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Me
enteré. Gerardo se confesaría pero ahora en Xalapa.
¿Cómo sería esta vez? ¿Cómo ha
cambiado esta confesión desde su estreno? Autoconfesión,
palabras como gotas de agua en un desierto. Decidí verla
de nuevo. Aguardé hasta entonces. Llegó el día.
Llegó la hora. Me preparé. Me dispuse.
Yo llegué. Yo esperé. Yo esperé mi turno como
toda la gente. Yo saludé. Yo esperé por más
tiempo. Yo entré. Yo busqué un lugar. Yo me dispuse
a ver, oír sentir. Yo estaba en un teatro. Yo iba a ver una
función de teatro. Yo viví la expectación.
Yo oí el silencio. Yo vi un actor. Yo
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entendí
el respeto que produce una presencia en el escenario. Yo vi el inicio
de un rito. Yo compartí una ceremonia. Yo era parte de la
ceremonia.
Yo oí las palabras. Yo entendí las palabras. Yo vi
movimientos. Yo vi que no eran sólo movimientos. Yo vi la
vida verdadera fluir y correr en escena. Yo presencié el
desarrollo de un individuo. Yo fui testigo de una autoconfesión.
Yo miré el fuego, la tierra, el agua, el aire. Yo tuve sensaciones,
yo tuve emociones. Yo vi por momentos a la gente. Yo vi el piso.
Yo sudé. Yo veía sudar. Yo sentía el calor.
Yo sentía muchos calores. Yo oía una historia. Yo
era parte de esa historia. Yo veía que los demás también
les pertenecía esa historia. Yo observé hilar palabras.
Yo vi hacer tejidos con las palabras. Yo presencié la grandeza
de ofrecerse sin reparos a una ficción. Yo vi reír.
Yo vi energía, mucha, poca. Yo vi atención. Yo escuché
el suave silencio de la espera y la paciencia. Yo vi músculos.
Yo vi fuerza. Yo vi inteligencia. Yo asistí a un acto de
generosidad de un actor cuando se entrega sin reservas. Yo vi dominio
de capacidades, desarrollo de posibilidades. Yo miré la palabra.
Yo escuché al cuerpo. Yo reí. Yo agradecí el
humor. Yo disfruté lo solemne, lo trágico, lo cómico,
lo melodramático. Yo oí una voz cantar. Yo lo vi tocar.
Yo lo vi burlar. Yo lo vi mirar. Yo lo vi feliz. Yo lo vi temblar.
Yo lo vi sonreír. Yo lo vi pensar. Yo lo vi girar, bajar,
saltar, caer, levantarse, respirar. Yo entendí. Yo no entendí.
Yo dudé. Yo compartí. Yo fui testigo. Yo pensé.
Yo sentí. Yo callé. Yo disfruté.
Yo miré el final de una obra. Yo vi el principio de una ovación.
Yo di las gracias con un aplauso. Yo vi efusión, ebullición,
exageración. Yo vi catarsis.
Yo vi teatro. Gracias al dios Yoví, al dios Yollamé.
Ahora, me confieso.
Autoconfesión
de Peter Handke, espectáculo unipersonal con Gerardo Trejoluna;
dirección de Rubén Ortiz; entrenamiento vocal. Indira
Pensado; iluminación, Matías Gorlero; vestuario, Jeannine
Diego. Esta obra se presentó en el Foro de la Facultad de
Teatro el domingo 11 de mayo de 2003 a las 19:00 horas. |