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Los negros sin cimarronería
Roberto Benítez
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Genet
avala su obra con su vida. Nacido en París en 1910, hijo de
una prostituta, huérfano y criado por una familia de campesinos,
sufre desde pequeño la soledad y el desamor. Desde los diez
años es recluido en un reformatorio acusado de robo. Esta no
será la primera vez que irá a la cárcel: en 1948
fue |
condenado
por décima vez, lo que lo habría conducido a purgar
cadena perpetua de no ser por la intervención de los intelectuales
de la época, que apelaron al Presidente de la República
Francesa para que Genet obtuviese el perdón.
Sin embargo, el escritor nunca abdicó de su pasado, en sus
obras y testimonios llegaba a relatar sin inhibiciones su vida de
vagabundo, delincuente y homosexual, lo que a su vez era un correlato
de sus convicciones como esteta y existencialista. De ahí que
sus primeros intentos dramáticos revelen una fuerte influencia
sartreana; aunque con Las criadas (1947) confirmó su sitio
como una de las principales figuras del teatro del absurdo, al explorar
los complejos problemas de la identidad que poco después preocuparían
a los dramaturgos de vanguardia como Samuel Beckett y Eugene Ionesco.
Rebelde, anarquista, violento, errante del mundo, Genet encontró
en el aislamiento una forma de canalizar su energía creativa,
llega a considerar la humillación como una forma de misticismo,
como el camino inverso hacia una depuración espiritual: algo
que Sartre recuperó al escribir San Genet, actor y mártir.
Sin embargo, Genet no busca la aceptación del público,
ni se erige como la voz de la víctima, no intenta el chantaje
moral, sino hacer evidente la relatividad de su posición, y
nos cuestiona acerca de quién es el infractor, de quién
es el marginal y dónde está la prisión si adentro
o fuera de los barrotes de la cárcel.
Dentro del Festival Internacional Junio Musical, se presentó
en la Sala Chica del Teatro del Estado la puesta en escena Los negros
de Jean Genet, dirigida por José Luis Cruz, el público
llenó la sala y al final de la función se podría
decir que la puesta en escena fue un rotundo éxito, denotado
de la reacción del público en su aplauso. Creo que desde
luego lo fue, la audiencia se retiró en general agradecida
con este trabajo escénico. Por otra parte diría que
el gusto no se discute ni tiene por qué ser único y
uniforme. El gusto es un placer personal, propio y desde luego respetable.
Me refiero a cualquier tipo de gusto o preferencia. |
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Jean
Genet (1910-1986), dramaturgo que da voz a los marginados por
haber sido él mismo un habitante de los márgenes,
por origen, por circunstancias y por decisión propia,
convoca ya desde el título de una de sus obras, Los negros
(1958) a poner nuestra |
atención,
sentido y juicio en una raza paradójica, oprimida y admirada
a lo largo de la historia: la llamada raza negra. |
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Así
pues, independientemente del gusto, he de señalar algunas consideraciones:
en Los negros, se representa como ceremonia la violación de
una mujer blanca a manos de un negro. Genet exalta esta situación
al proponer que su obra sea representada por actores negros para un
público blanco.
Sin embargo, este planteamiento se minimiza cuando en la puesta en
escena dirigida por José Luis Cruz notamos claramente a hombres
blancos pintados de negro, ¿cuál es el juego entonces?
Si la mayoría de los actores son negros ¿cómo
debemos interpretar que algunos sean blancos?, ¿es un símbolo
más o simple escasez de reparto? A mi parecer desde aquí
pierde fuerza y dirección el espectáculo.
La obra, al pertenecer a un contexto específico, obviamente
requirió de una adaptación hacia nuestro contexto, pero
¿acaso el paralelismo se da porque los actores en un momento
usen camisetas con la imagen del Che Guevara, de Marcos y después
otro más aparezca con un pasamontañas? Esto, además
de ser una obviedad y un oportunismo retórico reduce los alcances
de la obra dramática. Evidentemente, Los negros es un texto
universal con intenciones que, si bien tocan lo social no se quedan
allí, tienen que ver con un sentido filosófico y existencial
que rebasa a esta puesta en escena.
Por otra parte la puesta en escena contiene elementos que resultan
atractivos para el público como la belleza de los cuerpos desnudos,
el despliegue de energía de los actores, el tono fársico
de algunos personajes, los bailes, la música, la peculiaridad
de que los actores sean negros, etc. Estos elementos, entre otros,
arman un espectáculo que entretiene al espectador pero no profundiza
en el teatro que propone el dramaturgo. Por desgracia no sucede lo
que Genet buscó: escandalizar e involucrar a un público
que no tenga más remedio que reconocer su complicidad y su
hipocresía.
Los negros
de Jean Genet, dirección José Luis Cruz, con escenografía
y vestuario de Gilberto Aceves Navarro, actúan Ernesto Yáñez,
Sergio Acosta, entre otros. Se presentó en la Sala Chica
del Teatro del Estado el pasado martes 17 de junio de 2003.
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