Año 5 • No. 169 • febrero 21 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Desde Inglaterra
A 200 años de la Batalla de Trafalgar
Fernando N. Winfield Reyeso

A 200 años de la Batalla de Trafalgar, la figura emblemática del Almirante Horacio Nelson es motivo de numerosas reseñas, libros y eventos. Y es que no se trata de un aniversario desprovisto de interés si se conocen los detalles y la importancia de este acontecimiento en el que el carácter de un marino da un giro a la historia y es motivo de una reflexión, en el plano individual, sobre el destino y la muerte, o en el contexto de la historia del mundo, sobre la rumbo de la geopolítica.

Es también un punto de referencia a la afición por las biografías y la posibilidad de la recreación de una de las fuentes míticas del nacionalismo en las islas, denominación local con la que intencionalmente se separa al Reino Unido (Inglaterra, Gales, Escocia, Irlanda e Irlanda del Norte) del continente europeo.
El sueño napoleónico de invadir las islas llevó a considerar diferentes estratagemas, bloqueos y combates navales. Tratando de liberar el canal que separa Francia de Inglaterra de los barcos de guerra británicos para intentar un desembarco, Napoleón ordenó a su flota retirarse hacia las Indias Occidentales para atraer al enemigo, de común acuerdo con la flota española. Los navíos españoles y franceses retornarían de manera combinada a Cádiz y de allí zarparían intentando sorprender a la marina británica. No contaban con el factor sorpresa y con un plan radical previsto por Nelson de dividir su flota en dos grupos.

La Batalla de Trafalgar se desarrolla hacia el Cabo de Trafalgar, en la costa suroeste de España el 21 de octubre de 1805.

“Inglaterra espera que cada hombre cumpla con su deber” es una de las frases emitidas por Nelson a sus hombres antes de la batalla en la que se enfrentarían 33 barcos de las armadas francesa y española dirigidos por el Almirante Villeneuve contra 27 de la Armada Británica comandada por Nelson.

A pesar de las numerosas bajas en ambos bandos, la muerte más famosa sería la del propio Almirante Nelson, a bordo del buque insignia Victory. Y es que hay una sutil ironía, puesto que el destino no concede descanso a los héroes, ni siquiera después de su muerte: como su cadáver tenía que ser preservado y puesto de regreso a Inglaterra, fue sumergido en brandy francés. Cuando llegó a Gibraltar, de su ataúd previo fue deslizado a un casco cuyas paredes estaban recubiertas de plomo, lleno de vino destilado. A su llegada a las islas, sus restos fueron depositados en dos ataúdes y se le rindieron homenajes nacionales.

Hoy en día, cuando se visita la Catedral de San Pablo en Londres, sitio de especial significado para la conciencia nacional, dos personajes adquieren la más alta de las jerarquías en el panteón a los héroes: el Almirante Nelson y el Duque de Wellington.

Sin embargo, a Nelson se le otorga un lugar central para el reposo eterno: su tumba, que se levanta sobre un pesado y alto boque de granito que en su parte superior sostiene una pieza prismática negra acostada con una corona imperial en lo alto, se encuentra en la cripta que se ubica exactamente debajo de la planta principal, cubierta por el gran domo concebido por Sir Christopher Wren.

Trafalgar Square es el principal espacio público en la parte central de Londres. Es un punto de encuentro obligado con la historia y con el simbolismo de la celebración para los ingleses. El punto focal de esta gran plaza es la columna erigida con una escultura que recuerda la figura del famoso almirante, una de las imágenes más características de la capital.

Un rasgo de su carácter previsor resulta elocuente: ya que a pesar de que Nelson pereció en esta batalla en alta mar y en el momento de su muerte queda abrazando un ancla, la historia nos refiere que iba bien preparado, pues transportó con él su propio féretro para el caso de la eventualidad en la que al final y efectivamente encontró su destino.