- Estudiantes de la UV y la Intercultural desarrollaron un trabajo interdisciplinario en aquella región
- El resultado fueron vastos estudios científicos, pero también culturales y productos artísticos
Karina de la Paz Reyes Díaz
Xalapa, Ver., 28/08/2017.- Un grupo de estudiantes y docentes de la Universidad Veracruzana (UV) de áreas disciplinares históricamente separadas –el arte, la biología y la interculturalidad– caminaron juntos e intercambiaron saberes y conocimientos con abuelas y abuelos totonacos. Tomaron como bandera la expresión en la lengua materna de éstos takgalhchiwinamana, cuya traducción es “estamos dialogando”, para investigar sobre el uso y propiedades del añil, aguacate oloroso, mohuite y algodón, así como el lugar que estos elementos ocupan en la cosmovisión de esa cultura.
“Estamos dialogando con la ciencia, el arte, los estudiantes y la comunidad. Esta comunicación amplia y abierta ha involucrado a diversos actores sociales. Por una parte, a docentes de las facultades de Artes Plásticas y de Biología, de la Universidad Veracruzana Intercultural (UVI) sede Totonacapan, así como a los responsables del Centro de las Artes Indígenas (CAI) de El Tajín que salvaguarda el patrimonio cultural inmaterial del pueblo totonaca”, suscribieron los involucrados.
Tras esa nutrida experiencia, innovadora y educativa, los resultados fueron infografías, instalaciones artísticas, videos de animación y obras plásticas, a lo que se suma la experiencia de crecimiento compartido, de quehacer comunitario.
“Este ejercicio de vida y de creación acercó a maestros y estudiantes de disciplinas normalmente aisladas en un diálogo del cual todos salimos fortalecidos. El aprendizaje transdisciplinario rebasó, con mucho, a los universitarios e incluyó a los abuelos y a los responsables de las distintas casas del CAI, que transmitieron sus tradiciones y leyendas, así como su experiencia a quienes acudimos a ese rico diálogo”, se leyó en el texto de sala donde se expusieron los resultados.
La fuente de información fueron los abuelos y abuelas que resguardan el CAI de El Tajín. Respecto a éste, la UNESCO explica: “Se proyectó para responder a un deseo a largo plazo del pueblo totonaca, que aspiraba a crear una institución educativa destinada a transmitir sus enseñanzas, valores, arte y cultura, creando así condiciones propicias para que los creadores indígenas pudieran desarrollar sus capacidades artísticas.
“La estructura del CAI representa la de un asentamiento tradicional que comprende varias casas-escuelas. Cada una de ellas está especializada en una de las artes totonacas (cerámica, textiles, pintura, arte de la curación, danza tradicional, música, teatro y cocina) en las que se inician los aprendices.”
El proyecto universitario llevó por título BIOCULTURaRTE, se desarrolló en el ciclo escolar enero-junio, y fue coordinado por Cuauhtémoc Méndez López, Javier Petrilli Rincón y Guadalupe Buzo Flores, de la Facultad de Artes Plásticas; Armando Lozada García, de Biología, y Sara Itzel Arcos Barreiro de la UVI Totonacapan.
Los estudiantes de las facultades de Artes y Biología viajaron al Totonacapan en dos ocasiones para realizar prácticas de campo y propiciar una inmersión cultural (la primera fue del 1 al 4 de marzo y la segunda del 11 al 13 de mayo). Posteriormente continuaron su trabajo de manera virtual con sus compañeros de la UVI Totonacapan.
Los productos finales fueron presentados el 7 y 8 de junio en la Casa del Lago UV, bajo la modalidad de Exposición Artística y Foro Académico Estudiantil interdisciplinario, respectivamente. Éste consistió en detallar los trabajos integradores multidisciplinarios.
Cabe destacar que en breve las mejores infografías elaboradas por estudiantes de las licenciaturas en Diseño de la Comunicación Visual y en Artes Visuales serán publicadas en National Geographic.
Dejar el Internet y trabajar con las personas
Luis Antonio Dolores Caballero, estudiante de Diseño de la Comunicación Visual, habló de la aportación que su disciplina tuvo en el proyecto intitulado “El añil a través de la mirada totonaca”: “La parte artística consistió en reunir toda la información y recabar experiencias. Fue muy diferente a investigar en Internet. Investigamos, hicimos trabajo de campo, como algunas entrevistas, y con base en eso se sintetizó la información en un diseño y se determinó el formato”.
