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Habló
el director del Museo de Antropología de Xalapa
Las falsificaciones, problema de todos los museos del mundo: Morante
López
Jorge Vázquez Pacheco |
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Las
falsificaciones son un problema de todos los museos de México
y del mundo, afirmó Rubén Morante López, director
del Museo de Antropología de Xalapa (MAX). Antropólogo
con estudios en la Escuela Nacional de Antropología e Historia
y en la unam. Morante es director del Museo desde 1998.
Al abordar este delicado tema, abiertamente y sin inhibiciones, lanzó
una afirmación contundente: no existen falsificaciones en el
recinto que dirige y administra. “Si tenemos apenas una leve
sospecha de que alguna pieza es falsa, se va a la bodega, se le sustituye
por una cuya autenticidad no esté en tela de juicio. Viene
después del proceso de auscultación y estudio por parte
de los especialistas, hasta que se obtiene un dictamen confiable”.
Para ello existen procedimientos como la termoluminiscencia, que ciertamente
es prolongado pero permite identificar sin duda en qué época
fue cocido el barro de la pieza en cuestión.
El sonado caso de Brígido Lara fue la punta de una madeja que
afortunadamente se descifró del todo. Lara, asignado como restaurador
en el MAX, instaló en su casa un taller de modelado y el respectivo
horno para cocer barro. Su técnica era tan depurada y compleja
que logró imitar casi a la perfección la pátina
que el transcurso del tiempo da al barro. Ha quedado claro que lo
hizo sin afán de falsificar o de tratar de tomar el pelo a
los antropólogos, pero sus piezas llegaron a muchos museos
del mundo y allí fueron consideradas como auténticas,
pese a que se trataba de meros ejercicios de alfarería.
Este caso provocó un escándalo de proporciones mayúsculas.
Morante nos dijo al respecto: “No sólo en el taller de
Brígido se hacían piezas de esa naturaleza; hubo otros
talleres que detectamos rápidamente. Ahora, la experiencia
nos ha enseñado a analizar rápidamente las piezas procedentes
de hornos contemporáneos. Tenemos perfectamente ubicados todos
los procedimientos que caracterizan estas piezas y puedo asegurar,
sin temor a la equivocación, que ahora es imposible que se
nos cuele alguna”. Un
recinto con personalidad y carácter propios
Cada museo cuenta con características singulares, con su
propio espíritu, y el MAX no tiene por qué ser la
excepción. Hay muchos detalles que le vuelven único
y especial. Morante comienza por el recinto, un edificio único
para una colección de piezas única.
“El inmueble fue diseñado y construido específicamente
para albergarla. Eso lo hace distinto del Louvre de París,
por ejemplo, que es una estructura bastante tradicional en la que
la exposición debe adaptarse al inmueble. Aquí se
ha respetado el criterio museográfico original, basado en
la transparencia de los espacios, en el reflejo de la obra sobre
los pisos y en la integración de las áreas verdes
al museo mismo. Eso le concede la misma elegancia que le es propia
desde su inauguración hace casi 20 años. Aquí
no funcionamos con un criterio como el que priva en el Museo Nacional
de Antropología e Historia, que es bastante completo y en
el que se ha pretendido contener el mayor número de piezas
en un mismo espacio.”
El entorno es también un espacio ecológico. Las áreas
verdes funcionan como elemento de transición entre una y
otra sala, así como los jardines arbolados que aíslan
al recinto del bullicio urbano y de un entorno urbano que es cada
día más agresivo, con más edificaciones alrededor
que modifican el entorno del museo mismo. “Pero esta barrera
vegetal logra evitar la contaminación visual; el fondo verde
permite el efecto que parece fundir los jardines con el Cofre de
Perote o el Pico de Orizaba, y eso lo hace maravilloso.”
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La
importancia de un escaparate para nuestra propia historia
En un momento de la charla, Morante procede a la reflexión.
“Para algunos, el hombre se define como el animal que ríe.
Para otros, es el animal que piensa. Desde mi punto de vista, el hombre
es el animal que sabe que tiene historia. El hombre es capaz de educar
sus sentidos para ser más sensible y, por consiguiente, más
humano. Ubicar al hombre ante su historia, frente a frente con su
pasado y con las raíces de su especial idiosincrasia, es una
responsabilidad enorme.”
