Año 3 • No. 102 • mayo 19 de 2003 Xalapa • Veracruz • México
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  En el IV Encuentro de Estudiantes de Historia del Altiplano Central
Perdidos, el rigor y excelencia académica
en la historia: Enrique Florescano
Alma Espinosa

Enrique Florescano Mayet.
Desde 1980 se advierte en el país un proceso progresivo de deformación del cultivo de la historia en los centros académicos, subrayó el historiador Enrique Florescano Mayet, al ofrecer la conferencia magistral “Perspectivas de la historia y el historiador y sus enfoques en el siglo XXI” en el marco del IV Encuentro de Estudiantes de Historia del Altiplano Central, que se realizará hasta el 16 de mayo en Humanidades.

El doctor honoris causa por la Universidad Veracruzana sentenció que actualmente hay una caída de los niveles establecidos por la historiografía profesional, un deterioro alarmante de las instituciones y una pérdida del rigor intelectual que animó su estudio. “El primer indicador de

esa debacle es la ausencia de un liderazgo en las instituciones dedicadas a conducir la enseñanza, investigación y difusión de los conocimientos históricos”.
Ante un auditorio repleto por estudiosos de la historia, Enrique Florescano dijo que tal caída contrasta con lo ocurrido en los años cincuenta o setenta, cuando las instituciones eran dirigidas por los grandes investigadores. En aquel entonces se tenía la idea de hacer grandes empresas de estudio, formar profesores y crear nuevos programas.

“Hoy ese impulso se ha desvanecido. En la mayoría de nuestros centros, una idea equivocada del quehacer científico separó la investigación de la enseñanza, de tal modo que la primera no apoya más ni renueva a la segunda. Mientras, la investigación camina sin brújula, sin programa, sin metas, se abandona a los impulsos individuales de cada investigador”.

En el Auditorio Jesús Morales Fernández de Humanidades, el reconocido historiador, oriundo de Córdoba, Veracruz, aceptó que en las décadas de 1970 y 1980 se perdieron los antiguos niveles de rigor y excelencia académica; lamentablemente, dijo, se sustituyeron por prácticas populistas, ideológicas, gremiales o burocráticas. Y lo más alarmante es la ausencia de crítica a las propuestas y la consiguiente imposición de sus contenidos ideológicos en los programas de estudio, en la investigación y en la docencia.

Concerniente a los textos de historia hay algo que llama la atención, de acuerdo con lo dictado por Florescano Mayet. De 1940 a la fecha se han publicado más obras históricas que en todos los periodos anteriores como consecuencia de la multiplicación de las instituciones o las revistas; en una proporción semejante aumentaron las tesis de los historiadores y aún más las reuniones, congresos y simposios.

Las instituciones académicas mexicanas tienen el récord mundial de almacenamiento de libros de historia, pues la mayoría no se venden y se quedan en las bodegas
“Pero ocurre que la mayor parte de tal producción está representada por estudios especializados que sólo leen los mismos profesionales de la historia y sus estudiantes. Es decir, no se produce más historia para más gente o para más lectores, como lo prueba el hecho que la institución académica mexicana tiene el récord mundial de almacenamiento de libros, pues la mayoría no se venden”.

Al hacer un recuento del recorrido que ha transitado la investigación histórica, el doctor apuntó que, en la década de los cuarenta, los fundadores de las instituciones quisieron encausar las tareas educativas a través de seminarios con programas de corto y mediano plazo, idea que acabó pulverizada por los intereses particulares de los investigadores, y en los setenta y ochenta se impusieron distintos proyectos individuales como equivalentes al programa institucional.

“Desde entonces –aseveró Florescano Mayet– ya no hay un plan concertado por el conjunto de los investigadores y ajustado a las necesidades de la investigación, de los alumnos, de la situación de la enseñanza y de la investigación histórica del país o de las demandas del futuro inmediato”.

Al afirmar que el encerramiento de los claustros ha redundado en una casi nula comunicación entre los investigadores y las diversas corrientes e instituciones que convergen en el campo de la historia mexicana, puso como ejemplo que los expertos dedicados a la etnología casi nunca leen lo que se hace en la historiografía social, económica o política. “Quizá la mayor crisis intelectual que hoy vive la disciplina de la historia radica en su incapacidad para ofrecer a la nación una historia de la nación, dividida como está en tantas parcelas como hay historiadores o corrientes”.

Enrique Florescano mostró estar preocupado por la falta de responsabilidad colectiva para enfrentar los desafíos de la profesión, y reconoció que los investigadores y profesores sólo se unen para homologar salarios y prestaciones, no para fortalecer las instituciones o alentar la productividad, la investigación, la docencia y la calidad.

Pero quizá el drama mayor que enfrenta la institución académica mexicana, dijo, es su envejecimiento y su obsolescencia, con una combinación siniestra de crisis económicas, crecimiento de la población y disminución de los ingresos a la enseñanza. “Nuestras instituciones científicas más importantes están amenazadas de muerte a corto plazo porque el mal que las corroe está volviendo obsolescente a su personal y sus conocimientos”.

Finalmente, el historiador lanzó una pregunta al aire: frente a tal panorama, ¿qué van a hacer los historiadores, los estudiantes y sobre todo las istituciones nuevas que se están creando en los estados? “Esta es la pregunta, la gran interrogante, la encrucijada que van a vivir ustedes en los próximos años”.