Percepciones y experiencias de la niñez y adolescencia trabajadora en comunidades rurales y espacios urbanos
Arturo Narváez Aguilera
María Luisa García Gutiérrez
Resumen
El presente artículo es resultado de la experiencia y debates generados en el “Seminario Perspectivas Interdisciplinarias sobre la Niñez y sus Derechos”, impulsado en la Facultad de Sociología de la Universidad Veracruzana. El tema central, está sustentado en los resultados de las investigaciones intituladas “Inserción Laboral Infantil en la Producción Agrícola Campesina de la Localidad de San Lorenzo Tepetlán, Veracruz” y “Las interacciones de los niños y adolescentes trabajadores en las calles: un análisis de los mecanismos de control, estrategias de resistencia y empoderamiento en la Zona Metropolitana de Xalapa, 1990-2014”[1].
Para el texto que se presenta, decidimos hacer un análisis comparado sobre el trabajo infantil en comunidad rural y en el espacio urbano, centrando la perspectiva en la pluralidad de subjetividades a partir de la recuperación de las voces infantiles, sustentado en investigaciones de corte empírico con orientaciones teóricas.
Palabras clave: Trabajo infantil, Niñez, Subjetividades, Experiencias, Percepciones, Derechos.
Abstract
This article is the result of the experience and debates generated in the “Interdisciplinary Perspectives Seminar on Children and Their Rights”, promoted at the Faculty of Sociology of the Veracruzana Univeracruzana. The central theme is based on the results of the investigations entitled “Child Labor Insertion in the Rural Agricultural Production of the Locality of San Lorenzo Tepetlan, Veracruz” and “The interactions of children and adolescent workers on the streets: an analysis of the control mechanisms, resistance strategies and empowerment in the Xalapa Metropolitan Area, 1990-2014”. For the text that is presented, we decided to make a comparative analysis of child labor in rural communities and in urban spaces, focusing on the perspective of the plurality of subjectivities from the recovery of children’s voices, supported by empirical research with theoretical orientations.
Keywords: Child labor, Childhood, Subjectivities, Experiencies, Perceptions.
Introducción
Nuestra convergencia, es una posición crítica al enfoque de erradicación del trabajo infantil, impulsado por los organismos internacionales de derechos humanos como la Organización Internacional del Trabajo (en adelante OIT) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia en México (UNICEF). A contrapelo, nos ubicamos en las experiencias y prácticas sociales desde la cultura campesina y la cultura callejera, que permiten trascender la centralidad del análisis en la actividad económica y en el discurso moral de la protección de derechos desde los principios de universalidad y homogeneidad de la niñez y de la adolescencia en México.
Pensar desde la cultura campesina y la cultura callejera, implica colocar el enfoque en las experiencias de supervivencia y la percepción social de la niñez y adolescencia en contextos diferenciados. Como categorías nos permiten aproximarnos a las formas de organización, a las identidades, a los roles de género y a los significados del trabajo infantil para los sujetos sociales en su vida cotidiana.
En el primer apartado, se presentan los resultados de la investigación denominada “Inserción Laboral Infantil en la Producción Agrícola Campesina de la Localidad de San Lorenzo Tepetlán, Veracruz”, que presenta las percepciones sociales de la niñez trabajadora en la cultura campesina (Faladory, 1986) sobre el trabajo infantil. Para realizar y cumplir los objetivos propios de la investigación, fue necesario hacer uso de técnicas y metodologías investigativas que permitieran y generaran ambientes de confianza, participación y sinceridad de veintiocho niñas y niños de entre 7 y 12 años, 2 jóvenes de 14 y 17 años y un grupo de 7 adultos trabajadores. La manera en que se realizaron estas actividades fue a través de la investigación cualitativa (Taylor y Bogdan, 1986), utilizando técnicas de observación, conversacionales y de orden dialéctico: entrevistas, grupos de discusión, historias de vida de tipo estructural, ideográfico y subjetivo. En efecto, el modelo crítico racional fue aplicado con el propósito de interpretar el trabajo infantil separando los hechos de juicio de valor de los hechos reales que se presentarían. Las técnicas utilizadas fueron observación no participante, entrevistas estructuradas, talleres y grupos de acción participativa.
