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Voz
en off
Luis de Tavira
Roberto Benítez Contreras (Primera de dos
partes) |
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Luis
de Tavira demuestra fuera del escenario el ansia por la pregunta,
ésa que él como director y dramaturgo lanza en cada
espectáculo, a la par de una simbólica respuesta frente
al hecho teatral del que no cesa de auto interrogarse y de hacer que
otros se cuestionen sobre él, en un esfuerzo sobre el que funda
su propio quehacer: comprender la naturaleza teatral y, por ende,
la humana.
Polémico, un casi religioso del teatro que lo mismo tiene una
estela de detractores o es fundador de cofradías actorales,
De Tavira es un hombre parco o histriónico, una suerte de monje
pero con el nervio ansioso del fumador, capaz de hacer de la sutileza
un estremecimiento y de convocar a la tempestad en un escenario que
se torna en espacio épico o en íntimo a su voluntad.
Una rara avis en la escena mexicana sobrepoblada de improvisación,
parloteo y de una lamentable ignorancia.
Dirige desde 1970, es fundador del Centro Universitario de Teatro,
del Núcleo de Estudios Teatrales y de la Casa del Teatro. Sus
espectáculos se han presentado en diferentes países
de América y Europa y a la fecha lleva en su haber más
cuarenta montajes. El más reciente fue sin duda, el trabajo
que destacó en la pasada XXIV Muestra Nacional de Teatro: La
honesta persona de Sechuán de Bertolt Brecht, autor alemán
que tiene en De Tavira a uno de sus más constantes intérpretes.
Este montaje también constituye la opera prima del Centro Dramático
de Michoacán (Cedram) oficialmente inaugurado en noviembre
de 2003 y encabezado por De Tavira. Este proyecto pretende entre otras
cosas contribuir a la descentralización teatral del país
y funcionar como centro de formación en el ámbito nacional,
estatal y municipal.
Maestro, ¿qué me puede decir de la obra La honesta
persona de Sechuán de Bertolt Brecht? ¿Cuántas
veces ha trabajado este texto?
Es uno de los textos que más me apasionan en esta vida. Es
un espectáculo que monté por primera vez en 1978, volví
a hacerlo en Bogotá en 1993. Y ahora he vuelto a intentarlo
como el primer espectáculo del Centro Dramático de Michoacán
(Cedram), de reciente apertura.
Elegí este espectáculo para inaugurar este centro, más
allá de la pasión personal por este poema maravilloso
de Brecht.
Lo hice fundamentalmente porque me convence y me resulta oportuno,
ante todo por su poderosa vigencia. Incluso diría yo que sucede
algo muy extraño, entre más tiempo pasa, se va convirtiendo
en un teatro cada vez más vigente, más actual, más
necesario.
El teatro de Brecht surge como una poderosa crítica al capitalismo.
Una vez que entramos en la confrontación de las dos posibilidades
de proyecto de modernidad, tenemos por un lado el que conocemos con
el nombre de capitalismo, que se ha exacerbado en esta versión
salvaje del neoliberalismo; y por el otro lado, el fracaso del mal
llamado socialismo real, y digo mal llamado, porque era cualquier
cosa menos real.
Hubo un momento en el que se supuso que, dada la situación
mundial, había que trascender el teatro de Brecht: o bien porque
ya no tenía sentido en el socialismo, o bien porque el triunfo
del capitalismo dejaba sin sentido la utopía que entraña
su teatro en la esperanza que suponía para él el socialismo.
Y resulta que ambos diagnósticos están totalmente equivocados.
En Europa, Brecht fue tildado por la crítica como pasado de
moda, y esta expresión no es más que la manifestación
clarísima de la frivolidad en que se ha hundido el teatro europeo.
La frivolidad de la cultura de los europeos solazada en el bienestar
a costa del malestar del resto de la humanidad, y claro, que no quieren
saber nada de la acerba y terrible crítica que hace Brecht
del capitalismo en el que vivimos.
Si bien ellos han superado la miseria en la que suele hundir el capitalismo
a la mayoría de la población, esto no quiere decir que
Brecht haya pasado de moda. Brecht no sólo es el poeta más
lúcido y poderoso del teatro del siglo xx sino que es también
el formulador de su propia postura científica. Y por lo tanto,
sigue siendo válida su crítica al capitalismo, aún
después de la Guerra Fría, porque pareciera que el fatal
desenlace de ésta implica la legitimación de la explotación
del hombre por el hombre.
Por lo anterior, tendríamos que aceptar que el análisis
brechtiano sigue vigente y aún más ante el hecho de
que la revolución socialista, haya sido eso: un fracaso. Esto
no quiere decir que el capitalismo sea el mejor de los mundos posibles,
precisamente pienso que la crisis de nuestra cultura tiene mucho que
ver con esta ausencia de crítica al capitalismo.
La enorme virtud que tiene el teatro de Brecht, y en particular La
honesta persona de Sechuán, es la de conectar con la gente.
Me planteé una obra que no renunciara a la profundidad, al
mismo tiempo que fuera intensamente accesible a todo público,
que igual supiera decirle y entusiasmar a un labrador que a un doctor
en filosofía, y ésta es la virtud de Brecht: yo diría
que incluso es probable que el labrador se apasione más y entienda
con mayor lucidez las terribles contradicciones de la ética
en el mundo moderno, como las plantea Brecht, que los propios filósofos.
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