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Organizaciones y sus intereses, el mayor problema hacia la verdadera democracia

  • Sergio Tamayo Flores-Alatorre señaló la abundancia de movimientos, así como la inutilidad de sus esfuerzos
  • El gobierno peñanietista ha demostrado su eficiencia en la represión

 

Sergio Tamayo Flores-Alatorre

 

Jorge Vázquez Pacheco

 

31/10/2017, Xalapa, Ver.- Sergio Tamayo Flores-Alatorre, coordinador de la Red Mexicana de Estudios de los Movimientos Sociales, disertó sobre el “Panorama de la protesta y los movimientos sociales en México en la segunda década del siglo XXI” y mencionó que se trata de un tema complejo por la gran diversidad de movimientos y por los intereses propios de la mayor parte de las organizaciones involucradas.

En su conferencia presentada en el Primer Foro Regional del Golfo: “Acción colectiva y movimientos sociales” en la Unidad de Servicios Bibliotecarios y de Información (USBI) el 25 de octubre, el analista se refirió a las numerosas acciones sociales contra la violencia, contra el despojo de los recursos de la nación, a favor de la soberanía e identidad comunitaria, así como contra las reformas estructurales promulgadas por la actual administración federal, registradas todas en apenas los inicios del presente siglo.

Doctor en Filosofía por la Universidad de Texas en Austin, Maestro en Investigación y Docencia por la UNAM, Tamayo Flores-Alatorre indicó que a partir de 2012 el PRI abrió una nueva etapa de transición política en que ya nadie se atreve a hablar de transición a la democracia en una lógica razonable. Y añadió: “Se abre entonces una nueva forma de protesta, desde el #YoSoy132 hasta la movilización por los desaparecidos de Ayotzinapa”.

Los temas fueron desde el decaimiento del movimiento zapatista de Chiapas, colocado ya en una posición de evidente debilidad, hasta los actos de protesta del poeta Javier Sicilia o la forja de autodefensas regionales con el doctor José Mireles. El sistema ha mostrado su eficiencia para frenar y desarticular todo intento de renovación política, sobre todo a partir de las desastrosas administraciones federales encabezadas por el PAN.

En el mismo contexto, refirió el fuerte impacto regresivo de la clase trabajadora y los sectores populares en los primeros meses del gobierno peñanietista, a través de las reformas estructurales. “Es un impacto que ha sido neurálgico para el sistema. La respuesta social no ha sido la suficiente, requiere de la unidad de los actores y los sectores, aunque no se fusionen las ideologías. La unidad parece imposible con Morena y su liderazgo tan personalizado, o de un PRD que cada vez se institucionaliza y se fusiona al pacto gubernamental.”

Al comentar en torno de los sindicatos, refirió que defienden más su estabilidad que los intereses de los agremiados; las comunidades empeñadas en tratar de construir identidades étnicas no logran su objetivo, aunque el ejemplo de Cherán se establezca como un modelo exitoso.

“Para que un movimiento marque realmente la ruta para la transformación social, se requiere de la conciencia y movilización de miles de hombres y mujeres participantes –activistas y simpatizantes– que tomen las riendas del cambio”. Y de inmediato añadió que “el problema es la fragmentación de esos movimientos; generalmente surgen como entidades locales y parciales. Necesitan romper su propia camisa de fuerza para erigirse como posibilidad de opción para multitudes”.

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