Año 5 • No. 169 • febrero 21 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Habló el director del Museo de Antropología de Xalapa
Las falsificaciones, problema de todos los museos del mundo: Morante López
Jorge Vázquez Pacheco

Las falsificaciones son un problema de todos los museos de México y del mundo, afirmó Rubén Morante López, director del Museo de Antropología de Xalapa (MAX). Antropólogo con estudios en la Escuela Nacional de Antropología e Historia y en la unam. Morante es director del Museo desde 1998.

Al abordar este delicado tema, abiertamente y sin inhibiciones, lanzó una afirmación contundente: no existen falsificaciones en el recinto que dirige y administra. “Si tenemos apenas una leve sospecha de que alguna pieza es falsa, se va a la bodega, se le sustituye por una cuya autenticidad no esté en tela de juicio. Viene después del proceso de auscultación y estudio por parte de los especialistas, hasta que se obtiene un dictamen confiable”.

Para ello existen procedimientos como la termoluminiscencia, que ciertamente es prolongado pero permite identificar sin duda en qué época fue cocido el barro de la pieza en cuestión.

El sonado caso de Brígido Lara fue la punta de una madeja que afortunadamente se descifró del todo. Lara, asignado como restaurador en el MAX, instaló en su casa un taller de modelado y el respectivo horno para cocer barro. Su técnica era tan depurada y compleja que logró imitar casi a la perfección la pátina que el transcurso del tiempo da al barro. Ha quedado claro que lo hizo sin afán de falsificar o de tratar de tomar el pelo a los antropólogos, pero sus piezas llegaron a muchos museos del mundo y allí fueron consideradas como auténticas, pese a que se trataba de meros ejercicios de alfarería.

Este caso provocó un escándalo de proporciones mayúsculas. Morante nos dijo al respecto: “No sólo en el taller de Brígido se hacían piezas de esa naturaleza; hubo otros talleres que detectamos rápidamente. Ahora, la experiencia nos ha enseñado a analizar rápidamente las piezas procedentes de hornos contemporáneos. Tenemos perfectamente ubicados todos los procedimientos que caracterizan estas piezas y puedo asegurar, sin temor a la equivocación, que ahora es imposible que se nos cuele alguna”.

Un recinto con personalidad y carácter propios
Cada museo cuenta con características singulares, con su propio espíritu, y el MAX no tiene por qué ser la excepción. Hay muchos detalles que le vuelven único y especial. Morante comienza por el recinto, un edificio único para una colección de piezas única.

“El inmueble fue diseñado y construido específicamente para albergarla. Eso lo hace distinto del Louvre de París, por ejemplo, que es una estructura bastante tradicional en la que la exposición debe adaptarse al inmueble. Aquí se ha respetado el criterio museográfico original, basado en la transparencia de los espacios, en el reflejo de la obra sobre los pisos y en la integración de las áreas verdes al museo mismo. Eso le concede la misma elegancia que le es propia desde su inauguración hace casi 20 años. Aquí no funcionamos con un criterio como el que priva en el Museo Nacional de Antropología e Historia, que es bastante completo y en el que se ha pretendido contener el mayor número de piezas en un mismo espacio.”

El entorno es también un espacio ecológico. Las áreas verdes funcionan como elemento de transición entre una y otra sala, así como los jardines arbolados que aíslan al recinto del bullicio urbano y de un entorno urbano que es cada día más agresivo, con más edificaciones alrededor que modifican el entorno del museo mismo. “Pero esta barrera vegetal logra evitar la contaminación visual; el fondo verde permite el efecto que parece fundir los jardines con el Cofre de Perote o el Pico de Orizaba, y eso lo hace maravilloso.”

La importancia de un escaparate para nuestra propia historia
En un momento de la charla, Morante procede a la reflexión. “Para algunos, el hombre se define como el animal que ríe. Para otros, es el animal que piensa. Desde mi punto de vista, el hombre es el animal que sabe que tiene historia. El hombre es capaz de educar sus sentidos para ser más sensible y, por consiguiente, más humano. Ubicar al hombre ante su historia, frente a frente con su pasado y con las raíces de su especial idiosincrasia, es una responsabilidad enorme.”

