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Al
rescate de la literatura...
La voluntad humana
Irán Mendoza Cárdenas (Facultad
de Idiomas)
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Sin
duda alguna, los seres humanos buscamos asir todas aquellas realidades
que, obviamente, aún no poseemos. En ocasiones las conseguimos;
sin embargo, algunas veces las perdemos por extrañas razones.
En esto último reside lo absurdo de la vida y de las situaciones
que, en el caso de La cámara, nos expone Sartre.
Los relatos que el padre del existencialismo incluyó en su
libro El muro poseen una característica en común:
sus personajes son seres inadaptados. Como lo dije en mi anterior
reseña: se encuentran dislocados del mundo que los rodea y
se procuran un confinamiento mental. En cada uno de estos textos,
a pesar de su cierta similitud, Sartre nos expone una condición
humana diferente. En El muro, la problemática es la víspera
de la ejecución de los protagonistas, mientras que en La cámara
se trata de la obstinación de la voluntad humana y la inutilidad
de ciertos esfuerzos.
Al principio del relato, Eva aparenta ser una persona más testaruda
de lo que en realidad es: su padre, desde que Pedro cayó enfermo
(¿?), la iba a visitar todos los jueves con la finalidad de
convencerla de internar a su esposo en la clínica del doctor
Franchot. A cada intento inútil, Eva respondía con un
enérgico disgusto.
Cierto jueves, como de costumbre, el señor Darbedat deja a
su esposa (quien, al igual que Pedro, por alguna extraña enfermedad
estaba confinada a una silla de ruedas) para ir a visitar a su hija.
Contra cualquier expectativa, ese día él descubre que
su hija se niega a enviar a Pedro al hospital y que, además,
–a pesar de la “supuesta” demencia de Pedro–,
ellos aún son amantes. Tanto él como su esposa intentan
protegerla de Pedro; sin embargo, no es de él de quien deben
protegerla, sino de ella misma.
Sartre define perfectamente los rasgos psicológicos de sus
personajes; los simplifica y complica sus existencias a fin de que
nos demos cuenta de que, bajo cualquier tipo de situaciones, adversas
o prósperas, los actos humanos son gobernados por la voluntad,
o empecinamiento según prefieran llamarle, aunque al final,
ésta no sea tan fuerte y decidamos abandonar aquello por lo
que luchamos; ya sea por hartazgo, por compasión o por amor.
Sartre, Jean Paul. El muro. Editorial Época, novena edición,
México, DF, 2002. 292 páginas. |
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