A
menudo, cuando asistimos a una reunión, fiesta o evento que
implique consumir algún “trago”, del que a usted
más le guste, llámese whisky, ron, ginebra, vodka
o las siempre populares cervezas, los riesgos de no regresar a casa
aumentan considerablemente. Seguramente pensará, “eso
cualquiera lo sabe”.
Y es cierto, al ingerir una bebida alcohólica perdemos algunas
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capacidades
motrices e incluso psicológicas por algunas horas. En el
mejor de los casos, los “bebedores responsables” esperan,
después de llegar a su umbral y navegar entre el mareo, la
somnolencia y los males enunciados, a tomar un reposo, mejorar,
quedar sobrios y salir del lugar como si nada hubiese pasado.
Sin embargo, qué tanto sabemos de esto. Un estudio realizado
en Canadá sugiere que los efectos del alcohol en el funcionamiento
del cerebro son más prolongados de lo que se tenía
pensado. Según la investigación, la bebida sigue afectando
negativamente ciertas funciones incluso cuando la persona cree que
ya está sobria.
Los científicos examinaron los efectos del alcohol sobre
funciones cerebrales complejas como pensamientos abstractos, capacidad
para planificar y la habilidad de supervisar nuestro propio comportamiento,
y encontraron que el desempeño en esas áreas seguía
siendo afectado, incluso cuando la concentración de alcohol
en la sangre había disminuido a tal punto que las personas
no se daban cuenta.
De hecho, el efecto en esas funciones del cerebro parecía
más pronunciado a medida que la concentración de alcohol
en la sangre comenzaba a descender de su punto más alto.
Los investigadores compararon el desempeño de voluntarios
que ingirieron una mezcla de alcohol y jugo de naranja con otras
personas que tomaron bebidas no alcohólicas. El profesor
Robert Pihl, de la Universidad de McGill en Montreal, Canadá,
señaló que los resultados tenían serias implicaciones
para actividades tales como conducir vehículos.
Las personas que creen que es suficiente esperar dos horas para
ir a casa, en realidad puede que tengan que esperar seis, ya que
la persona podría estar más vulnerable cuando menos
se lo espera. Según explicó el investigador, el bebedor
que está en proceso de recuperar la sobriedad es probablemente
más peligroso que el bebedor que aún sigue consumiendo
alcohol.
Al menos en Canadá, y según una encuesta elaborada
por la Oficina de Seguridad y Tráfico, en 80 por ciento de
los accidentes automovilísticos se ven involucrados conductores
que consumieron alcohol, drogas o fármacos; el 20 por ciento
restante se debe a fallas mecánicas o por fenómenos
naturales.
El “estar sobrio” no es garantía de seguridad,
mucho menos de que nuestros reflejos respondan como en las situaciones
normales.
Con información de Globe and Mail
de Toronto. |