Año 4 • No. 157• octubre 25 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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Aseguró el profesor de la unam Juan María Alponte
No implica desarrollo el crecimiento económico
Edgar Onofre

El crecimiento de las variables económicas en términos estadísticos, por ejemplo, del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), no implica mecánicamente el desarrollo de un país, advirtió el escritor y profesor de la UNAM Juan María Alponte, y uno de los principales comentaristas de la cultura de nuestro país al sustentar su ponencia en el marco del Seminario Pensar el Desarrollo, que organizó la semana pasada el Instituto de Investigaciones y Estudios Superiores Económicos y Sociales (IIESES) de la Universidad Veracruzana.

“El desarrollo –explicó– es el crecimiento de las variables estadísticas más el cambio social, el cambio cultural y el cambio político con la plena participación de la sociedad.

México no lo ha hecho. Ha tenido periodos de crecimiento, sin duda, de las variables estadísticas, pero no siempre han estado vinculadas al desarrollo y sí, al revés, a la concentración del ingreso en una minoría y, por tanto, el crecimiento entre nosotros ha significado, siempre, la desigualdad y no el desarrollo”.

Juan María Alponte.
Alponte destacó que de 1950 a 1975, las variables estadísticas de nuestro país crecieron por encima del seis por ciento y casi sin inflación, sin embargo, al final de esa etapa, el 50 por ciento de la población más pobre controlaba una parte del ingreso inferior a la de 1950. En este sentido, destacó el papel que el sistema educativo mexicano tiene en el contexto internacional y cuyo desempeño lo sitúa, según cifras del reporte del Foro Económico Internacional en la ciudad de Davos, Suiza, en el lugar 74 del mundo. El mismo informe sitúa la calidad de las escuelas públicas del país en el lugar 69, la calidad de las matemáticas en el 80, de las instituciones científicas y de investigación en el 52, la colaboración entre universidad e industria en el 45, la disponibilidad de científicos en el 82 y el índice global de competitividad en el 47.

Además, enfatizó que México se ha convertido en un país dependiente de un solo espacio económico en cuanto a las exportaciones: el 90.04 por ciento de las exportaciones en el 2003 se dirigieron hacia Estados Unidos y Canadá, –el 88.78 por ciento para los eu y el 1.71 por ciento para Canadá. Al respecto, advirtió que la posibilidad real de desarrollo no es viable en tanto desciende el valor agregado de las exportaciones, aún cuando los niveles macroeconómicos se mantengan sin explosiones: “México se convierte en un país cada día más maquilador y la proporción de valor agregado en sus exportaciones es apenas del 29.3 por ciento”, y concluyó que “Un país que renuncia a la generación de valor agregado en sus exportaciones, renuncia a la innovación de su planta productiva y, por ende, a la creación de empleos. Renuncia, pues, al desarrollo”.

Destacó, de igual forma, que el mismo informe de Davos sitúa a México en el lugar 89 de entre 102 países en cuanto al costo del crimen y la violencia; en el 88 en cuanto al crimen organizado y en el 73 en cuanto al sector informal irresponsable en sus deberes fiscales, mientras que ocupa el lugar 82 en cuanto a la calidad de sus servicios policíacos: “Para la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), México está incapacitado para cumplir sus metas socioeconómicas, infraestructurales y culturales, por la ineficiencia de su sistema fiscal. Sus ingresos son los más bajos de la OCDE, incluyendo Turquía, país que tiene la mitad del ingreso per cápita que México y es mayoritariamente musulmán”, agregó.

Alponte, durante su discurso, privilegió las nociones de ética y verdad como elementos fundamentales para el desarrollo y, en este sentido, distinguió la moral de la ética en cuanto a la primera de ellas obedece a la tradición, a los diez mandamientos, y la segunda a la reflexión, decisión y argumentación.

Con todo, Alponte aseguró que: “México es un país de potencial extraordinario que requiere, sin duda, un proyecto de desarrollo que convierta la transformación de las prioridades en el marco de una indisputable reforma del Estado que ponga, a la cabeza de las prioridades, los problemas y no los escándalos cotidianos, la verdad y no la disputa envenenada de personalidades que no siempre son personas. La revolución democrática no consiste en poner las cosas patas arriba, sino en crear instituciones fiables, confiable, que hagan convivenciales la política
y la ética”.

Por su parte, la especialista de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de las Naciones Unidas, Graciela Moguillansky, urgió a que los países latinoamericanos aceleren sus procesos de innovación productiva y advirtió que México tiene los peores indicadores en la colaboración entre la universidad y la industria para la investigación: “Los países que mayor inversión extranjera reciben con los que menos invierten en investigación”, recalcó.

Además, señaló que los países maquiladores, registran una demanda baja de sus exportaciones y con una demanda mínima de sofisticación en tecnología, lo que ocasiona que las universidades registren poco desarrollo en ciencia y tecnología y, con ello, la fuga de talentos. Estos países, advirtió, están obligados a otorgar un valor agregado a sus productos, así como a privilegiar la modernización de su producción y el rejuvenecimiento de tecnologías maduras. La especialista de la cepal dijo que, además, estos países deben integrarse a redes globales de producción e innovación, mismas que en al no existen o son débiles y dependen de la inversión extranjera, que es mínima, según su opinión. Moguillansky aseguró que las aglomeraciones de empresas denominadas “clústers” significan una buena oportunidad para la economía de los países latinoamericanos pues las empresas están en condiciones de compartir costos, riesgos y beneficios.

Moguillansky advirtió que los países de al carecen de un Sistema Nacional de Innovación regulado entre la iniciativa privada y el estado, que estimule la investigación, educación, articulación, cooperación entre las empresas, el trabajo en redes, la conformación de “clústers” y la transferencia tecnológica. Los países latinoamericanos deben buscar la articulación entre gobierno, investigación y empresa y la socialización del conocimiento.