Este equipo de universitarios determinó que su producto artístico fuera más interactivo, por ello se diseñó una infografía, autoría del entrevistado, así como un mural, cuyo título es Spupokgo (Azul), creado por cinco estudiantes, también de la Facultad de Artes Plásticas. Ambas creaciones hablan un poco de la extracción del tinte.
Pero más allá del trabajo académico y artístico, Luis Antonio puso énfasis en su encuentro con el añil: “Fue una maravilla. Es arte natural. Desde antes se venía trabajando de manera sumamente natural y son cosas tan sencillas. Uno puede pensar ‘cómo se le saca color a una planta’, y es muy sencillo, realmente”.
Para él, esta experiencia académica le sirvió para tener un panorama sobre cómo trabajar en la difusión cultural a través del diseño. “En la parte del arte y la comunicación es muy importante la versatilidad para asociarte con personas, trabajar en equipo y desarrollar un tema del cual en ocasiones no sabes nada. Me enriqueció mucho. Todo esto lo desconocía”.
El espíritu integrador
Edgar Manuel Bovio Zenteno, de la Facultad de Biología, participó en el proyecto “Panamák. Tejiendo identidades” y explicó: “La aportación de nuestra disciplina fue básicamente hacer todo el estudio científico de las plantas del algodón, pues en la cultura totonaca cultivan tres variedades –blanco, verde y café”.
El interés de los estudiantes de Biología era saber qué confería el color, lo cual se tradujo en la experimentación de los metabolitos secundarios, pruebas fitoquímicas y otras más determinadas por científicos consultados.
“Queríamos saber cómo es la concentración de cada sustancia que les confiere el color, el olor o por qué tienen tal o cual textura. Otra parte importante era determinar si era tóxico o no, pues los abuelos totonacos nos dijeron que lo utilizaban para curar una enfermedad en los bebés llamada algodoncillo, propiciada por un hongo llamado científicamente Candida albicans. Queríamos saber si el algodón generaba un efecto sobre el hongo y lo mataba. Para eso hicimos pruebas de toxicidad”, explicó entusiasmado.
Lo que resultó de tal investigación es que el algodón no es tóxico, por lo cual es necesario hacer más investigaciones sobre el tema, dijo el universitario.
Para él este tema es importante porque habla de la implementación de la salud pública mediante remedios caseros y naturales. En la parte molecular, lo es por la preservación de las especies, para procurar un acervo genético, porque los transgénicos y las modificaciones en los genes se están volviendo algo común, en detrimento de la naturaleza de las plantas. “Tal es el caso del maíz”.
Edgar Manuel Bovio destacó el hecho de que este tipo de proyectos tengan un espíritu integrador, que implique un contacto directo con la cultura de los pueblos originarios y el arte, sobre todo “nos acercó más al quehacer de nuestras disciplinas en la vida cotidiana”.
El aguacate oloroso, justificación para viajar
Jorge Andrés Celedonio Arenas, estudiante de Artes Visuales, manifestó su interés en continuar su participación en proyectos interdisciplinarios. En esta ocasión trabajó en el equipo que estudió el uso tradicional del aguacate oloroso.
“El producto final fue un libro objeto que contiene la información resumida de qué sucede y qué realizan en cada una de las casas del CAI. El aguacate fue sólo la justificación para viajar a través de las casas, es la planta que se presenta en la mayoría de éstas. En la de cocina, sanación, pintura”.
Jorge Emilio Pérez Cortez, de la UVI Totonacapan, subrayó que su aportación en este tema versó en investigar sobre la cosmovisión totonaca, a través de entrevistas a las personas que trabajan en el CAI; para ello visitaron las 16 casas-escuela que existen.
“Desde la carrera que estoy estudiando creo que fue muy bueno, porque aprendí a relacionarme con personas que tienen diferentes formas de ver el mundo. Además, conocí más de estos temas, porque fue un acercamiento profundo que me permitió saber de cosas que no conocía.”
