Año 3 • No. 103 • mayo 26 de 2003 Xalapa • Veracruz • México
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Largo viaje hacia el viajero
Roberto Benitez Contreras
Ediciones El Milagro, en su colección El Apuntador recientemente ha puesto en circulación Un actor a la deriva, de Yoshi Oida, de su original en inglés An actor Adrift, publicado en Londres en 1992. Esta traducción al español estuvo a cargo de Rodolfo Obregón.

Yoshi Oida es un actor japonés de 70 años, entrenado en su país dentro de las formas tradicionales (teatro noh, kyogen, bunraku y kabuki). A los 35 años decidió partir a Francia, donde se integró a la compañía internacional de Peter Brook: el Centre International de Recherches Teatrales. Durante varios años viajó por el mundo con
esta compañía y experimentó el sentido del teatro en diferentes culturas, partiendo del interés de Brook por investigar qué era el teatro en estos tiempos para diversas culturas.

Actor de cine, director y pedagogo, Oida se mantiene actual y vigente impartiendo talleres de actuación en los que trasmite sus conocimientos de las artes escénicas en varias partes del mundo.

Si bien es ya común la poca o poquísima reflexión sobre el teatro, lo es aún más la que puede hacer un actor sobre su trabajo. De aquí el primer punto relevante que mueve mi interés por la lectura de este libro. Con un lenguaje simple, sencillo y desde luego sin pretensiones científicas ni dogmáticas, Oida nos conduce por el camino de las anécdotas, las interrogantes y las reflexiones que le sucedieron en diferentes momentos de su vida, como todo un maestro que mediante el contar nos comparte no sólo una búsqueda actoral, sino la búsqueda de un sentido para su vida.

El libro está dividido en diez apartados y un epílogo, cada uno de ellos es una etapa de trabajo y de vida de este actor. El que proceda de una cultura diferente a la que pertenecemos nos plantea el efecto de un espejo que refleja nuestra imagen, con una visión crítica basada en una ética milenaria, Oída, como lo señala Brook en el prólogo: “(…) siempre dispuesto a ser el primero, a guiarnos o seguirnos según lo exija la ocasión (…)”

Peter Brook, como en otras ocasiones lo he señalado, es alguien que no se cansa de buscar, alguien que no se conforma, que se plantea preguntas para poder tener respuestas que buscar, en un juego en el que se lo juega todo y que le mantiene vivo. En este libro, uno de sus discípulos nos deja ver por la cerradura parte del trabajo que realiza este creador, descubre la forma en que el director inglés crea sus espectáculos, así como la “confrontación permanente de su oficio artístico con su búsqueda de una forma de vida plena de espiritualidad”.
Para cerrar este comentario y recomendación trascribo un fragmento de las memorias de Yoshi Oida en torno a sus andanzas por África, cuando formó parte de la compañía de Brook:

“A lo largo de nuestra expedición, seguimos trabajando sobre La conferencia de los pájaros, el poema de Farid Uddin Attar, un místico persa del siglo xii. La historia se ubica en un tiempo antiguo en el mundo de los pájaros, un mundo donde no existe el orden sino los enfrentamientos y las disputas. Un día, un pequeño pájaro, la abubilla, llama a los demás pájaros a una asamblea y les dice: ‘Nuestros continuos pleitos se

deben a que no tenemos un rey (o dios). Vayamos pues en busca de uno, yo seré su guía’. El resto de los pájaros aceptan y comienzan su peregrinaje. Muchos mueren de sed y hambre al atravesar el desierto, y muchos otros deciden regresar a casa pues no resisten más los sufrimientos y las penurias. Al final, después de haber pasado siete valles, sólo 13 pájaros llegan hasta la reja que protege el palacio del rey. La abubilla le dice al guardia que han venido a ver al rey. ‘No existe ningún rey’, contesta éste. Los pájaros se quedan pasmados, algunos incluso se desmayan, y luego se vuelven contra la abubilla: ‘¡Si hubiéramos sabido que no existe el rey, no habríamos hecho este horrible viaje!’ La abubilla misma está exhausta. Presas de la desesperación, los pájaros se tiran al piso dispuestos a morir. Entonces reaparece el guardia y anuncia que pueden pasar a ver al rey. Las puertas se abren, los pájaros entran en el palacio y encuentran, cada uno, un espejo. ‘Si deseas conocer al rey, mira dentro de este espejo’. Todos obedecen y, al hacerlo, se enfrentan a un misterio: cuando miran en una dirección se ven tan sólo a sí mismos; cuando miran en otra es al rey
a quien ven.

“Lo mismo nos sucedió a nosotros. Al final del largo recorrido por África, no había nada. Después de visitar durante 100 días una infinidad de lugares y haber vivido miles de experiencias, lo único que teníamos era a nosotros mismos. No había nada que hacer sino emprender una reflexión al respecto. Al final de todo camino es a uno mismo a quien se encuentra. Nada más. O como dice el poema de Attar: ‘Has realizado un largo viaje para llegar hasta el viajero’.”

Oida, Yoshi, Un actor a la deriva, México, El Milagro, 2003.