- Los trastornos de salud mental ya eran considerados como una problemática, pero la pandemia vino a recrudecerlos, expuso la Directora de Investigaciones Epidemiológicas y Psicosociales del Instituto Nacional de Psiquiatría
- Dentro del XIII Coloquio de Investigación “Reflexiones desde la psicología para la salud mental en tiempos de COVID-19”
Claudia Peralta Vázquez
Fotos: José Rujiro Hernández Temis
27/04/2022, Xalapa, Ver.- A pesar de que los trastornos mentales representan uno de los principales problemas de discapacidad en el mundo, la falta de inversión en los servicios de salud mental en México repercute actualmente en la pandemia y se traducirá en un alto costo social, económico y sanitario, expuso Shoshana Berenzon Gorn, directora de Investigaciones Epidemiológicas y Psicosociales del Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz”.
La especialista intervino este miércoles en el XIII Coloquio de Investigación “Reflexiones desde la psicología para la salud mental en tiempos de COVID-19”, realizado vía remota e inaugurado por Jorge Luis Arellanez Hernández, director del Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIP) de la Universidad Veracruzana (UV).
En su mensaje, el funcionario dijo que el propósito de este encuentro es generar acciones que contribuyan a mejorar el entorno social, y sumarse a los esfuerzos para hacer frente a la pandemia.
El evento, organizado por el IIP, el núcleo académico del Doctorado en Psicología –posgrado avalado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt)–, el Observatorio de Calidad de Vida y Salud Social, e integrantes de cuerpos académicos, se desarrolla del 27 al 29 de abril con la participación de estudiantes, académicos, profesionales en áreas de salud mental y público en general.
Berenzon Gorn dictó la conferencia “Los retos de la atención en salud mental a dos años de la pandemia”, en la que reflexionó en torno al aprendizaje que dejó la pandemia entre la población, lo que incentiva a estar preparados ante posibles y futuras contingencias, ya sean sanitarias, ambientales o desastres naturales.
Al referirse al impacto del confinamiento entre los diversos sectores sociales –desde niños, adolescentes, jóvenes, mujeres y adultos mayores– por el deterioro de su calidad de vida, subrayó que si de por sí los trastornos de salud mental ya eran considerados como una problemática, la pandemia vino a recrudecerlos.
En México, antes de la contingencia, la atención de la salud mental era limitada, situación que también se complicó pues hubo mayores problemas para acceder a los servicios de salud.
Dijo que del total del presupuesto que recibe el rubro de salud, sólo el dos por ciento se destina a la atención de trastornos mentales, y de esa cifra, el 80 por ciento se invierte en el mantenimiento de hospitales psiquiátricos.
Antes de la pandemia también se sabía que más del 30 por ciento de la población del país en un momento de su vida tendrá un problema de salud mental, y el 79 por ciento no recibe atención de manera oportuna. “Sólo dos de cada 10 personas con un problema de salud mental reciben una atención”.
Si bien no son una causa directa de mortalidad, las personas con un trastorno mental grave mueren entre 15 y 20 años más jóvenes que la población en general.
Aseguró que existen diversas estrategias de atención ya probadas, pero no se han puesto en práctica, cuando realmente el costo-beneficio sería importante.
Durante su ponencia, Shoshana Berenzon dio a conocer algunos datos de estudios efectuados en diferentes poblaciones y grupos de investigación, a iniciativa de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en conjunto con el Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz”.
Uno de los primeros estudios, realizados en línea, fue sobre los riesgos a la salud mental de estudiantes universitarios, quienes expresaron haber tenido un impacto importante ante situaciones de violencia, consumo de sustancias, síntomas de depresión, ansiedad garantizada y estrés agudo.
Destacó que afortunadamente no se observó un aumento en la incidencia de conducta suicida entre este sector; sin embargo, tienen más riesgo los universitarios que viven en zonas urbanas y en hogares donde un miembro de la familia había perdido el trabajo.
También, presentaron cambios de humor, enojo repentino, aparición de enfermedades, angustia, nervios, inseguridad y tensión.
Durante la cuarentena tampoco se registró aumento en el consumo de bebidas alcohólicas en población mayor de 18 años, a excepción de quienes ya padecían la enfermedad.
La depresión fue más evidente entre las mujeres, sobre todo entre los miembros del personal de salud, pues presentaron insomnio, depresión y estrés postraumático, sentimientos de culpa por no estar al pendiente de sus hijos, cargas emocionales, entre otros.
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