actores
profesionales que han optado por conformar su vida en el colectivo
teatral y no lanzarse a la dispersión ni a la disolución
de su vida artística en la competencia individual de los mercenarios
de la actuación, que es el destino común de casi todos
los actores en México.
Casi el toda la compañía vivió en el Colegio
de San Cayetano (la Casa del Teatro), el cual fue un proyecto para
crear una comunidad de gente de teatro. Ahora estamos en Pátzcuaro
con la misma intención y las mismas intuiciones, pero confirmándolas
en el ejercicio profesional. Y éstas son: apostar por la estabilidad
y atender con congruencia al diagnóstico que nos dice que la
construcción de un teatro nacional tiene que pasar por la descentralización,
pues la renovación del público del teatro mexicano,
no está en las grandes ciudades, sino sobre todo en las pequeñas
comunidades. Porque en efecto, el teatro es un arte personal destinado
a la convivencia viva.
Es sumamente estimulante lo que empieza a pasar con nosotros, ya que
hacemos teatro a la luz de las grandes exigencias del arte. No queremos
renunciar a esto. La comunidad demanda y merece el mejor teatro que
podamos hacer en este país o en el mundo. Sin embargo, el teatro
que hacemos está destinado a otro espectador, no al consumidor
de mercado ni al hastiado ya de las grandes ciudades, entregado a
la frivolidad y a la banalidad que reproduce la agonía de la
vida teatral.
En Pátzcuaro hemos encontrado una enorme cantidad de gente
que despierta y se entusiasma por el teatro, bien porque nunca lo
había presenciado así, o bien porque nunca había
tenido ocasión de acudir. Entonces de pronto descubrimos que
la mayoría del país no ha tenido acceso y, ¿por
qué seguir saturando los escasísimos sitios de producción
teatral para un público hastiado en la Ciudad de México,
para cuatro pedantes, cuando el país está esperando
participar en la cultura viva? Por eso hemos querido hacer esta obra,
en principio para la comunidad de Pátzcuaro, y después
para la michoacana, y finalmente también para la del país.
Por eso hemos estado en Pátzcuaro, en Morelia, y ahora vamos
a estrenar en la Ciudad de México.
¿Cuál
es su concepción de una compañía estable? Creo
que hay muy pocas. Hay poquísimas, y cada vez es más
difícil su existencia. Por un lado está el modelo
de las antiguas compañías, que eran un colectivo teatral
que permanecía unido, como en un momento lo fue la Compañía
Nacional de Teatro, y por otro la concurrencia de actores por proyecto,
que una vez terminado un montaje o una temporada se dispersan y
eventualmente se vuelven a crear los elencos, lo que impide que
los espectáculos pervivan en el tiempo.
Producimos una cantidad de obras que se consumen en su temporada
y desaparecen, no podemos pues, conservarlas. La tendencia en México
es llegar a las cien funciones y develar la placa, como si llegar
a esta cifra fuera el criterio de algo. Lo único que está
manifestando eso es la efímera vida del quehacer teatral.
Evidentemente, si los actores se reúnen por evento, cada
vez que se junten, dado que el teatro es un arte colectivo, hay
que ponerse de acuerdo casi siempre en el abc. Y entonces no se
avanza, no se puede articular un lenguaje propio y menos conservar
las producciones, sin que esto implique matar los espectáculos
de la temporada.
En el Cedram la convocatoria al actor es para vivir permanentemente
en la compañía y hacer 20 ó 15 espectáculoslos
que hagan falta, los cuales tendrán una vida prolongada
para que podamos comparar los primeros con los siguientes. De manera
que el espectador pueda asistir al discurso que conforman distintos
y progresivos espectáculos. Esto crea una estética
y un discurso que los antiguos llamaban tradición y esto
es lo que forma al público.
Proceder como procede el mercado en la producción de eventos
para los consumidores, nunca va a generar público. Yo recuerdo
que durante mi infancia, mis padres solían decir que ellos
iban al teatro. Era una práctica que los conformaba como
espectadores, iban todas las semanas. Programaban sus temporadas
teatrales con seis meses de antelación, sabían de
antemano qué era lo que iban a ir a ver. Es decir, eran espectadores
del teatro e iban al teatro, no iban a ver obras. Esto desapareció
por la inestabilidad de la producción. Así pues, un
elenco estable es el sustentador del desarrollo de un discurso.
¿Se
encuentra preparando algo? En este momento vamos a empezar la temporada
en México de Sechuán, evidentemente estamos con los
planes para los siguientes espectáculos. Nos encontramos
todavía en el proceso de elegir los proyectos que siguen,
pensamos invitar a otros directores para que también se enriquezca
la diversidad de posibilidades teatrales.
Pero esta compañía tiene otra misión que es
adicional a su trabajo de producción de obras: su vocación
pedagógica. Es decir, al tiempo que es una compañía
de actores, también es una compañía de maestros.
La mayoría de ellos son pedagogos y, paralelo a que nos hemos
formado como artistas hacedores del teatro, también nos hemos
formado en un seminario de pedagogía, para poder también
transmitir y comunicar las metodologías que hemos podido
ir articulando en la Casa del Teatro. Y de momento, una vez terminada
la temporada de Sechuán, lo que toca, como alternancia, es
dedicarnos tres meses a los diplomados y talleres pedagógicos
que vamos a ofrecer: unos van dirigidos a la comunidad de Pátzcuaro,
otros a los hacedores del teatro en Michoacán y otros a nivel
nacional.
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