Año 4 • No. 148 • agosto 23 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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  Tercera llamada
Fundamental que el director de orquesta conozca mejor la obra que sus músicos
Jorge Vázquez Pacheco


Francisco Savín.

“El director debe saber más que todos los músicos de la orquesta; debe saber más de la obra a tocarse, de su estructura, de su relación directa e indirecta con la cultura circundante, qué lenguaje tiene y cómo es manejado ese lenguaje», aseguró el maestro Francisco Savín, entrevistado a propósito del reciente curso de dirección de orquesta que impartió en la ciudad de México, como parte del plan de actividades promocionadas y coordinadas por el Consejo Nacional de las Artes, CNA.

En el curso de dirección de orquesta participaron músicos procedentes de varias ciudades de la república, al igual que un conjunto instrumental integrado por aproximadamente cincuenta ejecutantes, quienes también se vieron beneficiados con el mismo.

Insisto en la sencillez y la honestidad de este hecho teatral, porque posee un enorme valor artístico, es decir, evidentemente no estamos ante una puesta en escena surgida de la casualidad y de la ocurrencia, bañada con tintes de espectacularidad, la cual apuesta por el enriquecimiento lícito o ilícito. No, de ninguna manera, más bien lo contrario: este trabajo es producto del esmero, la dedicación, la disciplina y el afán de hacer las cosas bien y con conocimiento de causa, donde se denota, de manera innegable, una técnica de creación, pulida y afinada con los años, sin la cual naufragaría al primer embiste del público. Aquí está de manifiesto el compromiso con el arte, con el teatro y en consecuencia con el espectador mismo.

Pero ¿dónde está el corazón de este trabajo que genera belleza?. Más allá de todas las buenas voluntades que quieren complacer al público, como sucede frecuentemente. Me permito creer que está precisamente en el difícil arte de conocerse a sí mismo, de haber descubierto esto, lo cual no es nada nuevo pero terriblemente cierto: de lo único que podemos hablar es del ser y del estar, es decir, de lo que somos. Cualquier cosa que se aleje de esto, en consecuencia, será imposición, impostura y por tanto falsedad.

Así pues, en el camino a la autenticidad uno deja atrás todo lo superfluo y banal para quizá venir a descubrir lo que estaba allí desde un principio: que con nuestra sencillez se puede generar belleza.

Largo y sinuoso camino, pero que sin duda vale la pena recorrer aún a sabiendas de que no tiene final, de que el trabajo creativo es interminable.

Historias alucinadas se presentó el pasado 19 y 20 de marzo en Nicolás Bravo 33, como una suerte de función de prueba. Pero para que no se quede en un manjar sólo para algunos elegidos, espero que pronto empiece una temporada regular de este espectáculo, que en verdad creo es una buena muestra del teatro que todos merecemos ver.

Actúa: Gabriela Ochoa, dirige: Adriana Duch, diseño y construcción de la máscara: Jean-Marie Binoche, producción de: Esfera, Zona teatral y Los jardines de la máscara.