Año 3 • No. 139 • mayo 10 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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Nuestra Otra Voz
Calaco y la solidaridad de sus habitantes
Karina Arriaga Murrieta
El cariño a la tierra, el trabajo arduo en la milpa que une a padres e hijos, la facilidad con que se crea un ambiente de cooperación y solidaridad, son algunos de los motivos que tiene Antonio Hernández Hernández para hablar de su comunidad con franco orgullo.

Procedente de Calaco, municipio de Benito Juárez, este estudiante de cuarto semestre de la carrera de Contaduría brindó algunas reflexiones de su pueblo a quien quiera conocerlas:

“Soy de un lugar llamado Calaco (lo pronunciamos Calch-aco), que en náhuatl significa “arribita de la casa”, y está cerca de la zona norte de Chicontepec. Para llegar de Xalapa hasta allá se hace un recorrido de aproximadamente ocho horas. El clima es caluroso, y el paisaje de los alrededores es de un verde bonito. En el pueblo la mayoría de las casas están hechas de adobe, y en promedio hay alrededor de mil habitantes, de los cuales muchos hablamos náhuatl, como lengua materna, aparte del español.

Para vivir y sobrevivir la gente se dedica a cultivar maíz y frijol con gusto. Yo creo que esta actividad no la vemos como para ganar dinero, sino como un placer el vivir la vida en el campo, sentimos una gran satisfacción por lo que hacemos y se deja de pensar en el dinero. Tal vez no tenemos muchos recursos económicos, pero estamos bien, y es posible que las personas que son de la ciudad no entiendan el encanto que posee acompañar a tu padre a la milpa y platicar, comunicarnos y trabajar juntos, apoyarnos y no ver lo que hacemos como una obligación…”

“La gente es muy humanitaria, unida, se preocupa por ayudar al prójimo; puede decirse, que existe en Calaco una integración grupal, el pueblo tiene su forma de organizarse para muchas cosas, desde fiestas hasta el trabajo conjunto.
Por ejemplo, en las fiestas como la de Todos Santos se nota el ambiente festivo y la organización y el empeño de los habitantes para realizarla. Algo muy bonito de estos días, pero que lamentablemente se ha ido perdiendo un poco, es que algunos señores se reúnen y van de casa en casa con su violín, jarana, guitarra, para tocar huapangos.

También está la fiesta del 15 de mayo, dedicada a San Isidro Labrador, el patrono de los agricultores. Esta celebración es un espacio de recreación, y llegan muchos de otras comunidades; así crea una integración no sólo de los de mi pueblo, sino de los que llegan de lugares cercanos, y creo que no hay mejor manera de fomentar la solidaridad humana.

Aún permanecen muchas costumbres y tradiciones en Calaco, una de ellas es la conservación de la lengua náhuatl pese a que cada vez más se va castellanizando. Para mí el náhuatl es más familiar y poético que hablar en español, ya que este segundo idioma lo uso para cosas más urbanas, más formales. Me gustaría que hubiese un espacio donde se pudiera plasmar las cosas graciosas y poéticas de mi lengua materna.

Pero también otras costumbres se han ido olvidando o están a punto de desaparecer, tal como la vestimenta tradicional o el tener música de huapango en las bodas, pues ahora se prefiere seguir modas de fuera, lo cual me parece lamentable…”

“Mi abuelo me decía que si sólo piensas en obtener cosas materiales puedes ponerte a trabajar de lo que sea y conseguirlas, pero si quieres vivir bien contigo mismo hay que empezar por hacer algo que te guste y apasione. Por eso, pese al reto que representaba continuar mis estudios, decidí poner mi mejor esfuerzo y dejar Cacalco para asistir a la Universidad. Gracias al apoyo moral de mi padre y una beca que conseguí por parte de Conafe, hoy estoy aquí y espero llegar más lejos cada vez, porque una de las cosas que más me gustan es estudiar…”