Posteriormente, se abordan los resultados de la investigación “Las interacciones de los niños y adolescentes trabajadores en las calles: un análisis de los mecanismos de control, estrategias de resistencia y empoderamiento en la Zona Metropolitana de Xalapa, 1990-2014”, como una aproximación sociológica a las experiencias de supervivencia de la niñez y adolescencia trabajadora en contextos urbanos. Para ello, el estudio se fundamenta en una perspectiva crítica hacia el trabajo infantil desde el enfoque abolicionista y coloca las interacciones de la niñez trabajadora con diversos actores e instituciones desde la teoría de las relaciones de poder (Foucault, 2008), que expresan las formas de regulación y control del trabajo infantil desde diversos dispositivos, que son desbordados por la acumulación de experiencias de los sujetos infantiles que condensa la cultura callejera. Las perspectivas epistemológicas de la investigación se basaron en los fundamentos de la sociología de las infancias (Gaitán, 2006; Rodríguez, 2000; Pavez, 2012) y el enfoque orientado en el sujeto (Liebel, 2003). La investigación fue de corte cualitativo, basada en la generación de información en recorridos exploratorios sobre la composición de las calles y cruceros con observación participante y no participante, entrevistas no estructuradas para los informantes clave, entrevistas a profundidad, cronología de acontecimientos con base en el Registro Hemerográfico de Actores (1993-2012) y grupos de reflexión. El perfil de los grupos con los que se trabajó, fueron veinte niñas, niños y adolescentes en un rango de edad entre 6-17 años, en contextos de trabajo en calle (vendedores ambulantes y limpiaparabrisas). Para la reconstrucción de la composición de la población trabajadora en calle, se delimitaron cinco zonas de referencia de la Zona Metropolitana de Xalapa (Lázaro Cárdenas, Circuito Presidentes, Murillo Vidal, Centro, 20 de noviembre y Ruiz Cortines) con un total de 38 cruceros e identificando a una población de 187 personas que trabajan en calle, con un 55% de población entre 6 y 17 años de edad.
Situación, participación y voces de niños y niñas en el trabajo agrícola campesino de comunidades rurales
Existen diversos enfoques y percepciones sobre el trabajo infantil en comunidades rurales. En algunos casos, relacionado como una actividad que explota el desarrollo psicológico, físico y social y los derechos de los niños y las niñas trabajadoras; en este sentido, se muestran otras visiones y percepciones con respecto a esta actividad.
San Lorenzo es una de las comunidades pertenecientes al municipio de Tepetlán, en la cual la población se encuentra en un contexto comunitario campesino. Se caracteriza por enfrentar problemáticas de trabajo, educación y acceso a la cultura. Tomando en cuenta la información recabada en la fecha en que se realizó la investigación citada anteriormente como documento recepcional, en ese momento la comunidad contaba con un número de población de 363 habitantes[2]. La gran mayoría de los individuos que viven en ella se dedican especialmente a las labores del campo y a la producción de ganado bovino, caprino y porcino. Entre los cultivos más importantes de Tepetlán y en que los niños y niñas participan, destaca la caña de azúcar, café, maíz, chile, erizo, frijol, pepino y calabaza.
Como resultado de las participaciones de las niñas y los niños trabajadores, uno de los factores más importantes de trabajo infantil en la comunidad es la división sexual del trabajo; en efecto, niños y niñas de estas comunidades desde edades tempranas forman parte de las actividades agropecuarias y del hogar, ya sea en el sector agrícola, ganadero, pecuario o doméstico. Estas prácticas son parte de las costumbres laborales en comunidades rurales como parte de la cultura de la economía agrícola campesina con la finalidad de generar el sustento familiar de todos los integrantes.
En uno de los talleres realizados con los grupos, una niña hacía hincapié en que ésta situación se presenta con frecuencia en su hogar.
“A mi papá no le ayudo; bueno si, nomás cuando me manda a mandaos y a mi mamá le ayudo a barrer, a limpiar o a lavar trastes y a vender pan” (Niña 1, 8 años, estudiante).
En este ejemplo se aprecia claramente que las actividades dirigidas por los adultos y realizadas por las niñas se convierten en parte de la vida cotidiana.
Las actividades en que los niños participan en comunidades rurales son en los cultivos de maíz, frijol, calabaza, chile, café, entre otros; así como también en el cuidado del ganado bovino y caprino. Hay situaciones donde la familia completa (papás e hijos) son un apoyo esencial para la producción agrícola campesina; existen situaciones donde las niñas y mujeres se insertan a las actividades agrícolas y domésticas de manera permanente.
