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Continúa
la Muestra Internacional de Cine
Roberto Ortiz Escobar |
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La
segunda semana de la XLIII Muestra Internacional de Cine nos remite
a situaciones sociales incómodas presentadas en diferentes
geografías del planeta. En buena medida, las muestras de Cine
ilustran no propiamente el lado amable de la industria fílmica,
aquella que promueve historias donde el amor se vierte de mieles en
comedias románticas y melodramas forzados, o bien, donde el
heroísmo alcanza dimensiones sorprendentes mediante efectos
especiales en el cine de aventuras fantásticas y de ciencia
ficción.
Tres películas nos refieren el problema del desempleo en diferentes
países, hoy en día. Si bien observamos edades diferentes
en los personajes de Suite Habana (Cuba, 2003, de Fernando
Pérez), el abanico humano mostrado expone los numerosos pliegues
de una condición material miserable que abruma la cotidianidad
habanera. En la casa, la calle o el trabajo, apreciamos la estrechez
económica y las aspiraciones de una población inserta
en una crisis cada vez mayor. Sin necesidad de aludir la realidad
política castrista o el calamitoso bloqueo comercial estadounidense,
el docuficción de Pérez se nos muestra
como un mosaico, rico en contenido, aunque triste por visión
de condiciones humanas deplorables.
El lado izquierdo del refri (Canadá, 2000, de Philippe
Falardeau) ubica su acción en Québec, pero nos muestra
el lado poco amable de un país desarrollado con problemas de
desempleo. En este caso, el de Christophe, un ingeniero cuya urgente
búsqueda laboral será documentada en todo momento por
su amigo Stéphane con una cámara individual que lo acosa
en interiores y exteriores, en la vida pública y privada, durante
el día y parte de la noche. Este falso documental, además
de funcionar como reflexión sobre la pretendida forma mediática
de denunciar la realidad, se convierte en delirante mirada del mundo
marginal quebequense.
A otra dura situación impuesta por las fronteras geográficas
de un país y otro, se refiere Luces distantes (Alemania,
2002, de Hans-Christian Schmid). La zona de clausura está determinada
aquí por las aguas del río Oder, y será Alemania,
el territorio promisorio elegido por la ola de migrantes polacos que
cruzan las aguas, sin que necesariamente logren el refugio clandestino
alentador. En una muy cuidadosa investigación sobre un tema
de gran actualidad, el cineasta dota de dramatismo crispante al itinerario
azaroso de varios polacos dispuestos a la acción límite
al abandonar el país que los vio nacer con tal de buscar mejores
oportunidades de vida.
La muestra remata el próximo sábado y domingo con dos
películas que parten de la realidad socio-histórica,
brindando una imposible historia de amor, o bien, una reflexión
sobre la intolerancia: El papalote y Buenos días
noche.
El papalote (Líbano-Francia, 2003, de Randa Chahal-Sabbag)
es una puesta al día del drama de Romeo y Julieta a partir
de dos adolescentes que tan sólo con la mirada se atraen sin
posibilidad de lograr el encuentro feliz. El chico es un soldado israelí
instalado en una torre desde donde vigila el movimiento del territorio
libanés ocupado donde vive la muchacha. La brevedad narrativa
va de la mano de un tratamiento delicado y doloroso, que sólo
en breves momentos se irradia de belleza.
Por lo que se refiere a Buenos días noche (Italia, 2003,
de Marco Bellocchio) se trata de otro intento fílmico por recordar
un momento crucial en la historia italiana del siglo pasado: el secuestro
del primer ministro por el grupo terrorista Brigadas Rojas. Sin pretender
abonar en los pormenores de dicho acontecimiento, se intenta aquí
dilucidar los móviles y posibles líneas de pensamiento
de los secuestradores y del secuestrado. Sin la convicción
de otros filmes, el polémico Bellocchio hace un filme de gran
actualidad, observando con pesimismo las acciones terroristas. |
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