- Se basa en procesos ecológicos, en la biodiversidad, sin el uso de insumos con efectos adversos, señaló Ramón Jarquín Gálvez, profesor investigador de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí
- Dictó ponencia dentro del Ciclo de Seminarios Científicos y de Docencia del Posgrado en Ecología y Biotecnología Aplicada UV
Claudia Peralta Vázquez
12/10/2021, Xalapa, Ver.- Ramón Jarquín Gálvez, profesor investigador de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), señaló que la producción orgánica de base agroecológica es un sistema agropecuario que mantiene y mejora la salud de los agroecosistemas y las personas, al dictar la ponencia “Agroecología, certificación orgánica participativa y mercados locales ante la pandemia por Covid-19”.
El coordinador del programa educativo (PE) Ingeniería en Agroecología, de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la UASLP, participó el viernes 8 de octubre en el Ciclo de Seminarios Científicos y de Docencia del Posgrado en Ecología y Biotecnología Aplicada, del Instituto de Investigación en Biotecnología y Ecología Aplicada (Inbioteca) de la Universidad Veracruzana (UV).
En la charla, dirigida a la comunidad universitaria y transmitida por Teams, el especialista en agroecología y manejo de plagas se enfocó en los procesos ecológicos, la biodiversidad y los ciclos adaptados a las condiciones locales, sin el uso de insumos con efectos adversos.
Habló sobre la complejidad que la humanidad enfrenta debido al SARS-CoV-2, lo que ha permitido reflexionar con respecto a la alimentación, pues la Covid-19 suele agudizarse por causa de las comorbilidades relacionadas con un problema de mala alimentación.
Por tanto, es latente la necesidad de un cambio de hábitos y solución de problemas culturales y sociales para protegernos y contribuir en la solución del problema.
Dijo que el reduccionismo es una forma de pensamiento que nos ha invadido durante tanto tiempo e implica resolver los problemas complejos desde una forma muy simple.
Por ejemplo, en la agricultura esta ideología impactó en la producción de alimentos y en la aplicación de paquetes tecnológicos basados en variedades mejoradas que requerían forzosamente del uso de sustancias tóxicas, plaguicidas, fertilizantes, contaminantes genéticos o xenobióticos que atentaban contra la vida.
“Pensamos que esta búsqueda reduccionista de solucionar los problemas a corto plazo era la mejor forma de atender el problema de la alimentación”; es decir, de manera reduccionista se creía que el hambre se combatía simplemente incrementando los rendimientos sin preocuparse por el futuro, porque en ese entonces la resiliencia del planeta era suficiente, agregó.
Ahora, la realidad ha demostrado que la solución no está en el incremento de la producción, dado que el 40 por ciento de los alimentos se desperdician. Esa forma no ha resuelto el problema del hambre, “ni la vacuna mágica tampoco ha eliminado al SARS-CoV-2”.
A partir de la teoría general de sistemas, surgida en el ámbito de la Ingeniería, poco a poco se ha entendido la forma de aproximarse a la comprensión de la complejidad. “Esto implica hacer una reeducación de nuestra forma de pensamiento hacia un enfoque más sistémico, considerando las relaciones causa-efecto, el largo plazo y el efecto a las generaciones futuras”.
Hoy en día, el modelo reduccionista es decadente y retrógrada, por lo cual los retos actuales se basan en el establecimiento de un respeto hacia los límites marcados por la naturaleza, y en una alimentación más sana y equitativa.
En este contexto, la agricultura orgánica combina tradición, innovación y ciencia para favorecer al medio ambiente y promover relaciones justas y una buena calidad de vida para todos los que participan en ella.
“En agroecología no hay recetas ni paquetes tecnológicos, hay experiencias que se comparten y pueden ayudarnos a entender la complejidad que tengamos.”
Asimismo, plantea el uso múltiple del territorio, pero no el monocultivo, no sólo para producir los alimentos, sino para buscar nuevos beneficios, incluido lo espiritual.
La agroecología se entiende como una ciencia holística, sistémica, práctica y con compromiso social. “No es agronomía pintada de verde ni pensamiento reduccionista, es algo más avanzado y que poco ha sido entendido”.
Ramón Jarquín planteó que el conocimiento local es imprescindible para entender las relaciones existentes entre esos espacios naturales. La agroecología es un diálogo de saberes, resaltó, por eso acepta la incertidumbre como una realidad, pues la ciencia no es suficiente para resolver la complejidad de la vida.
“Es el rescate del conocimiento original en donde tomamos del conocimiento básico parte de esa forma de entendimiento desde una perspectiva ética.”
Indicó que un ingeniero agroecológico desarrolla un sistema productivo similar a la naturaleza, y por eso necesita el conocimiento original, para ello emplea algunas herramientas técnicas como: reciclaje de nutrientes-energía, sustitución de insumos externos, mejoramiento de la materia orgánica para fortalecer la capacidad productiva del suelo, diversificar las especies en lugar de simplificarlas, y en el uso de recursos genéticos locales que tengan las capacidades de desarrollarse sin problemas fitosanitarios.
También, en la integración de actividades pecuarias, sistemas agroforestales y optimización en su totalidad de ese espacio.
El académico, quien es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, subrayó que este planteamiento ya empieza a ser retomado por las políticas públicas y por primera vez aparece en un programa nacional. Esto hace pensar que tiene probabilidades, pero falta que la sociedad se empodere de ello, dijo.
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