En uno de los grupos de discusión utilizado como técnica metodológica, la mayoría de los niños comentaba que trabajar les gusta mucho; decían incluso que si en un futuro no tenían las posibilidades de estudiar, para ellos no era gran problema porque en ese momento se preparaban para afrontar su vida en cuestiones económicas de una manera decente y productiva; incluso, se presentó un caso en que un niño mentía al decir que también trabajaba en la producción agrícola pero por la interacción y cercanía de sus compañeros a su vida personal, lo desmintieron instantáneamente, esto da cuenta de la importancia y respeto que los infantes dan a la actividad productiva.
Entre los niños que participaron en los grupos, mencionaban que el corte de caña es la actividad que más les gusta porque les permite estar más cerca de sus padres e interactuar con otras personas de la localidad.
“A mi mamá le ayudo a recoger la leña, le ayudo a traerla y le ayudo a mi papá cuando voy a cortar caña, luego le ayudo a echar abono. A traer el maíz a la milpa también le ayudo y luego vamos a cambiar el agua” (Niño 2, 7 años, estudiante).
Sin embargo, es importante mencionar los riesgos a los que se enfrentan las personas que laboran en este tipo de cultivo, principalmente los niños, ya que las herramientas utilizadas son escasas a comparación del proceso que se realiza para cada uno de los cultivos que se generan. Un claro ejemplo es el de uno de los jóvenes cortadores de caña entrevistados.
“Sí, el año pasado me corte; bueno, sí me corte la mano y estuve tres meses sin trabajar, tuve una suturación de veintiún puntos en la mano izquierda y pues no podía yo trabajar, me tuvieron que añadir de nuevo los tendones” (Joven 1, 17 años, estudiante y trabajador).
De esta manera son notorias las estrategias de reproducción, las cuales permiten la relación social en el ámbito rural. Tales estrategias, están dadas dependiendo la edad, el sexo, la educación, el número de integrantes de cada familia y la fuerza de trabajo que cada uno desarrolla. Las cuales, como menciona De Oliveira y Salles (1984):
Se conciben como prácticas sociales realizadas consciente o inconscientemente para mantener o cambiar la posición social de los sujetos que las ejecutan. Prácticas que si bien encuentran límites en los condicionantes macrosociales, funcionan igualmente como elementos constituyentes de las estructuras. (p.14)
La población infantil de comunidades rurales está inserta en el trabajo agrícola, en actividades cotidianas y temporales que corresponden a la sobrevivencia diaria para obtener ingresos económicos o beneficios propios inmediatos. De esta manera, la inserción laboral infantil se convierte en una posibilidad más para establecer relaciones de cooperación, socialización y relación familiar ya que responden a intereses y necesidades de la sociedad en general.
La inserción laboral infantil es una representación de la diversidad de trabajos productivos. Existen situaciones donde los niños trabajan acorde a su edad, espacio, fuerzas requeridas y la protección para realizar las actividades necesarias. Así también, la OIT (2002) define el trabajo infantil como:
El trabajo que priva a los niños y niñas de su infancia, su potencial, y su dignidad; y que es nocivo para su desarrollo físico y mental. Se refiere a trabajo que:
- a) Es física, mental, social o moralmente perjudicial o dañino para el niño o la niña.
- b) Interfiere en su escolarización:
- Privándole la oportunidad de ir a la escuela,
- Obligándole a abandonar prematuramente las aulas, o,
- Exigiendo que intente combinar la asistencia a la escuela con largas jornadas de trabajo pesado.
Existen también casos donde la población infantil se inserta al trabajo agrícola para obtener reconocimiento dentro del grupo social en el que se encuentra inmerso, parte de los niños considera que entre mayor esfuerzo y jornadas laborales realice, este obtendrá mayor respeto con el resto de sus compañeros, e incluso, padres y adultos en general. Otros donde su fuerza de trabajo es utilizada para el apoyo económico familiar y los procesos de acumulación de la industria y empresa, tal es el caso de la caña de azúcar.
Uno de los principales factores del trabajo infantil en la producción agrícola campesina es que la mayoría de la población que lo realiza se encuentra en comunidades con alto grado de marginación, en el que los niveles de pobreza, educación y la cultura son muy bajos. En este sentido, los niños son la población más vulnerable ante las problemáticas que existen dentro de la sociedad en la que se desarrollen, sus roles están determinados mediante la praxis social, cada una de las actividades que ellos realizan están sujetas a las funciones que los adultos generan en ellos.
