incluso la ritual, el contacto con lo sagrado. 

“La historia culinaria tiene que ver con el éxito o fracaso de nuevas aplicaciones de poder en la esfera de la comida y la alimentación, pero no de formas fáciles de entender, ni bien estudiadas”, concluyó.