Año 4 • No. 153 • septiembre 27 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Páginas Centrales

 Información General

 Compromiso Social


 Arte Universitario


 Foro Académico


 Halcones en Vuelo


 Contraportada


 Números Anteriores


Créditos

 



 

 

 

Entrevista
El unipersonal de Carmen Leñero
Roberto Benítez y Claudia Domínguez







La palabra poética a escena

Provocaciones, antagonismos y metamorfosis que suele atestiguar el espectador teatral son procedimientos similares en otros textos en donde la palabra reencarna, no como abstracción sino como una presencia viva para hablar públicamente de lo privado, nos dijo en su apasionado recuento de los “hechos” Carmen Leñero (Ciudad de México, 1959), narradora, poeta, cantante e investigadora –más lo que se acumule– quien visitó esta ciudad el pasado fin de semana para participar en el diplomado de Análisis del Discurso que organizan las facultades de Filosofía y Letras de la UV.

En el diplomado, Carmen Leñero impartió del 15 al 16 de octubre el curso “Categorías de la Semiología teatral aplicables al análisis de textos literarios y filosóficos”, en el que consideró procesos de lectura que pongan a trabajar la imaginación del lector e identificar esas interpelaciones que hacen que el escrito se proyecte en el presente, como en un escenario e invitan al lector a una acción virtual para acercarse a la experiencia sensible, para entregarse al placer de pensar.

Además de ello, la noche del viernes 15 Carmen Leñero se despojó de sus gruesos lentes de doctora en Literatura por la UNAM, o a lo mejor los convirtió en micrófono, y ofreció un concierto (umplugged o acústico, le dicen ahora) en el Café Tierra Luna en donde interpretó de su álbum Tierra mía canciones mexicanas (La petenera, La bruja, La cama de piedra, Granito de sal, etcétera) que le acompañaron en su infancia como primeros y insospechados acercamientos poéticos, además de otras composiciones propias o de otros autores, sin faltar la del estribo y a capella: Lucía, de Serrat.

De Carmen podemos decir lo mismo que decía Eugenio Barba sobre el teatro: es el despliegue una energía extracotidiana. No es un espíritu flemático, ella no puede estarse quieta: hay mucho de gestualidad de actriz cuando diserta en un salón sobre los temas más profundos de la filosofía o de la interpretación textual; la vena literaria salta cuando compone sus canciones; el placer del conocimiento y el orgullo de éste se advierte en la manera en la que se conduce en sus conciertos, así como en la elección deliberada de la lírica popular de nuestro país, plena de inocencia poética; es una anciana y es una niña cuando escribe y creemos que se convierte en Asterión cuando se pierde en Xalapa. He aquí la charla que tuvimos con ella...
¿Qué importancia le das al teatro en tu vida? El teatro me ha enseñado una manera de leer, de pensar, de hacer cambiar las cosas. Una forma de volver encarnada y vivas las palabras, o sea de darles nueva vida. Como soy escritora, no soy gente de teatro sino escritora y cantante, entonces la escena me ha enseñado a hacer que la escritura funcione como en la escena, que también la lectura sea un acontecimiento.

De hecho de eso tratan mis tesis: mi tesis de maestría trata sobre Pirandello y en general sobre los procedimientos del arte teatral ligados con la locura como procedimiento de disgregación de la personalidad, y el teatro como una disgregación también de voces, de espacios y de tiempos. Esta metáfora que usa Pirandello en Enrique IV, un personaje que está loco y que finge que está loco, y todo este juego metateatral me permitió ver, explorar un poco cuales eran los intríngulis del teatro en general como fenómeno.

Estos rasgos generales los apliqué después en mi tesis doctoral, pero no en obras de teatro, sino en otro tipo de escritos. Tomé unos ensayos filosóficos, diarios, confesiones, poemas dramáticos y empecé a imaginar su escena posible, ¿en qué escena? Pues en una escena mental pero con características sensibles, donde un cuerpo y diversas voces pueden habitar; pero sobre todo donde pueda haber una tensión que se resuelva, o se plantee al menos su resolución virtual, la solución para el corazón aunque no sea para la mente. Y de eso se trata mi tesis de doctorado que se llama La escena invisible que es sobre teatralidad en textos que no son dramáticos.