El MAX “resulta, entonces, una entidad de exhibición
que muestra mucha de nuestra identidad como veracruzanos, como mexicanos
y comos humanos. Es la ilustración del periplo vital de todo
un grupo de culturas cuyas vivencias dieron forma a los contornos
de la actual sociedad, en un proceso que consumió siglos de
experiencias, de creatividad artística, experimentación
arquitectónica y, desde luego, de generar tanto vida en el
círculo familiar como muerte en los campos de batalla o la
piedra de sacrificios.” |
“El
pasado de los veracruzanos no tiene por qué ser distinto
al del resto de los mexicanos. El museo proporciona vida a una buena
parte de la sociedad, y es la misma sociedad quien le proporciona
vida. Es una suerte de intercambio en que todos somos partícipes.
Todo va encaminado a mostrar hacia la colectividad el resumen de
un proceso histórico que es elemental para comprender qué
y cómo somos. Nuestro museo educa, concientiza en torno de
los orígenes y nos hace cobrar una mejor conciencia de nuestra
condición. Es allí donde radica la importancia y el
espíritu de nuestro museo…”
El
problema de descifrar vestigios
En el caso de las culturas prehispánicas, descifrar los restos
es un problema de interpretación, no de lectura. “Aquí
no hay términos medios. No hay ni documentos aproximados
ni actas confiables; simplemente nada está escrito. Entonces,
nuestro compromiso es interpretar la historia. Debemos leerla en
las imágenes, las esculturas, los murales, y eso no es sencillo.
Un personaje pintado de rojo puede significar nada para unos, mientras
que otros verán en él a un condenado al sacrificio
o un dignatario de elevada jerarquía social. ¿Qué
representan las cabezas colosales de piedra? En mi opinión,
se trata de un alto dignatario de un pueblo que desapareció
hace tres mil años, mientras que otros verán en ellas
la representación de un ser sobrenatural. La interpretación
debe darse después de un largo proceso de auscultación
científica, con base en los estudios de los investigadores
calificados y con un criterio objetivo más que subjetivo.”
Hacer
más con menos
Desde que fue fundado el actual MAX, en 1986, ha logrado crecer
pese a las limitantes presupuestales. Las aportaciones de instituciones
externas han sido importantes en este sentido, como la que proporcionó
el Museo de Bonn para la remodelación de las bodegas, que
son ahora espacios más seguros, mejor ordenados y permiten
un buen trabajo de investigación.
“Se instaló un taller que funciona bajo la responsabilidad
del mejor restaurador de Veracruz, Juan Pérez Morales. Hemos
tratado de hacer diáfano y claro el discurso museográfico
y conjugarlo con la estética. Hoy cuenta con un camino lógico
con el que se conduce al visitante hacia el Veracruz prehispánico
de forma cronológica; por primera vez pudo exhibirse una
réplica del templo de Las Higueras con sus frescos y en medio
de un contexto que permita la mejor comprensión, y se ha
confirmado la autenticidad de piezas de cuya validez se dudaba.
Una de ellas es el Danzante Olmeca de jade, que es una de las piezas
más maravillosas que se han visto de la pequeña escultura
indígena y que permanecía ignorada, guardada en una
caja en el interior de las bodegas. La estela de El Tajín
también es un caso similar. Se suponía falsa hasta
que pudimos comprobar su autenticidad, sin sombra de duda.”
“Se ha dado forma también a la colección externa
itinerante, denominada La magia de la risa y el juego en el Veracruz
prehispánico. Una vez preparada, procedimos a ofrecerla y
los museos inmediatamente nos la solicitaron. Por vez primera, se
fue a Buenos Aires, después a Monterrey y ahora se encuentra
en Chicago. Y esto sin afectar el acervo de nuestro museo.”
“Hoy ya no existe el problema de la sustracción, del
robo. No se ha repetido, por fortuna, la dolorosa historia de El
Señor de Las Limas, esta valiosa pieza que fue robada en
1972. Contamos con un sistema de alarmas restaurado y actualizado
desde 1998. Hoy es uno de los más completos de México,
cuenta con 32 cámaras que operan mediante un sistema de filmación
interconectado con la central policíaca. Funciona las 24
horas de todos los días.”
Morante nos comentó que el Museo del Templo Mayor de México
funciona mediante el trabajo de 123 personas mientras que el MAX
lo hace sólo con 41.
“Los gastos operativos anuales de un museo como el de la ciudad
de Chicago, que es diez veces más pequeño que el nuestro,
ascienden a más de 47 millones de pesos. El de Xalapa consume
apenas un poco más de dos millones. Sí, es cierto...
la uv ha logrado aquí hacer más con menos...”
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