Cuando
Brutus el Troyano conquistó la isla de Albión que,
desde ese tiempo en sus inicios, tomó el nombre de Bretaña,
se hizo acompañar de ciertos filósofos griegos, quienes
fueron alojados en las aguas río arriba del Támesis,
donde el poblado de Graeco-lade o Cricklade todavía recuerda
la nacionalidad de estos sabios inmigrantes. Allí ellos abrieron
escuelas, las que posteriormente fueron transferidas al suburbio
de Beaumont en Oxford, donde después se concedieron grados
académicos en la parroquia de Saint Giles. A una fecha más
tardía, los maestros y académicos se establecieron
dentro de las murallas de la ciudad, que habiendo sido construidas
por el Rey Memphric, el tataranieto de Brutus, en los días
en que Saúl era Rey de Israel, fue en sus inicios nombrada
“Caer-memre” y posterior y sucesivamente “Bellisitum”,
“Caer-bosa”, “Ridohen” y “Oxenfordia”.
Muchos siglos después, la universidad, que de algún
modo pasaba por una etapa de decadencia, fue restaurada por el Rey
Alfred, quien llamó a este lugar a los maestros Saint Neot,
Saint Grimbald, John of Saint Davids y Asser el Sacerdote, fundando
además tres recintos, conocidos como el “grande”,
el “menor” y el “más pequeño”
de la universidad, y ordenó a sus nobles que enviaran a sus
hijos para que recibieran educación en Oxford.
Este recuento, que aparece en un ensayo de T.E. Holland, “The
Origin of the University of Oxford”, publicado originalmente
en 1891 en The English Historical Review, sirve de base
para comentar a mayor amplitud que las primeras explicaciones sobre
los orígenes de la universidad en Inglaterra se basaron en
la constitución de un mito, o si se prefiere, de un agregado
de mitos, que satisfizo la curiosidad de muchas generaciones de
investigadores en la historia de la universidad, quienes desde la
etapa medieval reiteraron o re-elaboraron sus orígenes con
un sentido más imaginario que consistentemente objetivo,
hasta que en el siglo xviii se inicia otro camino para explicar
y narrar la historia, con una orientación más científica.
Dejando el mito atrás, por lo que ahora se conoce, la Universidad
de Oxford surgió en realidad como un establecimiento de la
Universidad de La Sorbona de París, cuando en Francia se
prohibió estudiar durante un tiempo a los religiosos.
En sus orígenes, como prácticamente todo el conocimiento
medieval, fue una institución preponderantemente religiosa.
Aunque la ciudad ya se menciona en registros del año 912,
no existen conexiones claras con la existencia de escuelas y académicos
antes del año 1100. Distintos religiosos impartieron sus
enseñanzas desde 1114 en que el Rey Henry, llamado el Rey
Académico, estableció en las cercanías de la
ciudad uno de sus sitios predilectos. Se toma como punto de partida
el año de 1214, cuando el Papa concede el legado para la
formalización de la universidad, aunque como se ha señalado,
existieron experiencias de enseñanza anteriores a esta fecha.
Desde sus etapas iniciales, como de hecho sucedió con su
fundación, la Universidad de Oxford se nutrió del
intercambio con otras universidades del mundo entonces conocido
(París, Boloña, Praga, Padua, Salamanca, Turín
y Cambridge), recibiendo como alumnos a religiosos de las distintas
órdenes, con preponderancia de los franciscanos y dominicos,
y enviando académicos a otras partes de Europa geografías
culturales a las que en el contexto actual se agregan en números
crecientes alumnos que provienen de Asia, África, América
y Oceanía, aunque ya no son necesariamente religiosos.
Los grados académicos o grados formales, se otorgaban después
de arduos estudios en periodos que podían variar conforme
las disciplinas de conocimiento, el nivel o el grado de aprovechamiento:
cuatro años en promedio para el primer grado o bachillerato,
tres años en promedio para la maestría, y un número
indeterminado para el doctorado.
Las disciplinas que se enseñaban eran la Teología,
el Derecho canónico, el Derecho civil, la Medicina y la Música.
La reforma religiosa que acontece durante los siglos XVI y XVII
abriría el camino para la secularización, con la progresiva
incorporación de estudiantes “civiles” que acabarían
por superar en número a los llamados “religiosos”.
El pensamiento social de esta época asocia la condición
de una buena educación como base para el éxito social.
La demanda de enseñanza obliga a evolucionar a las estructuras
conventuales, que se transforman en colegios, recintos universitarios
y alojamientos para estudiantes.
De acuerdo a los registros de matrículas, se ha estimado
que hacia el siglo xvi la universidad atendía alrededor de
1500 estudiantes. La vida académica, sin embargo, distaba
mucho de lo que ahora conocemos. Apunta T.H. Aston (1977, 34) en
su trabajo de investigación titulado “Oxford´s
Medieval Alumni” que “no había tal cosa como
una profesión académica como la entendemos ahora,
la cual es en gran medida una creación de los últimos
150 años”.
Sin embargo, la concepción moderna de la universidad parte
de sus orígenes medievales, y en épocas posteriores,
en los poderes y la confianza que tanto la Iglesia como la Monarquía
concedieron a sus profesores y egresados por su sobresaliente desempeño.
La Universidad de Oxford consiste de más de 30 colegios diseminados
en toda la ciudad, cada uno constituido en una comunidad académica
por su propio derecho, toda vez que no existe ningún campus
central. A la pregunta que muchos visitantes hacen sobre la ubicación
específica de la universidad en Oxford, en ocasiones se responde
con cierta ironía de que no está en particular en
ningún lado y sí en todas partes.
Gran parte del prestigio del trabajo universitario se debe a sus
publicaciones, cuyo impacto, hoy en día, alcanza la escala
global. La Oxford University Press inició la impresión
de manuscritos antiguos en el siglo XVI. Durante el siglo XIX alcanzó
notoriedad económica por la impresión de biblias.
En la actualidad, sus libros de referencia en materias diversas
y sus diccionarios constituyen su principal fuente de ingresos,
aunque todavía se siguen imprimiendo biblias.
La población universitaria de la ciudad se estima en unos
30 mil estudiantes que provienen de todas partes del mundo, confirmando
su tradición y su vocación internacional como sucede
desde sus orígenes.
Diversos premios Nobel han sido concedidos a la Universidad de Oxford
a lo largo de su historia contemporánea. Además de
la existencia de parques industriales y de oficinas, el sector de
servicios educativos aporta un porcentaje sustancial a la ciudad
y su región. Baste mencionar que uno de los principales ingresos
por concepto de divisas para Inglaterra se relaciona con el rubro
de servicios educativos y educación universitaria.
La visión de la universidad actual se relaciona estrechamente
con el concepto de desarrollo del individuo y su comunidad. Sus
estrategias buscan la excelencia, la innovación y la iniciativa,
trabajando hacia el futuro para ampliar las oportunidades de aprendizaje
a través de la integración de la docencia, la investigación
y la vinculación, para el fortalecimiento de las sociedades
y su sostenibilidad con una perspectiva estratégica, a las
escalas de lo local y lo global. |