Año 3 • No. 103 • mayo 26 de 2003 Xalapa • Veracruz • México
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¿Te echarías un cachichín conmigo?
Gabina Quintas (Maestría en Manejo del Recurso Forestal)
El cachichín no es un tipo de baile, ni un albur, es un fruto silvestre comestible que se distribuye en México (Veracruz, Chiapas) y Guatemala. Su nombre científico es Oecopetalum mexicanum, mejor conocido en nuestro estado como cachichín, pertenece a la familia Icacinaceae, dentro de la cual hay otras especies que igualmente presentan semillas comestibles o sus hojas son utilizadas como tinte natural.
El cachichín es un árbol o arbusto de dos a 25 metros de altura, de hojas simples de 15 a 25 centímetros de largo y entre siete y 10 de ancho, con forma elíptico-lanceolada. La flor es blanca, de ocho milímetros de largo; el fruto es globoso, verde y café al madurar, mide de dos a tres centímetros de largo por uno o dos de ancho (Gutiérrez, 1994). La semilla se caracteriza por su sabor amargo y color café y mide de siete a nueve milímetros de largo. Según Carballo (1996), ésta tiene un alto contenido en grasas y proteínas.

No existe hasta el momento ningún estudio sobre el comportamiento ecológico de la especie, ni sobre el impacto de la extracción de este fruto en el desarrollo de las plantaciones naturales. Son los recolectores, conocidos como “cachichineros”, que a través de los años han utilizado y manejado este recurso, quienes mejor conocen su biología (floración, fructificación, reproducción, polinización), así como sus plagas, métodos de extracción y manejo después de la cosecha.

En Pueblo Viejo, 45 minutos al sur de Misantla, existe una tradición campesina que ha conservado parte de sus bosques gracias al aprovechamiento de los cachichinales, en lugar de destinarlos a la agricultura y ganadería, como una estrategia tradicional agroforestal particular de la región.

Don Uvaldo Fernández, un cachichinero de 70 años, nos comentó que la cosecha se realiza entre los meses de abril y mayo, y que varía mucho de un año a otro, alternando un año de alta producción por uno de baja. El fruto se colecta del suelo, seleccionando el de color café claro, después se deja secar a la sombra, y de esta manera se puede conservar hasta por un año. Los árboles comienzan a fructificar hasta los tres años, siendo su único depredador o plaga los cotorros.

Las mujeres lo preparan tostado o hervido, agregándole a veces un poquito de sal; se come principalmente como botana, o en algunos casos acompañando a platillos como enfrijoladas o enmoladas.

Hoy en día, don Uvaldo Fernández sabe que el cachichín se ha convertido en un producto comercial interesante a nivel local, pues se paga a 15 pesos por kilogramo crudo, y procesado puede aumentar hasta 40 pesos/kg., precio muy superior al del café en esa región (1.5 pesos/kg.).

En Pueblo Viejo, los cachichineros cuidan mucho sus árboles, no permiten que cualquier persona recolecte el fruto en sus terrenos, a menos que sean parientes o amigos y con previo aviso. De hecho, el fruto se ha vuelto tan preciado que los recolectores salen por la madrugada a cosecharlo, a pesar de lo accidentado del terreno.

El cachichín es un producto forestal no maderable de nuestro estado, del cual bien vale la pena conocer sus características ecológicas, analizar el impacto que está generando su extracción en las poblaciones naturales y su efecto en la conservación de los bosques en general. Lo anterior contribuirá a proponer un plan de manejo para este valioso recurso.

Agradecimientos: a don Uvaldo Fernández y su familia, al igual que a la familia Ambrosio Soto, por su valioso apoyo durante mi trabajo de campo. A Maite Lascurain y Mirna Ambrosio por guiarme en el desarrollo de este estudio y por sus comentarios al presente artículo.

Nota
Este estudio se realizó como tema de tesis financiado por Conafor-Conacyt, a través del proyecto: “Fundamentos para el Manejo y Aprovechamiento de los Productos Forestales no Maderables: el Caso de los Frutos Silvestres Comestibles en el Centro de Veracruz”, coordinado por Maité Lascurain Rangel y Mirna Ambrosio Montoya, investigadoras del Jardín Botánico Francisco Javier Clavijero, Instituto de Ecología AC.