¿En estos textos estás viendo el diálogo como una vía de acceso para el ser? Como una vía de acceso a lo desconocido del ser mismo. Es decir todo aquello que busca a ambos, lo podamos concebir dentro del ámbito científico, religioso, político, psicológico. Todas aquellas realidades a las que no tenemos directo acceso, toda la actividad simbólica, que puede ser en cualquier arte, pero que en el teatro están utilizados todos los recursos. Esta actividad simbólica sirve como un sacramento, un rito de mediación con aquello otro que no se manifiesta en el mismo lenguaje, es como usar el lenguaje de manera que nos lleve más allá del lenguaje. Es preguntarse ¿cómo usar el lenguaje, para que nos haga traspasarlo y llegar a donde normalmente las palabras no pueden llegar?

Este pensar teatralizado se manifiesta no sólo en los textos que estudiaste y comentaste en este curso (un diálogo de Heidegger, el Cántico de San Juan de la Cruz, los diarios de Wittgenstein, un relato de Dürrenmatt), sino también en tu forma de exponer...

Pues por eso, porque forma parte de algo que es verdadero en mí. Todo lo que pueda realmente pensar con honestidad tiene que ser verdadero en mí, y para mí el teatro ha sido una experiencia de corporización de la palabra; aunque soy escritora tengo en mente, al espectador: al lector como un espectador vivo. Esa conciencia tan fuerte hace que yo quiera que en el texto sucedan las cosas, no que se las cuente alguien que ya sucedieron o sucederían sino que cuando las esté leyendo le sucedan. O sea que el texto no sólo diga sino haga y de ahí toda esta exploración de cómo hacer que las palabras que yo escriba tengan vida cuando sean leídas… Otros poetas se lo plantean de otra manera, a mí me sirvió mi experiencia de lo teatral para transferirla a la escritura.

¿Has escrito para el teatro? No… Bueno, he escrito algunas obras de un acto, por ejemplo en el libro La luna en el pozo que es sobre Pirandello, al final hay una obra en un acto, un dialogo en un escenario entre las sombras de Pirandello y Artaud discutiendo sobre conceptos del teatro, uno como más mítico y otro más psicológico, intelectual. En un nuevo libro escribo un diálogo, una andanza entre unos investigadores. Entonces sí teatralizo de pronto en mis textos, pero no he escrito para la escena real sino yo lo que trato de hacer es que los textos (poesía, ensayo, narrativa) sean la escena.

¿Y has actuado? Sí, de amateur, pero soy cantante. A menudo estoy en escena y es cuando hablo y canto. Claro, el canto es como un tipo de actuación muy peculiar, pero está muy ligado con la literatura, entonces cuando escribo es como si quisiera cantar en un escenario real con personas reales.

¿Cómo vinculas tu trabajo poético con tu trabajo narrativo?, porque trabajas en todos los géneros. Pues son estados de ánimo distintos y voces distintas, aunque todas intentan unirse en una misma voz, o sea la fusión de voz es lo que une mi trabajo.

De todas maneras adquiere modalidades, de mañana, de tarde… y a veces es como una modalidad más poética, más súbita, más de contemplación y a veces es una más analítica, más de pensar, más compleja, que se expande y siento como cuestiones corporales. Son como distintos tipos de cosquillas. Claro que todos son géneros que precisan oficio, es decir son distintos, en cada uno de estos oficios tengo que aprender, es como si aprendieras distintas lenguas pues cada una tiene sus leyes y sus normas que infringir; pero de todas maneras hay un sentimiento común de que lo que quiero: la manifestación más libre, menos inaccesible de lo que está pasando en mí.

Siento que esa es mi tarea, como una cuerda que vibra y que deja sentir las vibraciones, pues eso es ¿no? Por eso no me importa qué tema sea, yo no estoy casada ni con temas ni con disciplinas, sino con un proceder que en realidad escogí porque no me quedaba de otra, porque así me gustaba, de niña eso fui, no tuve que elegir grandemente. Las clasificaciones son elecciones del mundo: que si esto es esto que si esto es el otro, en fin. Y está bien porque es un marco que te permite entender las cosas, pero para mí tienen vasos comunicantes tan musculares, tan intrínsecos que me cuesta trabajo clasificarlos en términos de esto va con esto, etcétera. Todo tiene que ver y para mí hay cosas que están conectadas per se.