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Cumpliendo
todas las expectativas, se presentaron el 23 de mayo en el Gimnasio
Universitario del Campus para la Cultura, las Artes y el Deporte,
la Orquesta Sinfónica de Xalapa, el mariachi Vargas de Tecalitlán
y la encantadora Eugenia León.
Liderados por Pepe Martínez, los integrantes del mariachi
se lucieron con sus excelentes voces. Todos cantan y lo hacen bien,
además de que a más de una le robaron un suspiro por
su impecable atuendo con botonaduras de plata. |
“Los
amores son como la verdolaga” cantaban los centenarios mariachis
acompañados por la OSX que, a escasas semanas de cumplir
75 años de fundación, tiene más bríos
que nunca.
Con Peregrina y Amorcito corazón se sumó
Eugenia León a los más de 100 músicos que fueron
el marco perfecto para su inigualable voz; siguió Por
amor para reafirmar el embrujo de una voz espléndida.
Del “pintor musical de México”, Pepe Guízar,
los mariachis ofrecieron una selección musical que incluyó
la inolvidable Sin ti, para dar paso a Guadalajara.
“¡Ay, cómo sufre mi pecho, por Dios no hay derecho
de que tú seas así!”, “hasta el rezo que
es de Dios me sabe amargo” y “maldito corazón,
me alegra que ahora sufras” eran las palabras desgarradoras
que Eugenia cantaba, coreadas por más de dos mil espectadores
que se dejaron seducir por la presencia, cadencia y talento de la
artista.
Pero no todo fueron canciones populares. La noche tuvo también
virtuosismo. Y es que el diálogo logrado entre el mariachi
Vargas y la Orquesta Sinfónica en Violín huapango
–autoría de Pepe Martínez– dejó
en claro porqué se trata del mejor mariachi del mundo y una
de las mejores orquestas de América Latina.
Del México romántico interpretaron temas de Agustín
Lara, José Alfredo Jiménez y Pedro Infante, canciones
que –a decir de Pepe Martínez– hicieron “una
barbaridad en el corazón de los mexicanos”, como ¿Qué
te ha dado esa mujer? (cantada por todos los asistentes) y la muy
difícil de interpretar El pastor.
Ella, Si nos dejan y El rey se escucharon en la
última parte del concierto. Canciones de ayer y hoy interpretadas
con “la voz de los hombres de verdad”, como si fuera
otro instrumento que se manejara a voluntad.
“Aunque me miren sonriendo, la pena que traigo ni Dios la
sabe”, entonaban estos músicos que disfrutan su trabajo
y, más que ofrecer un concierto, hacen una fiesta donde se
paren.
No podía faltar –para cerrar con broche de oro–
la música de Veracruz: “La bendición de los
hombres son las benditas mujeres” y “para bailar La
Bamba se necesita una poca de gracia”, “me picaron las
abejas pero me comí el panal” fueron las palabras que
culminaron el concierto.
Un concierto que fue una celebración a la música hecha
en México, un festejo que de manera natural unió tres
mundos musicales diferentes e hizo disfrutar al máximo a
todos los presentes.
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