Año 5 • No. 161 • noviembre 29 de 2004 Xalapa • Veracruz • México
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Psicosis
Roberto Ortiz Escobar

Hoy se proyecta en el Aula Clavijero la penúltima cinta del ciclo de Alfred Hitchcock organizado por la UV. Se trata de Psicosis (Phsyco, eua, 1960), cuya narración audaz con escenas muy dialogadas y otras silenciosas, acrecientan a tal punto la tensión del espectador, que lo orillan a cambiar su identificación de un personaje
por otro.

Dos situaciones se han vuelto referencia obligada para el cine, ya que Psicosis resultó una obra renovadora para su época. Por un lado está la desaparición a los cuarenta minutos de quien suponíamos era el personaje principal. Por el otro, la escena brutal del asesinato de Marion Crane (Janet Leigh) en una tina de baño compuesta con 70 planos y diversas posiciones de cámara para una duración de 45 segundos.
Ante todo, está el perfil asignado al psicópata, lo que permitió delinear una personalidad compleja que no era común en el cine de horror. Hitchcock se basaría en la novela homónima de Robert Bloch, inspirada a su vez en Ed Gein, una especie de taxidermista de cadáveres femeninos desenterrados con el auxilio de un anciano. El guión se debió a Joseph Stefano, la escalofriante música de cuerdas la compuso Bernard Hermann y las actuaciones corrieron a cargo de Anthony Perkins (Norman Bates), Janet Leigh (Marion Crane), Vera Miles (Lila Crane), John Gavin (Sam Loomis).
Previamente, el cineasta inglés había realizado la suculentamente mórbida Vértigo (1958) y la eficaz y entretenida Intriga Internacional (1959). Como la primera no tuvo el éxito deseado y la segunda había disparado sus costos de rodaje, la Paramount se puso renuente ante el posible fracaso de Psicosis. De ahí que Hitchcock asumiera el autofinanciamiento con la propiedad del 60 por ciento del valor del negativo. Con un costo aproximado de 807 mil dólares, saturó el mercado con estrenos simultáneos y logró una recaudación de 18 millones de dólares durante el primer año de proyección.

Tal vez la acogida favorable se deba a un manejo del suspenso y del terror, no estilado por el cine comercial hasta ese momento. El planteamiento de la violencia y la agresividad enfática evidenciaban la evolución de Hitchcock al ubicar su historia con el hombre común agobiado por los fantasmas más espeluznantes.

Estaba también su claridad en la narrativa visual televisiva (él realizaba programas para la pantalla chica) y las exigencias de un nuevo público que no confiaba en el tratamiento correcto de los entornos anómalos.

Después de esta cinta, la mirada de Hitchcock se volvió más oscura, siniestra y desalentadora. Basta observar el tratamiento del personaje de la madre asignado en Los pájaros, Marnie y Frenesí.

El blanco y negro le sienta a la perfección a una obra que nos remite al pecado y la culpa, a zonas oscuras de la mente imposible de clarificar. La imagen final de Norman dominado totalmente por la personalidad de la madre es de un patetismo impresionante. Comentarios: roeamarcord@yahoo.com.mx