Niñez y adolescencia trabajadora en contextos urbanos: experiencias y subjetividades sobre el trabajo infantil en Xalapa, Veracruz
Analizar las experiencias de supervivencia de la niñez y adolescencia trabajadora en las calles, es colocar una multiplicidad de prácticas y formas identitarias condensadas en la cultura callejera[3]. Desmontar el enfoque objetivista de erradicación del trabajo infantil, implica situar la discusión académica en otras coordenadas de análisis, que trasciendan las nociones legales/normativas y de intervención social, de un fenómeno socio-histórico que demanda mayores alcances para su comprensión.
Para ello, es necesario situar, que las representaciones sociales sobre el trabajo infantil, están delineadas por los contornos históricos y político/económicos, que expresan una forma de sociedad, de estatalidad y su maridaje con los modos de acumulación capitalista. Al respecto, la historiadora Susana Sosenski (2010) apunta “el trabajo infantil ha estado condicionado por características sociales, políticas, culturales y económicas, por los espacios en los que acontece, por los contextos determinados, los conflictos y contradicciones de cada sociedad y sus actores” (p. 135).
Trazar estos horizontes analíticos, conlleva a identificar la convergencia entre las relaciones asimétricas intergeneracionales, las formas de integración subordinada de la fuerza de trabajo infantil y las subjetividades de la niñez y adolescencia trabajadora en las calles.
La reconstrucción histórica del trabajo infantil en las sociedades industriales, nos muestra que la fuerza de trabajo infantil, ha sido integrada a las sociedades del trabajo y a los modos de producción, en una lógica pendular: bajo un régimen de control de poblaciones precarizadas y en esquemas de explotación de mano de obra dúctil para ciertas tareas del proceso productivo[4].
Por lo tanto, el enfoque proteccionista de erradicación del trabajo infantil, no sólo es un asunto de doble moral (Saadhe, 2011). Además, expresa las contradicciones del discurso liberal de los derechos humanos condensado en una racionalidad capitalista, que descoloca las formas estructurales de la dominación y el despliegue de las formas de explotación a sectores de poblaciones consideradas como residuales. En consonancia con el argumento, el sociólogo Manfred Liebel (2003), en torno a su crítica al enfoque abolicionista del trabajo infantil expresa:
Con su definición de las “formas más graves de trabajo infantil” sólo abarca las formas de explotación, que como una especie de “reliquias” por así decirlo, obstaculizan la modernización y racionalización de la economía capitalista, sugiriendo que la explotación de niñas y niños es ajena al capitalismo y puede ser erradicada sin cambios fundamentales en la economía. (p. 209)
En el texto intitulado “El trabajo infantil en la ciudad de México 1924-1934”, el aporte historiográfico de Sosenski (2011), devela que en el México post-revolucionario la niñez formaba parte de las formas de reproducción social que se configuraban en la subsistencia familiar a partir del trabajo y el proceso de escolarización.
La autora al recuperar los datos del Censo Obrero de la época, demuestra que el trabajo infantil en los talleres e industrias, representaba un desplazamiento de la mano de obra femenina, la competencia y reducción salarial, desmontar el conflicto en la relación capital-trabajo, ampliar las formas de explotación y la complementación del trabajo adulto masculino. La posición gubernamental de la época era ambivalente, mientras se reconocía y promovía el trabajo en los talleres y las fábricas como proceso formativo vinculado a la escuela, por otro lado, se criminalizaba el trabajo no regulado en las calles, a partir del encierro y el estigma social.
En razón de esta discusión, colocar las experiencias y subjetividades de la niñez y adolescencia que trabaja en las calles, nos permite abrir la categoría analítica sobre el trabajo infantil. Entendemos la dimensión subjetiva, como las expresiones en que los individuos y grupos infantiles trabajadores en calle, manifiestan sus formas de percibir, sentir y valorar el trabajo infantil, es decir, “lo implicado en su interior subjetivo” (Olivo, 2013, p. 15).
Con base en los hallazgos de la investigación “Análisis de las interacciones de la niñez adolescentes trabajadores en Xalapa, Veracruz”, podemos extraer que el significado del trabajo infantil es ambivalente: hostilidad/riesgo y como potencial de interacción, juego y organización. En una dimensión, se encuentra la interiorización de la hostilidad y riesgo que representa desarrollar su actividad económica en las calles del espacio urbano, que se configura a nivel multicapilar.
