Año 3 • No. 139 • mayo 10 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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Luis de Tavira
Roberto Benítez Contreras (Primera de dos partes)
Luis de Tavira demuestra fuera del escenario el ansia por la pregunta, ésa que él como director y dramaturgo lanza en cada espectáculo, a la par de una simbólica respuesta frente al hecho teatral del que no cesa de auto interrogarse y de hacer que otros se cuestionen sobre él, en un esfuerzo sobre el que funda su propio quehacer: comprender la naturaleza teatral y, por ende, la humana.

Polémico, un casi religioso del teatro que lo mismo tiene una estela de detractores o es fundador de cofradías actorales, De Tavira es un hombre parco o histriónico, una suerte de monje pero con el nervio ansioso del fumador, capaz de hacer de la sutileza un estremecimiento y de convocar a la tempestad en un escenario que se torna en espacio épico o en íntimo a su voluntad. Una rara avis en la escena mexicana sobrepoblada de improvisación, parloteo y de una lamentable ignorancia.

Dirige desde 1970, es fundador del Centro Universitario de Teatro, del Núcleo de Estudios Teatrales y de la Casa del Teatro. Sus espectáculos se han presentado en diferentes países de América y Europa y a la fecha lleva en su haber más cuarenta montajes. El más reciente fue sin duda, el trabajo que destacó en la pasada XXIV Muestra Nacional de Teatro: La honesta persona de Sechuán de Bertolt Brecht, autor alemán que tiene en De Tavira a uno de sus más constantes intérpretes.

Este montaje también constituye la opera prima del Centro Dramático de Michoacán (Cedram) oficialmente inaugurado en noviembre de 2003 y encabezado por De Tavira. Este proyecto pretende entre otras cosas contribuir a la descentralización teatral del país y funcionar como centro de formación en el ámbito nacional, estatal y municipal.

Maestro, ¿qué me puede decir de la obra La honesta persona de Sechuán de Bertolt Brecht? ¿Cuántas veces ha trabajado este texto?

Es uno de los textos que más me apasionan en esta vida. Es un espectáculo que monté por primera vez en 1978, volví a hacerlo en Bogotá en 1993. Y ahora he vuelto a intentarlo como el primer espectáculo del Centro Dramático de Michoacán (Cedram), de reciente apertura.

Elegí este espectáculo para inaugurar este centro, más allá de la pasión personal por este poema maravilloso de Brecht.

Lo hice fundamentalmente porque me convence y me resulta oportuno, ante todo por su poderosa vigencia. Incluso diría yo que sucede algo muy extraño, entre más tiempo pasa, se va convirtiendo en un teatro cada vez más vigente, más actual, más necesario.

El teatro de Brecht surge como una poderosa crítica al capitalismo. Una vez que entramos en la confrontación de las dos posibilidades de proyecto de modernidad, tenemos por un lado el que conocemos con el nombre de capitalismo, que se ha exacerbado en esta versión salvaje del neoliberalismo; y por el otro lado, el fracaso del mal llamado socialismo real, y digo mal llamado, porque era cualquier cosa menos real.

Hubo un momento en el que se supuso que, dada la situación mundial, había que trascender el teatro de Brecht: o bien porque ya no tenía sentido en el socialismo, o bien porque el triunfo del capitalismo dejaba sin sentido la utopía que entraña su teatro en la esperanza que suponía para él el socialismo. Y resulta que ambos diagnósticos están totalmente equivocados.

En Europa, Brecht fue tildado por la crítica como pasado de moda, y esta expresión no es más que la manifestación clarísima de la frivolidad en que se ha hundido el teatro europeo. La frivolidad de la cultura de los europeos solazada en el bienestar a costa del malestar del resto de la humanidad, y claro, que no quieren saber nada de la acerba y terrible crítica que hace Brecht del capitalismo en el que vivimos.

Si bien ellos han superado la miseria en la que suele hundir el capitalismo a la mayoría de la población, esto no quiere decir que Brecht haya pasado de moda. Brecht no sólo es el poeta más lúcido y poderoso del teatro del siglo xx sino que es también el formulador de su propia postura científica. Y por lo tanto, sigue siendo válida su crítica al capitalismo, aún después de la Guerra Fría, porque pareciera que el fatal desenlace de ésta implica la legitimación de la explotación del hombre por el hombre.

Por lo anterior, tendríamos que aceptar que el análisis brechtiano sigue vigente y aún más ante el hecho de que la revolución socialista, haya sido eso: un fracaso. Esto no quiere decir que el capitalismo sea el mejor de los mundos posibles, precisamente pienso que la crisis de nuestra cultura tiene mucho que ver con esta ausencia de crítica al capitalismo.

La enorme virtud que tiene el teatro de Brecht, y en particular La honesta persona de Sechuán, es la de conectar con la gente. Me planteé una obra que no renunciara a la profundidad, al mismo tiempo que fuera intensamente accesible a todo público, que igual supiera decirle y entusiasmar a un labrador que a un doctor en filosofía, y ésta es la virtud de Brecht: yo diría que incluso es probable que el labrador se apasione más y entienda con mayor lucidez las terribles contradicciones de la ética en el mundo moderno, como las plantea Brecht, que los propios filósofos.