Para la
contribución a un grado de mayor entendimiento y colaboración
en cualquier motivación académica y de trabajo, nunca
está por demás hablar y pensar sobre la comunicación
y el diálogo dentro y a pesar de los obstáculos que
impone la contemporaneidad. Trataré de dar claridad a los
contrasentidos que pueden percibirse en actitudes actuales ante
cualquier tendencia de lenguaje crítico hacia nuestra colectividad
humana, ya sea como sociedad, nación, o sistema político
y cultural.
Esencialmente existen dos formas de actividades críticas,
o que implican juicio de valor e involucra a los individuos en la
vida cotidiana. Una se da a nivel local, el de las personas en cercanía,
el de nuestras actividades diarias y de trato directo, en donde
uno mismo está involucrado en una posible autocrítica.
Y otra que analiza el funcionamiento de las colectividades o sistemas
de organización humana y su relación con las demás
cosas.
Parece ser que tenemos menor conciencia de la primera por tratarse
de algo que se entrevera en nuestras actividades personales y de
trabajo cotidianos, y que también es el dominio de los egos
y los temores personales, así como el de los supuestos culturales
de comportamiento individual heredados. Es el terreno donde existe
todo tipo de sentimientos personales y actitudes en constante roce
con los demás, es donde existe la amistad, la grilla,
la adulación, convencimiento, seducción, manipulación,
recriminación e imputación de culpas, compromisos
y falsos compromisos, complicidades. Se cultivan grandes compañerismos
y amistades, pero se siembra fácilmente resentimiento y veneno.
La violencia emocional y psicológica, y el daño personal,
pueden ser brutales en este terreno. En todos estos hechos existe
juicio de valor o crítica que nos hace decidir qué
hacer.
De la segunda forma de crítica tenemos mayor conciencia de
lo que es, pero extrañamente, la evitamos y le mostramos
una actitud indiferente, le imputamos, a quien la prefiere, una
negatividad y pesimismo suficientes para descalificar de antemano
su discurso, sin previo análisis o sin intención de
comprender entre líneas el texto crítico.
Personalmente puedo decir, por observación, que son muchas
las personas que practican la primer forma de crítica y juicio,
en facetas complicadas y tortuosas, y desechan la segunda, adjetivándola
de negativa, destructiva, y estimándola secretamente como
incómoda. Fácilmente se toma el estandarte de poseer
un optimismo ciego a la negatividad. Es aquí donde participamos
de una incongruencia y contrasentido. Es muy fácil imputar
una queja personal, amargura, pesimismo o negatividad, a quien se
atreve a formular análisis críticos sobre nuestra
situación como colectividad humana. Es una manera de simplificar
y neutralizar tal crítica ante el temor de vernos reflejados
en un diagnóstico global. Este temor nos hace muy susceptibles
a las palabras.
El carácter impersonal de la crítica que pretende
analizarnos como colectividad humana es el intento de diagnóstico
de algo que un individuo solo no puede percibir, se necesita por
lo tanto, de diálogo y variadas perspectivas para descubrir
los reales problemas y sus dimensiones. Éstos críticos
pueden ser, en muchos casos, los médicos del organismo colectivo
humano, quienes intentan un diagnóstico, pero que sólo
puede lograrse en equipo, con sutilezas variadas de apreciación
y diálogo paciente y receptivo, no el diálogo impositivo
del ego en el que fácilmente solemos caer y contagiar.
Puntos
clave y una bibliografía relacionada
El trasfondo de esta invitación a analizar nuestra estimación
hacia la crítica, es por diversas inquietudes acumuladas
a través de mi experiencia y sobre apreciaciones relacionadas
con los siguientes puntos o aspectos concretos de nuestro trasfondo
cultural. También incluyo a continuación una sugerencia
bibliográfica relacionada con cada aspecto.
La más grave consecuencia, pienso, de este estado de nuestra
actitud crítica, o no crítica, es la ceguera y el
egoísmo con el que nos movemos como colectividad, aún
la individualidad consciente y analítica es persuadida en
suficientes aspectos y por muchos supuestos adquiridos de nuestra
cultura del tecno-progreso, como para hacernos no contribuir a esa
desatención global. Nuestro principal rehén, como
ya mucha gente comienza a tener mayor conciencia, es la compleja
e inescrutable naturaleza (incluidos probablemente, aspectos esenciales
de la naturaleza humana).
Tal vez se requiere tener mayor madurez para comprender nuestro
papel de cómplices en este estado de cosas, madurez para
no caer en las constantes persuasiones que incansablemente inventa
nuestra interiorizada conciencia de oficialidad que
nos conduce y pretende justificar la herida moderada
a nuestra tierra (y a nosotros mismos) a favor de los beneficios
del progreso
tecno-científico.
Los problemas se pueden ver bajo diferentes especialidades del conocimiento
y variadas perspectivas. Lo importante es la conciencia de unidad
que pueda ayudarnos a no segmentar nuestra visión de la realidad,
y por lo tanto a perder claridad ante los problemas fundamentales.
Son diversos los filósofos, hombres de espiritualidad, científicos
de elite académica internacional que, desde hace varios años,
convergen en encuentros y diálogos con visiones mas unificadoras
del conocimiento; es decir, especialistas mayormente librados de
los intereses que ejercen las burbujas de su especialidad y en muchos
casos de las instituciones oficiales, especialistas que entienden
como fin del conocimiento la totalidad de la vida.
Además de una gran aportación con sus puntos de vista
y perspectivas de la contemporaneidad, los autores de los diversos
libros y artículos, que abajo se mencionan, todos han compartido,
a mi juicio, la característica común de manifestar
inherentemente una crítica amplia y fundamentada al estado
de cosas presentes en nuestra vida contemporánea y al mundo
occidentalizado. lucarrma@hotmail.com
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