Año 5 • No. 166 • enero 31 de 2005
Xalapa • Veracruz • México
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  Registró el ocurrido en el sudeste asiático
La red sísmica en el Pico de Orizaba
captó el sismo que provocó el tsunami
Edith Escalón
Las tres estaciones de monitoreo sísmico encargadas de registrar la actividad geológica del Pico de Orizaba, operadas por la UV, registraron, tan sólo 20 minutos después, los dos temblores que provocaron del otro lado del mundo, el tsunami asiático que ha cobrado en tres semanas la vida de más de 280 mil personas.

Gracias a la precisión, sensibilidad y amplificación de estos instrumentos, las estaciones de monitoreo –operadas por la UV, el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) y la Dirección de Protección Civil– registraron, además, los 9 grados de magnitud de los terremotos y las sucesivas vibraciones y oscilaciones que se presentaron en toda la tierra, en los 30 minutos posteriores al evento sísmico.

“Tener esta información, apenas unos minutos después del terremoto, demuestra la capacidad de nuestro registro sísmico”, señaló Ignacio Mora, director del Centro de Ciencias de la Tierra, desde donde se coordinan las estaciones Halcón 1, Halcón 2 y Chipe, localizadas a más de cuatro mil 200 metros de altitud en las caras norte, sur y este del volcán. Explicó que debido a la velocidad de propagación de las ondas sísmicas en la corteza terrestre (aproximadamente seis mil metros por segundo) el tiempo transcurrido entre el momento del sismo y su registro en las estaciones de control fue de unos 20 minutos. “Aunque no lo sentimos, graficamos este sismo como lo hacemos con muchos otros que se presentan casi todos los días”.

Los sistemas de monitoreo captaron el sismo en Asia.
Para dar una idea de su magnitud, Mora indicó que la energía necesaria para provocar un sismo así sería equivalente a la explosión de un millón de bombas atómicas, y añadió que no todos los terremotos de esa magnitud, aun los que se originan en el mar, provocan maremotos o pérdida de vidas humanas, “para que esto ocurra deberán reunir ciertas condiciones, como el sitio, la profundidad del sismo y sobre todo que se genere un movimiento vertical en el fondo del mar.

”Sabíamos que era fuerte, pero no sabíamos dónde había sido, simplemente porque no se puede determinar el origen de un sismo sin cálculos matemáticos que contrasten numerosos registros entre puntos de referencia distantes geográficamente. A escala global, nuestras estaciones de monitoreo están prácticamente en el mismo lugar”.

Cabe recordar que las tres estaciones que operan en el Pico de Orizaba desde hace cinco años, fueron creadas para monitorear los micro sismos locales que se presentan por el efecto de la actividad interna del volcán, que no captarían estaciones lejanas.

El investigador, integrante del Centro de Información y Registro Sismológico (Cires), reconoció que a diferencia del clima o la actividad de la atmósfera, los sismos son impredecibles, pero aceptó que la información hace posible aminorar sus efectos catastróficos.

Dijo que redes de monitoreo sísmico podrían evitar, por ejemplo, la afectación que sufrieron países lejanos al epicentro del maremoto asiático, donde las olas –que viajan por el mar a menos de 300 kilómetros por hora– llegaron mucho tiempo después de que los instrumentos de medición registraran las señales: “Eso hace una diferencia abismal que podríamos aprovechar”.

De haber tenido una red mundial organizada que intercambiara información y tuviera presencia y reconocimiento global, habría sido posible alertar, por ejemplo, a las personas de la India o África, que fueron alcanzadas por el tsunami horas después de lo ocurrido en la costa oeste de Sumatra.

Recordó que los tsunamis pueden viajar miles de kilómetros en el mar sin perder fuerza, por lo que aseguró que el tiempo que tardan en tocar tierra puede representar la diferencia entre la vida y la muerte de miles de personas.

En el contorno costero del Océano Pacífico, expuesto al arribo de estos maremotos, existe una red de alertamiento de tsunamis, basada en la intercomunicación de numerosas estaciones de monitoreo sísmico, que contemplan los litorales americanos, asiáticos y australianos, además del polo sur. No obstante, ésta no cubre otros puntos de menor riesgo, como el mar Adriático, donde se generó el terremoto que causó el tsunami en diciembre.

En cuanto a nuestro país, comentó que existe la tecnología suficiente para crear una red de alertamiento de tsunamis, pero reconoció que hacerla eficiente requeriría mucho más que recursos humanos: “Necesitaríamos montar numerosas estaciones de monitoreo en todo el litoral del Pacífico, incluso hasta con tecnología propia, pero estamos hablando de recursos importantes que no sé si el gobierno estaría dispuesto a costear”.


Estación de monitoreo sísmico de la Universidad Veracruzana ubicado en las faldas del volcán Pico de Orizaba.
Tsunamis en México
Según consta en documentos del Cenapred, toda la costa del Pacífico está expuesta al arribo de maremotos, especialmente los estados de Nayarit, Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas. En los últimos años se han reportado 49 tsunamis, algunos de ellos con olas que han alcanzado los 10 metros de altura.

A partir de 1992, el Centro de Investigación Científica y Educación Superior de Ensenada (Cicese) y la Secretaría de Marina, en colaboración con el Sistema de Alerta de Tsunamis del Pacífico, instalaron y mantienen tres mareógrafos que monitorean permanentemente la actividad sísmica en el océano.

El Golfo de México no está considerado como zona de riesgo de maremotos, pues no existen placas tectónicas que pudieran generar terremotos con movimientos verticales, sin embargo, Ignacio Mora no descartó la posibilidad de que eventos de este tipo, generados en otras zonas, pudieran llegar a afectar estas costas mexicanas.

La regla de oro
Aunque existen toda una serie de recomendaciones a seguir antes, durante y después de un tsunami, Ignacio Mora habló de una regla de oro: “Antes que el tsunami toque tierra, el mar se va, las olas se alejan de la costa dejando al descubierto grandes zonas de arena, cuando esto pasa, uno tiene cerca de 10 minutos para adentrarse en la ciudad por lo menos 10 cuadras (un kilómetro) o subirse a estructuras resistentes de más de 15 metros”.