En la primera capa, la ciudad es trazada desde la visión dominante funcionalista de lo urbano, cuya racionalidad planificadora, se traduce en la fragmentación, ordenamiento social y la segregación urbana[5] (Lefebvre, 2013; Davis, 2006). El desarrollo e imagen urbana de la ciudad moderna y para la reproducción social capitalista, produce la composición y ritmo del espacio urbano, para el tránsito de individuos orientados al intercambio comercial formal, el consumo y la no apropiación del espacio público. La triada infancia/trabajo/calle, representa una afrenta a la normalización e imagen de progreso, lo que activa una serie de mecanismos estatales de regulación y control social.
La segunda capa, es experimentada en el hostigamiento por parte de actores estatales (policías e inspectores) ante la actividad económica no formal, que configuran una serie de mecanismos de retiro forzado o incautación de sus productos de venta. La tercera capa, es percibida en las formas de exclusión y discriminación social por parte de actores estatales/no estatales “luego la gente llama a los polis o a los del DIF para que nos quiten, les molesta que estemos aquí” (Adolescente varón, 15 años, limpiaparabrisas). Finalmente, el riesgo adquiere un sentido exponencial, ante el encadenamiento de violencias en el espacio público, que se traduce en violencias concatenadas como la violencia interpersonal, violencia de género y la violencia social.
Ante el contexto adverso y hostil, la niñez y adolescencia trabajadora en las calles, condensa sus prácticas en la cultura callejera, como un conocimiento acumulado de experiencias para sortear los riesgos en las calles. Estas experiencias, se despliegan en una serie de estrategias de supervivencia, que se expresan en la movilidad y trayectorias en el espacio urbano, la organización colectiva para la venta de sus productos y sus traslados, la re-significación de su posición familiar a partir de la capacidad en la generación de ingresos por su actividad económica, la apropiación simbólica de espacios para el juego, las interacciones significadas con sus pares y la identificación de redes de apoyo en las calles para el acceso a sus satisfactores inmediatos, como se expresa en el siguiente testimonio:
“Yo quiero unos zapatos y me pongo afuera de la Zapatería X -el dueño me conoce- y me regala pa mí y mis hermanos, si quiero ropa nueva, bajo a la tienda que me conocen, si quiero consultas voy a Matraca, en Caritas del centro comía, cuando quiero mis útiles, me pongo en la calle con mi lista y hay gente buena y me los compra” (Adolescente mujer 1, 15 años, vende tamales).
Por lo tanto, las subjetividades de la niñez y adolescencia en torno al trabajo infantil, condensa la interiorización de la exclusión/discriminación social, los riesgos y violencias del trabajo en calle; y sus formas de desbordamiento o mediación a partir de la potencialidad de la cultura callejera, como una expresión de una identidad que se actualiza y reconfigura en las prácticas concretas de la vida en calle y que está contenida por una historia de su control y exclusión social.
“La calle es nuestra vida, la banda es la familia, aquí nos respetamos, yo cuido que no haya broncas y que no se droguen aquí, si te portas -chido, chido- te tratan y así sin peleas ni monas, ganamos más -varo-, aunque a veces los -chiapas- tiran mucha basura y les obligo a que la levanten, el -coto- es mantener el crucero -chingón pa- que la gente no se saque de onda y los polis no te quiten” (Adolescente,16 años, limpiaparabrisas).
Consideraciones finales
Como resultado del abordaje de ambas investigaciones, apuntamos la reflexión y el análisis en las siguientes coordenadas. El enfoque abolicionista del trabajo infantil impulsado por los organismos internacionales y su traducción en los marcos normativos y las políticas públicas gubernamentales, al poner en el centro de su intervención la erradicación de la actividad económica de la niñez y adolescencia en contextos urbanos y rurales; descoloca las condiciones estructurales e históricas que produce el trabajo de niñas, niños y adolescentes como: la precariedad familiar, la desigualdad social, las violencias, la marginación, la vulnerabilidad y la exclusión social.
En este sentido, este enfoque nubla las contradicciones que producen el modo de acumulación capitalista y su traducción en las relaciones de maridaje entre el Estado y el mercado. Históricamente, el trabajo infantil incorporado al sector productivo y en la lógica desarrollista, ha representado la utilización de mano de obra barata, la ampliación de las formas de explotación y el control de la vida infantil.
Los mecanismos estatales de regulación del trabajo infantil, bajo el discurso de la protección de derechos de la niñez, se colocan como actores institucionales que vigilan y regulan la crianza familiar en contextos de pobreza y vulnerabilidad, desde una posición de doble moral. Se interviene de manera legal, administrativa y asistencial para la erradicación del trabajo infantil con acciones paliativas, al mismo tiempo, que permite las condiciones de explotación económica infantil por los grandes sectores productivos y comerciales.