El MAX “resulta, entonces, una entidad de exhibición que muestra mucha de nuestra identidad como veracruzanos, como mexicanos y comos humanos. Es la ilustración del periplo vital de todo un grupo de culturas cuyas vivencias dieron forma a los contornos de la actual sociedad, en un proceso que consumió siglos de experiencias, de creatividad artística, experimentación arquitectónica y, desde luego, de generar tanto vida en el círculo familiar como muerte en los campos de batalla o la piedra de sacrificios.”

“El pasado de los veracruzanos no tiene por qué ser distinto al del resto de los mexicanos. El museo proporciona vida a una buena parte de la sociedad, y es la misma sociedad quien le proporciona vida. Es una suerte de intercambio en que todos somos partícipes. Todo va encaminado a mostrar hacia la colectividad el resumen de un proceso histórico que es elemental para comprender qué y cómo somos. Nuestro museo educa, concientiza en torno de los orígenes y nos hace cobrar una mejor conciencia de nuestra condición. Es allí donde radica la importancia y el espíritu de nuestro museo…”

El problema de descifrar vestigios
En el caso de las culturas prehispánicas, descifrar los restos es un problema de interpretación, no de lectura. “Aquí no hay términos medios. No hay ni documentos aproximados ni actas confiables; simplemente nada está escrito. Entonces, nuestro compromiso es interpretar la historia. Debemos leerla en las imágenes, las esculturas, los murales, y eso no es sencillo. Un personaje pintado de rojo puede significar nada para unos, mientras que otros verán en él a un condenado al sacrificio o un dignatario de elevada jerarquía social. ¿Qué representan las cabezas colosales de piedra? En mi opinión, se trata de un alto dignatario de un pueblo que desapareció hace tres mil años, mientras que otros verán en ellas la representación de un ser sobrenatural. La interpretación debe darse después de un largo proceso de auscultación científica, con base en los estudios de los investigadores calificados y con un criterio objetivo más que subjetivo.”

Hacer más con menos
Desde que fue fundado el actual MAX, en 1986, ha logrado crecer pese a las limitantes presupuestales. Las aportaciones de instituciones externas han sido importantes en este sentido, como la que proporcionó el Museo de Bonn para la remodelación de las bodegas, que son ahora espacios más seguros, mejor ordenados y permiten un buen trabajo de investigación.

“Se instaló un taller que funciona bajo la responsabilidad del mejor restaurador de Veracruz, Juan Pérez Morales. Hemos tratado de hacer diáfano y claro el discurso museográfico y conjugarlo con la estética. Hoy cuenta con un camino lógico con el que se conduce al visitante hacia el Veracruz prehispánico de forma cronológica; por primera vez pudo exhibirse una réplica del templo de Las Higueras con sus frescos y en medio de un contexto que permita la mejor comprensión, y se ha confirmado la autenticidad de piezas de cuya validez se dudaba. Una de ellas es el Danzante Olmeca de jade, que es una de las piezas más maravillosas que se han visto de la pequeña escultura indígena y que permanecía ignorada, guardada en una caja en el interior de las bodegas. La estela de El Tajín también es un caso similar. Se suponía falsa hasta que pudimos comprobar su autenticidad, sin sombra de duda.”

“Se ha dado forma también a la colección externa itinerante, denominada La magia de la risa y el juego en el Veracruz prehispánico. Una vez preparada, procedimos a ofrecerla y los museos inmediatamente nos la solicitaron. Por vez primera, se fue a Buenos Aires, después a Monterrey y ahora se encuentra en Chicago. Y esto sin afectar el acervo de nuestro museo.”

“Hoy ya no existe el problema de la sustracción, del robo. No se ha repetido, por fortuna, la dolorosa historia de El Señor de Las Limas, esta valiosa pieza que fue robada en 1972. Contamos con un sistema de alarmas restaurado y actualizado desde 1998. Hoy es uno de los más completos de México, cuenta con 32 cámaras que operan mediante un sistema de filmación interconectado con la central policíaca. Funciona las 24 horas de todos los días.”

Morante nos comentó que el Museo del Templo Mayor de México funciona mediante el trabajo de 123 personas mientras que el MAX lo hace sólo con 41.

“Los gastos operativos anuales de un museo como el de la ciudad de Chicago, que es diez veces más pequeño que el nuestro, ascienden a más de 47 millones de pesos. El de Xalapa consume apenas un poco más de dos millones. Sí, es cierto... la uv ha logrado aquí hacer más con menos...”