- Incentiva a físicos en formación e investigadores con trayectoria, aseguró el académico Miguel Ángel Cruz Becerra
José Agustín Castellanos Rodríguez
El descubrimiento de las ondas gravitacionales, detectado el 14 de septiembre de 2015 y anunciado oficialmente el 11 de febrero del año en curso por el proyecto The Laser Interferometer Gravitational-Wave Observatory (LIGO), cambia la forma de observación del Universo y es un incentivo para las áreas de investigación, afirmó Miguel Ángel Cruz Becerra, catedrático de la Facultad de Física de la Universidad Veracruzana (UV).
“La innovación confirma la teoría de la relatividad propuesta por Albert Einstein en 1916 y la existencia de agujeros negros, marcando el origen de un nuevo estudio de ondas gravitacionales en la observación de los eventos del espacio”, expresó.
Hace 100 años, Einstein habló de perturbaciones del espacio-tiempo que viajan a la velocidad de la luz: “Para él, la gravedad no es una fuerza atractiva entre objetos masivos, sino una consecuencia de la curvatura del espacio-tiempo. Todo objeto masivo curva el espacio-tiempo de su entorno y esto es lo que provoca que un objeto caiga hacia otro alterando su movimiento”, agregó.
Las ondas gravitacionales son perturbaciones que viajan a la velocidad de la luz, en el espacio, generadas por cuerpos masivos acelerados. Pueden identificarse como el similar de una onda electromagnética, pensando en la propagación de la electricidad en un campo determinado.
En términos coloquiales, “podemos pensar en ellas como las ondas que se propagan en un estanque de agua cuando lo perturbamos arrojando una piedra en él”, explicó.
Para el universitario, este descubrimiento representa un avance no sólo para la ciencia, sino para la humanidad: “Demostrar su existencia es importante pues nos ayudará a observar el Universo de manera distinta.”
Añadió que gran parte de la observación astronómica se ha hecho en el espectro visible de la radiación electromagnética que recibimos en la Tierra, es decir, mediante la luz que recibimos de estrellas y galaxias lejanas. Sin embargo, la posibilidad de detectar ondas gravitacionales ayudará a entender fenómenos tan importantes como el Big Bang, ya que éste fue una gran fuente de ondas gravitacionales.
Explicó que en este momento no se puede imaginar el alcance que las ondas gravitacionales tendrán en la vida cotidiana, de una manera similar a cuando se descubrieron las ondas electromagnéticas, actualmente usadas en las radiocomunicaciones, Internet y GPS.
Pero a nivel teórico, para gran parte de la comunidad enfocada en estos estudios el descubrimiento representa el trabajo de su vida: “Hay físicos que se dedican a buscar soluciones exactas en relatividad general que representen un agujero negro”, ejemplificó.
En la Facultad de Física de la UV, precisó, “la incorporación de este avance representa un beneficio para todos los que hacemos física teórica: muchas hipótesis cobran sentido bajo un sustento experimental”.
Asimismo, destacó que para poder hacer la detección de las ondas gravitacionales se impulsó la creación de tecnología a través del desarrollo de detectores muy sofisticados, lo cual puede ser un incentivo para quienes deseen enfocarse en este tipo de innovaciones.
“En la Facultad hay académicos que trabajan buscando soluciones a agujeros negros, por lo que su trabajo recobra fuerza después de la detección de las ondas. Asimismo, la implementación da cabida a más teorías como modificaciones de relatividad general. Es un impulso para todas estas áreas de investigación en las cuales estamos inmersos aquí en la academia.”
La detección de ondas gravitacionales inició a finales de los años sesenta, por Joseph Weber; en 1992 el proyecto LIGO, financiado por Estados Unidos, retomó las investigaciones, paralelamente a la formación del observatorio Virgo en Pisa, Italia, sumando los esfuerzos de Japón y Alemania para los mismos fines. Tras su clausura por mejoras, LIGO retomó la investigación hasta conseguir su propósito, el cual fue anunciado la segunda semana de febrero.
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