Pensar la subjetividad de la niñez y la adolescencia trabajadora en contextos rurales y urbanos, implica profundizar en las prácticas y experiencias de la cultura campesina y la cultura callejera. Desde la diversidad del contexto, los niños y las niñas en el trabajo agrícola campesino, perciben su actividad económica como una forma de socialización con sus referentes familiares, con sus pares, el auto-reconocimiento de sus propias capacidades y el reconocimiento del protagonismo infantil dentro de la comunidad. En su acontecer cotidiano, el trabajo es concebido como una experiencia de aprendizaje, transmisión e intercambio de saberes e interiorización del valor humano del trabajo y su relación con la tierra.
En la cultura callejera, el trabajo en las calles es una experiencia ambivalente. La dimensión de hostilidad y riesgo está asociada a los contextos urbanos actuales: las violencias, los controles estatales y la discriminación son los enclaves permanentes a sortear en las experiencias de movilidad urbana. Más allá, de la contribución a la economía familiar, también su actividad es percibida como una forma de organización colectiva para la supervivencia, un espacio de sociabilidad con diversos grupos sociales en las calles y del reconocimiento para el acceso a diversos satisfactores negados en el espacio familiar.
La niñez trabajadora campesina y en las calles, tienen sus propias formas de concebir el trabajo infantil. Comparten el aporte económico a la familia precarizada, las relaciones con sus pares, la satisfacción de necesidades, la identidad entre sus propios grupos y el horizonte de la comunalidad con significados diferenciados. Al mismo tiempo, están expuestos a las diversas formas de explotación económica infantil, el maltrato infantil, la pobreza, la exclusión escolar y los riesgos diferenciados de la propia actividad económica.
Finalmente, abordar el tema de la niñez y la adolescencia trabajadora desde una mirada sociológica, implica analizar las dimensiones objetivas y subjetivas del fenómeno social. Es pertinente para su estudio, alejarse de juicios de valor, que invisibilicen las tensiones, conflictos y contradicciones que se generan tanto en el aspecto personal, familiar, comunitario y social.
Referencias bibliográficas
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[1] Ambas investigaciones, se enmarcan en la modalidad de tesis: una de ellas para la obtención del grado de Licenciatura en Sociología en la Facultad de Sociología de la Universidad Veracruzana en el año 2018; la otra para la obtención del grado de Maestro en Ciencias Sociales por el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana en el año 2014.
[2] Se realizó un censo de población en 2018, año en que el trabajo recepcional se estaba elaborando. Actualmente se desconoce el número exacto de población.
[3] Para Philippe Bourgois (2010), la cultura callejera significa “[…] una red compleja y conflictiva de creencias, símbolos, formas de interacción, valores e ideologías que ha ido tomando forma como una respuesta a la exclusión de la sociedad convencional. La cultura de la calle erige un foro alternativo donde la dignidad personal puede manifestarse de manera autónoma” (p. 38).
[4] Las denominadas workhouse, fue un modelo de internamiento asilos/talleres que Marx (1975) en su obra El Capital definiría como “presidios de la miseria y la esclavitud”. En estas casas, coexistían diversos grupos sociales en condiciones de precariedad. Recuperando el reporte de los Comisionados de la Administración y Prácticas de Operación de las Leyes de los Pobres, se aprecia la concepción de estas casas: “[…] vivían madres de niños sin padres y prostitutas que no se avergonzaban y se asociaban libremente con los jóvenes, quienes tenían los ejemplos y conversación de frecuentes huéspedes de la cárcel del condado, de los vagabundos, de los mendigos degenerados, y de otras personalidades de la peor calaña. También, frecuentemente, se agregaban algún ciego solitario, y uno o dos subnormales o locos […] En tales receptáculos los pobres estaban a menudo aprisionados” (Villarespe, 2002, p. 16). Consultar Crowther, M. A. (1992). The workhouse. The British Academy, 78, pp.183-194.
[5] Para Mike Davis (2006), la segregación urbana se entiende como:
[…] una incesante guerra social en la que el Estado interviene en nombre del progreso, del embellecimiento e incluso de la justicia social, para redibujar las fronteras urbanas en beneficio de propietarios de terrenos, inversores extranjeros, elites nacionales y clases acomodadas […] el desarrollo urbano actual todavía se esfuerza para simultanear el máximo beneficio privado con el máximo control social. (p. 130)