Año 4 • No. 153 • septiembre 27 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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Psicoanálisis y Vida Cotidiana
La novela del perverso
Ricardo Ortega Lagunes (Miembro fundador de la Red Analítica Lacaniana)

La perversión es una de las tres grandes psicopatologías estudiadas por Freud. En 1905 en uno de sus Tres Ensayos de una Teoría Sexual, en un punto llamado sobre las Aberraciones Sexuales hace un primer acercamiento a ella. A pesar de que tanto la neurosis (represión), como la psicosis (forclusión) y, por supuesto, la perversión (desmentida) tienen un mecanismo organizador ligado a la sexualidad, la perversión, a simple vista, se nos aparece como la más ligada al tema sexual.

Al tratar las aberraciones en todas su variantes zoofilia, necrofilia, fetichista, sádico, masoquista, voyeurista, exhibicionista, pederasta, etc. Freud establece algunas líneas propias para la perversión, pero al mismo tiempo, algunas generales válidas tanto para la psicosis como para la neurosis. La estructura perversa es complicada y puede abordarse desde la cuestión del deseo, del goce, desde la ley paterna, la culpa, la deuda, el fantasma… Hoy sólo avanzaremos por la arista del saber en el perverso.

En un primer momento, Freud se vale de la perversión para demostrar cómo al hombre no le corresponde un único objeto sexual. El supuesto de que a un hombre le correspondería como objeto de su tendencia una mujer y viceversa, queda en entredicho, queda cuestionado por la realidad y no porque la homosexualidad sea una perversión, sino por que la sexualidad humana se funda en y desde un mal lugar: en el cuerpo de la madre. ¿Por qué?, y cómo pensar que haya alguien que pueda satisfacer sus apetencias sexuales con un objeto, con un animal, o infringiendo dolor o pidiéndolo, o buscarlo con seres indefensos?
Freud se adelanta diciendo que entre pulsión sexual y objeto sexual no hay una soldadura definitiva y que todo hace suponer que la pulsión sexual es al comienzo independiente de su objeto.

Que tiene lo sexual que debe reprimirse, forcluirse o desmentirse. Lo que el sujeto reprime, forcluye o desmiente es algo del orden lo sexual: pero sólo en tanto la pulsión carece de un objeto dado de antemano. Ni la pulsión le facilita la determinación del objeto, ni hay “saber del objeto” que la pulsión podría determinar. Lo que está en juego en el sexo es el saber del objeto y la pulsión no facilita ese saber. Es decir, hay algo en lo sexual que el sujeto no sabe… porque nada quiere saber de que no puede saber que no hay saber sobre lo sexual (El campo del Inconsciente).

La sexualidad del sujeto tiene que ver con ciertas maneras que tiene el niño de referirse a sus primeros objetos: la historia de la erogeneización de su propio cuerpo. De alguna manera las llamadas fases: oral, anal y genital. Así ser hombre o ser mujer no es un punto de partida, sino de llegada: no se hace hombre o mujer se nos hace uno u otro, no importa la anatomía. Lo sexualidad se enmarca entonces como un acto totalmente cultural.

En 1923 con el trabajo La organización genital infantil, Freud introducirá su concepto de falo y a partir de ahí giraría la teoría sexual. Así, Freud reconoce que es un genital el que tiene el papel rector y dominante en la sexualidad. El primado del genital es el primado del falo y es en esta organización fálica donde reside la amenaza de castración. La loca idea infantil sobre la universalidad del pene lo lleva a pensar que todos los seres humanos, animales y hasta objetos inanimados tienen pene.

Sus posteriores indagaciones lo conducen a descubrir su premisa. La impresión de presencia-ausencia de pene en los seres que lo rodean, le hacen pensar que, sin lugar a dudas, alguna vez éste estuvo presente. El falo es así el símbolo de la falta de pene. El mecanismo perverso deviene del horror de castración de la madre, así es como el sujeto establece una escotomización, una denegación de la falta en la madre. En términos subjetivos puede decirse que el perverso es un sujeto que se pone, se convierte en el falo de la madre, en objeto del goce del otro. Una vía es que la madre del perverso es fálica y el padre del perverso está eclipsado, borrado, desdibujado.

La perversión así es producida a un sujeto que vive de manera única su paso por los complejos de “Edipo” y castración. El “Edipo” define una matriz en donde está implicada una lógica y no una cronología. La denegación o desmentida es el mecanismo que caracteriza la perversión. Pero, ¿de qué trata eso que el perverso niega doblemente?

Niega la castración materna, para el perverso no hay falta. El vivir a la madre como que algo le falta, pero que le falta, a la madre le falta un pene. En lo real a la madre no le falta nada, pero ante su suposición de que le falta algo, tiene que negarse, por tanto: la desmentida.