Año 3 • No. 139 • mayo 10 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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Convertir la democracia en espectáculo corrompe los procesos electorales
La mercadotecnia, y no las urnas,
está llevando a los hombres al poder
Edith Escalón

Beatriz Pagés Rebollar.
La mercadotecnia, y no las urnas, está llevando al poder a hombres y mujeres que no tienen nada que ofrecer en términos de gobernabilidad, progreso y desarrollo social, aseguró Beatriz Pagés Rebollar, directora general de la revista Siempre!

Al participar en “Coloquios en la democracia”, un encuentro organizado por la agrupación política Generación Ciudadana y apoyado por la uv, la periodista aseguró que el imperio de la mercadotecnia ha “vanalizado” la política e impedido que los candidatos se sientan obligados a poner en la arena de la competencia modelos, proyectos o propuestas de desarrollo nacional.
Dijo también que el país ya no se puede dar el lujo de llevar al poder a un candidato que sea un mero producto de la publicidad política y no del talento, sensibilidad, experiencia y conocimiento de los problemas nacionales, “ya no queremos oír frases ocurrentes que nos digan que, como el mago Merlín, pueden solucionar la insurrección en Chiapas en 15 minutos”.

Para ella, la idea de convertir la democracia en un espectáculo ha contribuido a corromper los procesos electorales y el sustituir el contacto directo con la gente por spots televisivos, ha pervertido el fondo, la forma y la mística esencial de la política “porque un modelo de país y un proyecto de nación no puede exponerse en 30 segundos de tiempo aire”.

A su crítica añadió que bajo las reglas de la mercadotecnia, un contendiente se siente obligado a hacer una oferta impactante, aunque sea inasequible, sorprendente, aunque no sea cierta, y que llegue a las emociones, aunque no necesariamente llegue a la inteligencia.

“La fantasía, la mentira y la exageración son instrumentos de la publicidad comercial para vender condones, y son las que actualmente se utilizan para vender candidatos políticos”, aseguró.

Paralelamente a este problema, Pagés Rebollar comentó que es otro problema, quizá más determinante, el que puede llevar al fracaso la reforma electoral: el encarecimiento de la democracia, pues en una época marcada por la comunicación mediática y la mercadotecnia, la conquista debe, necesariamente, pasar por la televisión.

De hecho, según estadísticas presentadas en la conferencia, uno de cada dos pesos destinados a las campañas electorales se gasta en medios de comunicación: “Por eso vemos que la crisis ética de los medios es evidente, pues se han convertido en “mercenarios del poder”.

Beatriz Pagés explicó que gracias al argumento de que la política cuesta mucho, se ha propuesto una reforma electoral para acortar campañas y precampañas, transparentar recursos y evitar que dinero sucio patrocine a los candidatos, y sin embargo, no se ha considerado ahí un cambio profundo en la relación Estado, sociedad y medios de comunicación, y específicamente, entre la televisión y el poder.

Dijo que tanto el gobierno como los partidos políticos temen afectar los intereses de los monopolios informativos, pues las tarifas que hoy cobran los consorcios de la televisión y el radio por la transmisión de campañas políticas son de tales proporciones, que sólo capitales muy poderosos pueden acceder a ellos.

Además, la existencia en México de dos monopolios privados que controlan el 87 por ciento de la televisión y 14 familias que son dueñas del 76 por ciento de la radio comercial, permite que sean ellos los que decidan, al margen de la autoridad, sin ninguna regla más que las del mercado, lo que quieren cobrar por cada segundo de transmisión.

Es precisamente el encarecimiento de la democracia, aseguró la periodista, el que pone a las instituciones nacionales en un serio riesgo, pues permite la entrada para que dinero sucio, políticos vinculados a la droga o fuertes corporaciones extranjeras decidan las elecciones en México.

Después del análisis, Beatriz Pagés añadió que el espíritu de la reforma electoral debe blindar a la política no sólo contra el despilfarro, sino contra el negocio: “La política y la democracia deben dejar de ser considerada por los medios de comunicación como un espectáculo a partir del cual los concesionarios, y no los ciudadanos, obtienen los mayores beneficios”.