Popularmente,
la idea de aventuras, la búsqueda de tesoros y la visita
a lugares lejanos, exóticos e impenetrables por arqueólogos
guapos se relaciona con la arqueología. La realidad es distinta.
La información que regularmente llega al ciudadano ordinario
se sitúa en dos extremos: por una parte, las películas,
los cortometrajes turísticos, los libros de aventuras y tesoros,
dan una imagen comercial y frívola de la arqueología.
Por otra, las memorias de las excavaciones, los libros y las revistas
especializadas no están al alcance de la población,
ya sea por sus precios elevados o por su alto contenido técnico.
El ciudadano común se encuentra, pues, alejado, desentendido
y confuso cuando se le interroga si conoce el trabajo del arqueólogo.
Algunas veces, incluso, niega tener conocimiento de esta profesión,
y recordemos que es bien justificada la tendencia humana de rechazar
lo desconocido.
En Veracruz hemos sido testigos de monumentales celebraciones (Quinto
Centenario, 1992; Cumbre Tajín 2000, 2001, 2002),
eventos en los que se ha entablado una magna crítica por
estudiosos de las ciencias sociales, entre ellos una buena cantidad
de arqueólogos. Se ha debatido sobre las bondades o deterioros
de nuestro ejercicio profesional en su relación con los pueblos
indios cercanos a las áreas de monumentos.
En la primera, por ejemplo, se habló del “Descubrimiento
de América” o “Encuentro de dos Mundos”.
La verdad –señala Carlos Fuentes– es que “todo
encuentro o descubrimiento es mutuo”, frase que diera título
a su texto, publicado en 1998 por el Instituto Veracruzano de Cultura.
Se discutió, asimismo, sobre el respeto a los derechos culturales;
por ejemplo, el derecho de que las comunidades indias hablen su
propia lengua y que sea ésta, a su vez, un auxilio de primera
mano en su protección jurídica. Se trató, también,
sobre la justicia para estos pueblos indios: “No seremos hombres
y mujeres justos si no compartimos la justicia con ellos (…)
pues hay poca justicia y poco pan en el Nuevo Mundo Iberoamericano,
500 años después de Colón”, nos ilustra
el escritor renglones adelante. Sin embargo, es evidente que los
pueblos y sus identidades han iniciado la pérdida afectiva
del vínculo cultural con su lugar de origen. “Lo exótico
no está distante y lo distante es cada día más
familiar”, sostiene Rodolfo Stavenhagen en su texto Educación
para un mundo multicultural (1998).
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