- En México hasta el día de hoy muchas personas se introducen en las cuevas de los cerros para realizar ofrendas y hacer peticiones de lluvias
Carlos Hugo Hermida Rosales
17/12/2020, Xalapa, Ver.– Expertos en arqueología dialogaron el 10 de diciembre sobre el carácter divino que los cerros y montañas han tenido a lo largo del tiempo en Mesoamérica y diversas regiones del mundo, dentro del 29 Webinario Internacional de Arqueología, organizado por la Universidad Veracruzana (UV) a través del cuerpo académico (CA) Arqueología de Paisaje y Cosmovisión.
El conversatorio “La sacralidad y el simbolismo de la montaña” contó con la participación de Roberto Lunagómez Reyes, curador del acervo Olmeca del Museo de Antropología de Xalapa; Ponciano Ortiz Ceballos, investigador del Instituto de Antropología, y Alberto Ortiz Brito, docente de la Universidad de Kentucky. Lourdes Budar Jiménez, directora de la Universidad Veracruzana Intercultural, fue la encargada de realizar la moderación.
Alberto Ortiz mencionó que el culto a los cerros y montañas estaba fuertemente arraigado en las comunidades nahuas que habitaron en la cuenca de México durante el periodo posclásico, y afirmó que estas creencias trascendieron la colonia y persisten en la actualidad. Algunas personas ascienden a montañas como el Iztaccíhuatl y el Popocatépetl, y se introducen en las cuevas que allí se encuentran para realizar ofrendas y hacer peticiones de lluvias.
Ponciano Ortiz relató que en algunas localidades como Zitlala –ubicada en el estado de Guerrero– los cerros, peñascos, cuevas, barrancas y pozos se consideran espacios sagrados, porque se cree que ahí residen los aires de los vientos de los cuatro rumbos.
Compartió que ahí se realizan ceremonias en la zona más alta del cerro de Cruzco, en donde se ubica una cueva en la que se sacrificaban niños hasta finales del siglo XIX.
Hasta el día de hoy los habitantes acuden a esa cueva para ofrendar flores y velas, y extraer lodo que mezclan con semillas, con el objetivo de atraer buena lluvia.
El investigador aseguró que los mexicas también mantuvieron el culto a la montaña y lo recrearon en el complejo arquitectónico del templo mayor.
En Teotihuacán también se rindió culto a los cerros sagrados, y que las pirámides del Sol y la Luna se levantaron sobre cuevas y manantiales.
Roberto Lunagómez declaró que el carácter divino de las montañas no sólo ocurrió en Mesoamérica, ya que es un fenómeno mundial que abarca todos los continentes.
Afirmó que, en lugares tan distantes como Nepal, Japón y la cordillera de los Andes, existen evidencias arqueológicas en torno a su sacralidad.
“La montaña es un elemento orográfico que forma parte de la concepción humana a través de múltiples generaciones hacia atrás”, enunció.
El curador enfatizó que la montaña, la cueva y el manantial son entidades que fueron sacralizadas, y que tienen una permanencia cultural que hoy en día se encuentra viva en diferentes lugares a lo largo de todo México.
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