Por ejemplo, citó que el aguacate oloroso tiene varios usos: es condimento para los alimentos tradicionales; para sahumar a las personas cuando les hacen limpias espirituales; para curar diferentes padecimientos, como el dolor de estómago. Además, dijo que los médicos tradicionales también preparan jarabes y cápsulas mezcladas con otras plantas.
Julio César García Valadez, de Biología, abundó que ellos estudiaron el aguacate oloroso, cuya importancia versa también en que se trata de una variedad criolla. “Preservar su variedad genética es muy importante, pues sólo se da en esa región. Es única de la zona de Papantla”.
Ellos como biólogos desarrollaron pruebas moleculares para saber de la pureza de esta variedad de aguacate y a partir de ahí desarrollar una justificación para preservarla.
“En un principio fue algo difícil, ya que la visión de las tres disciplinas es totalmente distinta y de acuerdo a mi formación académica trato de ver las cosas con mucho razonamiento. Pero este proyecto fue muy interesante y enriquecedor, porque no había tenido la oportunidad de viajar a Papantla y tener ese contacto directo con los abuelos totonacos y su forma de ver la vida. Ellos están en contacto directo con la naturaleza y me parece muy bonito.”
Julio César añadió que acercarse a la forma de pensar de los totonacos le enriqueció cultural y académicamente, pues puso en práctica lo aprendido en clase: “Aprendimos las diferentes metodologías como la extracción, hacer muestras con el extracto como la actividad antimicrobiana y de esta manera demostrar que es medicinal”.
Indispensable, pedir permiso al señor y señora del monte
Ailyn Velandia Hernández, de Artes Visuales e integrante del equipo que desarrolló el tema “El misterio del mohuite”, habló sobre la sorpresa que les generó conocer los rituales que acostumbran hacer los totonacos en el proceso de extracción de los tintes.
“Nosotros sólo usamos el material, pero nunca hemos tomado el papel de agradecerle que nos permita expresar algo. Eso, principalmente a mí, me dejó marcada.”
Su compañera de equipo y de Facultad, Mariana Barrientos Rodríguez, admitió que desconocía que del mohuite se extraían tintes de varios tonos. “Se me hizo interesante saber que una planta te puede dar tantos colores, como el verde, el morado, el azul”.
Angélica Rivera Ramírez, de Biología, habló de la aportación de su disciplina, una vez que se documentaron sobre la planta. Entre sus intenciones estuvo el determinar si era tóxica o no y de dónde salía el colorante.
“Fue un trabajo muy diferente. Estamos acostumbrados a salir y trabajar en campo, pero nunca convivimos con otras disciplinas. Fue una gran experiencia. Muy buena, también muy cansada, pero enriquecedora.”
Rafael Betancourt Cruz, de la Licenciatura en Gestión Intercultural para el Desarrollo de la UVI Totonacapan, describió que el mohuite es una planta que crece en forma de arbusto y en los pueblos totonacos es muy preciada, pues no sólo proporciona tintes, también es medicinal.
“Se ocupa para sacar pintura, como medicina, para barrer los malos espíritus. Es muy mística. El té sirve para problemas del corazón, por ejemplo.”
Para Rafael, el papel que jugaron ellos, como estudiantes de la UVI, fue el de conectar dos formas de ver la vida. “Al principio fue un choque, porque los de la Facultad de Artes querían plasmar colores y los de Biología estaban interesados en la extracción del ADN. Yo les dije ‘espérense, esto va más allá, tenemos que pedir permiso a la planta, hablarle, también a Kiwi Kolog y Kiwi Xhanat (señor y señora del monte)”.
Destacó que este trabajo le dejó claro que cuando se trabaja de manera interdisciplinaria es necesario tener mucha paciencia y tolerancia. “Como todo equipo tuvimos roces, pero logramos un buen resultado”.
Como parte de esta propuesta académica también se trabajó sobre la lengua totonaca y la vainilla, entre otros temas. Al respecto, los estudiantes de la UVI Totonacapan participaron activamente en la traducción de algunas leyendas, palabras e ideas para fortalecer en ambos sentidos los resultados de las tres disciplinas, así como su propio aprendizaje de vida y de conocimientos.
De igual forma, se trabajó un stop motion y dos videos como resumen del producto sobre los temas el palo volador –historia y rito–, narración-animación de las leyendas, así como mitos de la región y animales sagrados.
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