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Psicosis
Roberto Ortiz Escobar
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Hoy
se proyecta en el Aula Clavijero la penúltima cinta del ciclo
de Alfred Hitchcock organizado por la UV. Se trata de Psicosis
(Phsyco, eua, 1960), cuya narración audaz con escenas muy
dialogadas y otras silenciosas, acrecientan a tal punto la tensión
del espectador, que lo orillan a cambiar su identificación
de un personaje
por otro.
Dos situaciones se han vuelto referencia obligada para el cine,
ya que Psicosis resultó una obra renovadora para su
época. Por un lado está la desaparición a los
cuarenta minutos de quien suponíamos era el personaje principal.
Por el otro, la escena brutal del asesinato de Marion Crane (Janet
Leigh) en una tina de baño compuesta con 70 planos y diversas
posiciones de cámara para una duración de 45 segundos.
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Ante
todo, está el perfil asignado al psicópata, lo que permitió
delinear una personalidad compleja que no era común en el cine
de horror. Hitchcock se basaría en la novela homónima
de Robert Bloch, inspirada a su vez en Ed Gein, una especie de taxidermista
de cadáveres femeninos desenterrados con el auxilio de un anciano.
El guión se debió a Joseph Stefano, la escalofriante
música de cuerdas la compuso Bernard Hermann y las actuaciones
corrieron a cargo de Anthony Perkins (Norman Bates), Janet Leigh (Marion
Crane), Vera Miles (Lila Crane), John Gavin (Sam Loomis). |
Previamente,
el cineasta inglés había realizado la suculentamente
mórbida Vértigo (1958) y la eficaz y entretenida
Intriga Internacional (1959). Como la primera no tuvo el éxito
deseado y la segunda había disparado sus costos de rodaje,
la Paramount se puso renuente ante el posible fracaso de Psicosis.
De ahí que Hitchcock asumiera el autofinanciamiento con la
propiedad del 60 por ciento del valor del negativo. Con un costo aproximado
de 807 mil dólares, saturó el mercado con estrenos simultáneos
y logró una recaudación de 18 millones de dólares
durante el primer año de proyección.
Tal vez la acogida favorable se deba a un manejo del suspenso y del
terror, no estilado por el cine comercial hasta ese momento. El planteamiento
de la violencia y la agresividad enfática evidenciaban la evolución
de Hitchcock al ubicar su historia con el hombre común agobiado
por los fantasmas más espeluznantes.
Estaba también su claridad en la narrativa visual televisiva
(él realizaba programas para la pantalla chica) y las exigencias
de un nuevo público que no confiaba en el tratamiento correcto
de los entornos anómalos.
Después de esta cinta, la mirada de Hitchcock se volvió
más oscura, siniestra y desalentadora. Basta observar el tratamiento
del personaje de la madre asignado en Los pájaros, Marnie
y Frenesí.
El blanco y negro le sienta a la perfección a una obra que
nos remite al pecado y la culpa, a zonas oscuras de la mente imposible
de clarificar. La imagen final de Norman dominado totalmente por la
personalidad de la madre es de un patetismo impresionante. Comentarios:
roeamarcord@yahoo.com.mx |
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