Año 5 • No. 168 • febrero 14 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Festejantes invisibles:
el otro rostro del carnaval de Veracruz
Carolina Cruz
Veracruz, Ver.- El registro formal del carnaval de Veracruz data de 1925, cuando un primero de febrero se nombró al primer Comité del Carnaval del Puerto de Veracruz, integrado por representantes de la sociedad civil: un patronato. Pero desde 1886 existían las mascaradas o Fiesta de las máscaras, un baile de disfraces que se celebraba en los salones del puerto y cuyos participantes aprovechaban el camino para lucir y jugar en las calles con sus disfraces, siendo festejados por las personas que se asomaban para verlos.

Hoy el carnaval ha perdido, al paso de los años, su auténtica expresión de fiesta popular y ha sido institucionalizado por el gobierno, para volverse una encomienda más de la administración municipal y un excelente negocio para éste y los particulares. Tal es el sentir generalizado de quienes han dedicado parte de su vida a su rescate y conservación.

“Gandhi”, más de 20 años de participación
carnavalesca.
Diversos historiadores coinciden en lo anterior y establecen diferencias entre los festejantes del carnaval, cifrado por el santoral cristiano al final del invierno y en el preámbulo de la primavera, 40 días antes de Semana Santa, de fecha movible de manera que termine siempre en miércoles de ceniza. Antes: la fiesta de la carne; después, los días de guardar, la abstinencia, para luego recordar siempre en miércoles que “polvo eres y en polvo te convertirás”. Es el carnaval consecuente con la religión y con la institución municipal.

Los otros festejantes son aquéllos que depositan en la tradición oral y en la irreverencia institucional gran parte de su configuración. Por lo tanto, es un contrasentido que ahora sea un elemento institucionalizado, asienta Miguel A. Montoya, egresado de la maestría en Comunicación, Cultura y Sociedad de la Universidad Veracruzana, quien se ha dedicado a la investigación de esta festividad y ha realzado la importancia de los festejantes invisibles como los “legítimos y auténticos actores del carnaval”.
Las festividades tienen que ser vistas como elementos de la humanidad en términos de creación de situaciones que rompen con el sentido formal de la vida, con su crudeza: “cuando terminó López Portillo su mandato, los veracruzanos sacaron un carro alegórico donde el personaje ataviado con bolsas de dinero, lo aventaba por todas partes: era una crítica radical, tenía un valor y un significado que expresaba un sentir social y político del pueblo”. Ahora, esos intentos de inmediato son reprimidos, para este año el pueblo proponía al ex alcalde José Ramón Gutiérrez de Velasco para ser la figura que representara la quema del mal humor, porque sentía que era lo más acorde con la situación de vida cotidiana que acaban de vivir. Una concepción que la institución nunca va a poder comprender.

En cambio, cuando se habla de carnaval en el contexto de lo carnestolendo se recupera el sentido popular de la celebración, pues son los sujetos quienes hacen posible la expresión popular que le da sentido al carnaval. “Lo carnavalesco como relaciones entre sujetos que comparten situaciones de vida cotidiana y causan alteraciones a partir de la comicidad como expresión inherente a distintas dimensiones de significación en las que se mueven y conviven”, señaló Montoya Cortés, también catedrático de la experiencia educativa “Identidad y cultura”, en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UV.

“La festividad y, por tanto, el carnaval, es un conjunto de tiempo, espacio y sujetos, cuyo fin principal es frenar el sentido del sistema productivo”. Cierto, porque ahora los veracruzanos vemos que el carnaval es una fiesta de productos y por tanto de consumo, que deja de lado a quienes no tienen poder adquisitivo para disfrutar de los magnos eventos que organizan las autoridades municipales, como los espectáculos de las coronaciones. Los bailes populares, por su parte son cada vez menos y con un repertorio que en nada emula a los carnavales de antaño.

Según el investigador, para entender el carnaval actual habría que preguntarse cómo define la festividad el estado, el régimen, el municipio y las diferentes organizaciones participantes que tienden a uniformar y estandarizar, que buscan más bien influir en la formación del sentido y en las formas de consumo. Porque del otro lado “están los verdaderos personajes del carnaval, hacia quienes nadie voltea la mirada, los que pasan imperceptibles para el Estado y que son los que disfrutan (y nos hacen disfrutar), sin ninguna clase de distingos sociales la celebración: los festejantes invisibles”.


“Doña Lala”, una de las festejantes invisibles.
  ¿Quienes son estos personajes a los que alude Montoya? “Son aquellos que participan año con año no por que les vayan a pagar, o por recibir un reconocimiento institucional o una medalla o porque vayan a aparecer en los medios, son los auténticos y legítimos actores del carnaval, como las Bastoneras del 14, los comparseros, los personajes intrépidos que espontáneamente aparecen con sus disfraces y que año con año se suman al desfile”.

El académico puso como ejemplo a Alicia García, que vivió en la miseria extrema y así murió en el patio Tanitos del barrio de La Huaca después de haber liderado por 30 años a las Bastoneras del 14, o doña Lala Sáenz que, desde 1927 y hasta su muerte, intervino, o como Gandhi que, luego de participar en muchos carnavales, tuvieron que irlo a buscar en pleno desfile para prácticamente obligarlo a que aceptara un reconocimiento, porque se negaba.

“Las tradiciones cuando se dan en términos de oralidad en familias de barrio, son inagotables y se convierten en una fuente de expresión, de tal manera que logran crear una fuerza que va a resistir la globalización, las crisis de mercado, los descalabros económicos: mantener la identidad de una comparsa durante 20, 30 años, nos habla del arraigo a una identidad”. Es un hecho innegable que hay personajes que llevan años como comparseros y no sabemos quiénes son.

Los festejantes invisibles se caracterizan porque construyen una identidad propia que le aporta al carnaval un capital simbólico diferente, son grupos o individuos que participan en la festividad y carecen de reconocimiento institucional, son reconocidos en los medios como personajes exóticos pero no por la identidad que construyen, no participan en los concursos, llegan a defender su identidad incluso por medio de juramentos y se mantienen al margen de la organización formal.
Orígenes del carnaval
Los orígenes registrados del Carnaval de Veracruz datan de 1866, cuando el país soportaba la imposición del Imperio de Maximiliano. Los jarochos, siempre dados a la jácara y al buen humor, solicitaron al Prefecto Superior del Departamento, Don Domingo Bureau, permiso para celebrar la Fiesta de Máscaras, bailes de disfraces realizados en los principales centros sociales de la época: la Aduana Quemada, el Teatro y algunos salones donde el pueblo daba rienda a su alegría y buen humor.
La mercadotecnia, una amenaza
Las empresas buscan establecer en el carnaval el monopolio de sus productos: la mercadotecnia es tal que las calles se visten de conocidas marca de refresco o de cerveza que, con el pretexto del carnaval, obtienen del complaciente ayuntamiento permisos que a ambos les generan cuantiosas ganancias.