- Documentó la evaluación de calidad en dos sedes de la UVI
Karina de la Paz Reyes Díaz
13/06/19, Xalapa, Ver.- Inés Olivera Rodríguez impartió la conferencia “Etnografía colaborativa de la evaluación de la calidad en dos sedes de la Universidad Veracruzana Intercultural: un (des)encuentro de políticas públicas”, a través de la cual dio cuenta de su trabajo de tesis del Doctorado en Antropología que realizó en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La investigación recibió mención honorífica y su director fue Gunther Dietz, responsable del cuerpo académico (CA) Estudios Interculturales, del Instituto de Investigaciones en Educación (IIE) de la Universidad Veracruzana (UV).
La conferencia se llevó a cabo el 7 de junio en el Salón Azul de la Unidad de Humanidades, moderada por la académica Shantal Meseguer Galván y transmitida a las sedes de la Universidad Veracruzana Intercultural (UVI) donde se desarrolló la investigación: Las Selvas y Grandes Montañas, ubicadas en los municipios de Mecayapan y Tequila, respectivamente.
Al término de su exposición, Inés Olivera señaló que esta investigación cambió su visión de la evaluación, pues cuando inició era muy radical; no obstante, las entrevistas realizadas le abrieron muchas posibilidades.
“Hoy digo que todos (los programas) se tienen que evaluar; la cosa es cómo y para qué. Pero eso también fue un cambio y aprendizaje en el proceso.”
Olivera Rodríguez inició su contacto con la UVI desde que cursó la Maestría en Antropología en la UNAM; en el caso de la tesis del doctorado, es una etnografía de los procesos de evaluación de la calidad seguidos en las sedes citadas, ambas realizadas por los Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación Superior (CIEES).
Uno de sus planteamientos es si la educación superior intercultural (ESI) es para construir una sociedad distinta o para encajar en la existente; otro más fue demostrar que la ESI es de calidad y bajo qué criterios. “No está en discusión el tema de la calidad ni la mirada misma al sistema educativo, a la universidad en general”, aclaró.
Su inquietud fue “cómo podrían evidenciarse los logros de un programa intercultural y, más importante aún, cómo demostrar el impacto positivo de los elementos diferenciales de la propuesta intercultural”.
Para ella, no se trataba sólo de problematizar la calidad de la evaluación, sino cómo enfrentarla sin caer en el convencionalismo.
Para ello, se dio a la tarea de desarrollar una etnografía colaborativa y multisituada, que contempló a la comunidad académica y funcionarios de la UVI, expertos y autoridades de la Coordinación General de Educación Intercultural y Bilingüe (CGEIB) de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y de los CIEES.
En sus palabras, «es posible identificar que la sede Las Selvas abordó la evaluación de una forma más operativa, más pragmática y en algunos casos más literal. Fue la primera sede en pasar por la evaluación y eso es un tema fundamental. No había una experiencia crítica anterior”.
De acuerdo con Inés Olivera, ese posicionamiento pragmático fue un cálculo estratégico que significó tomar la evaluación de manera más literal e hizo que en algunos casos no se colocaran las características diferentes y más difíciles de explicar.
En el caso de la sede Grandes Montañas, se abordó la evaluación más colectivamente, se generó una mayor discusión de la metodología y sus conceptos, incluso se adoptó una posición más crítica. “Pero también resulta interesante que a Las Selvas le fue mejor que a Grandes Montañas, en términos de la validez de la acreditación que se les dio”.
Para ella, los resultados reflejan que “al sistema realmente le interesa más o le es más sencillo leer, interpretar y valorizar una evaluación que sigue ‘a pie juntillas’ la respuesta del indicador, que una evaluación que trata de meter por ahí sus formas de trabajo, sus particularidades”.
De acuerdo con Inés Olivera, el objetivo de la universidad intercultural, más que producir personas que se empleen y sean asalariadas, tiene que ver con la formación humana de jóvenes indígenas, mestizos, inmigrantes urbanos, entre otros, como sujetos autónomos y colectivos.
En sus palabras, hay un desencuentro de las políticas de calidad e interculturalidad, y como ejemplo mencionó algunos indicadores, como el del número de artículos publicados en revistas indexadas por parte de los académicos, cuya contraparte en la UVI es la “gigantesca” demanda de trabajo y retribución comunitaria, la cual dejan poco o nulo tiempo para escribir en inglés y publicar en medios académicos y especializados.
Un caso más es la presencia de la lengua inglesa en las escuelas, en contraparte con el hecho de que buena parte de los estudiantes hablan dos o tres lenguas; otro es cuestionarse si realmente se necesita tener docentes que pertenecen al Sistema Nacional de Investigadores, que han realizado posgrados de excelencia o que siempre han vivido en las grandes urbes, o más bien profesores con experiencia en trabajo comunitario, que conocen la región y tienen los contactos que les permiten construir dinámicas de vinculación.
La investigadora remarcó que el instrumento actual para la evaluación es el principal foco de atención y contradicción para ambas políticas; asimismo, el que de alguna forma orille al programa educativo evaluado a dejar de lado elementos particulares, diluye éstos para avanzar hacia la convencionalización del proyecto.
No obstante, hizo hincapié en que antes que cambiar la evaluación es necesario tener claro qué les diferencia como propuesta educativa. “No se trata de hacerlo fácil y de reforzar una propuesta educativa que no aporte a los jóvenes que llegan a las universidades”. Es más, “lo urgente es un ejercicio nuestro, de fortalecer y construir esta propuesta”.
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