Año 4 • No. 157 • octubre 25 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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  Psicoanálisis y Vida Cotidiana
¡No hay relación sexual!
Ricardo Ortega Lagunes
(Miembro fundador de la Red Analítica Lacaniana)

En los 60 Lacan bajo un aforismo memorable y provocador sentenció: “No hay relación sexual” no obstante enseguida señalo: “Pero sí hay relaciones sexuales”, las otras, las que se dan entre cuerpos desprendidos, sufrientes, deseantes. No hay relación sexual, en tanto la primera relación sexual por antonomasia es aquella que se establece entre madre e hijo. La madre es un sujeto deseante, su deseo es cuna de la vida y también de la muerte de un sujeto en potencia. La madre vive en el hijo un tiempo de completitud, de alguna forma lo vive como un placer omnipotente.

Esa primera relación entre el deseo y la carne (madre-hijo) es única y paradójica. Cuando el hijo está en el vientre materno, puede vivirse como la parte que completa a la madre, y el momento en el que la madre toma al hijo como el falo que le falta, también el hijo puede vivirse como el falo que le falta. Esta es, ni más ni menos, la relación sexual, relación que funda una perdida, una paradoja y un mito. Cuando el hijo esté en el seno materno no es, cuando se desprende al mundo “para ser” ya no está. Al ocurrir esta caída al mundo, entra en el dilema obligado de abandonar ese placer y buscar su lugar, su inscripción en lo simbólico, simplemente su ser. Cuando estuvo en el vientre materno no era, cuando quiere sujetarse al mundo (ser) ya no está. Eterna búsqueda e imposible encuentro a la que consolamos con otro amor.

El hijo al buscar su ser, busca el objeto primero, objeto mítico, objeto perdido, objeto causa de deseo. En un tiempo se pensó que esa búsqueda era razón del mito del andrógino, quien en un tiempo fue completo y al perder una parte, deriva en la parte faltante. Hubo que esperar a Freud para saber que la sexualidad humana, la sexualidad universal, se establece en un cuerpo habitado por deseo y por lenguaje. No hay relación sexual porque no hay relación de completitud. Buscar el objeto perdido es la ficción del amor: porque algo falta puedo desear y amar.

El deseo materno, vale decir, se da desde antes del nacimiento e incluso de la concepción. En tanto el anhelo de un hijo por la mujer, es parte de su paso por la vivencia de su castración y por su posicionamiento en el mito edípico. Los laberintos del deseo materno tienen consecuencias psíquicas estructurantes. Si la madre conserva al niño como su falo y el creyéndoselo, sin que el padre se interponga haciendo el corte y lo reclame para la cultura, podría darse un caso de psicosis.

Que el niño pueda considerarse igual al falo sucede en el terreno del inconsciente del sujeto, especialmente del femenino. Lacan en su Seminario IV señala que: “Los datos analíticos indican igualmente que la niña -e incluso de forma general el niño- puede concebirse a si misma como un equivalente del falo, manifestarlo a través de su comportamiento y vivir la relación sexual, bajo una modalidad que supone que ella le aporta el falo al partener masculino. A veces esto se nota hasta en los detalles de su posición amorosa privilegiada, cuando se abraza al partener acurrucándose en cierto rincón de su cuerpo”.

Si el psicoanálisis plantea que: no hay relación sexual, también señala que aunque se den las relaciones sexuales, hay algo en ellas que las destina a fallar, ¿por qué?, la originalidad freudiana fue acercarse a esta cuestión. Hay algo en el orden de lo real1[1] que se impone a lo sexual, es decir, no hay relación sexual total que me dé perpetua satisfacción. No hay, en tanto lo real pone en evidencia, en primer lugar, la separación estructural entre el hombre y la mujer y en segundo, porque lo real de lo sexual nunca alcanza a ser nombrado totalmente. La palabra, el lenguaje, no puede decir lo real, decirlo todo.

De este modo, la actividad sexual resulta caprichosa, afectada por un déficit que no reabsorbe. Freud hará pasar esta línea de choque entre la sexualidad y la cultura; Lacan, entre la sexualidad y el lenguaje. Desde el momento en que el hombre habla, ya no tiene ninguna posibilidad de encontrar un acceso no mediatizado a lo sexual.