Año 5 • No. 173  • abril 4 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Psicoanálisis y Vida Cotidiana
Volver a nacer
Alejandra Márquez Ramírez / Miembro Fundador de la Red Analítica Lacaniana
Hablar de la adolescencia, de las situaciones que viven los adolescentes y los problemas que enfrentan, no en nuevo. Decir que se trata de un periodo de crisis, de cambios, de transformaciones y re-significaciones, tampoco en una novedad.

Sin embargo pareciera que “algo falta” para comprender al adolescente, apoyarlo y acompañarlo en su travesía, sobre todo por parte de los adultos y especialmente de los padres que la mayoría de las veces más que disfrutar de su hijo adolescente “lo padecen”. Eso en el mejor de los casos, pues no es raro que los padres vivan verdaderos dramas cuando descubren que su hijo fuma marihuana o le gusta alcoholizarse, o cuando llega a casa con su tatuaje, su arete, o con la ceja, la lengua o el ombligo perforado. Cuando decide dejar la escuela o peor aún cuando confirma que es homosexual.

Y los padres se preguntan, a veces con cierto sentimiento de culpa ¿Qué fue de aquel niño dulce, obediente, estudioso, cariñoso, es decir, de ese niño ideal, muchas veces formado a imagen y semejanza de los padres que de pronto decide revelarse, mostrar sus desacuerdos, buscar su independencia, no sin confusiones, miedo, angustia, inseguridad, pues de cierta manera sigue ligado al “decir” de los padres, sigue dependiendo de ellos afectiva y económicamente, los sigue necesitando, pero de otra manera y es en esa “otra manera” de ser y estar con el hijo adolescente que surge la posibilidad del re-encuentro o el des-encuentro que en ocasiones se torna abismal.

Algunos autores se refieren a la adolescencia como un segundo nacimiento, en el primero, con la vida, nacemos para “existir”, en el segundo para “ser”. Freud, dedica el último apartado de sus Tres Ensayos de Teoría Sexual a lo que llamó “metamorfosis de la pubertad” .En este momento, la maduración de los órganos sexuales y la aparición de caracteres sexuales secundarios marcan la aparición de un cuerpo nuevo, en proceso de reactivación y reorganización pulsional, ahora bajo la primacía de una nueva pulsión: la genital.

Lo que implica poner la pulsión al servicio de la reproducción. En el niño la pulsión es autoerótica y la sexualidad polimorfa. En la pubertad, la posibilidad de la reproducción y la irrupción de los caracteres sexuales secundarios impulsan al sujeto a precipitar una conclusión sobre su identidad sexual: soy hombre o soy mujer. Un cuerpo nuevo que deberá asumirse como propio, identificación a un sexo que lleva las marcas de su relación edipica, y la cultura que acompaña al púber le ofrecen parámetros para armar sus identificaciones y operar su elección.

La definición sobre sí, implica la reactivación de la conflictiva edípica. Para Freud la pubertad es el segundo momento lógico en la constitución de la sexualidad, en un pié de página de su historial del Hombre de los lobos ubica a la pubertad como el momento en el cual se historiza la sexualidad a la luz del presente. Se deduce de esto que es un momento estructurante, de la sexualidad y por ende de la neurosis de un sujeto.

Al respecto en Análisis Profano dice: “Esta constitución en dos tiempos de la sexualidad tiene gran relación con la génesis de las enfermedades nerviosas y parece privativa del hombre, siendo quizá uno de los determinantes del privilegio humano de enfermar de neurosis”.

En la adolescencia también se desencadena un largo proceso de duelo La prohibición del incesto conduce al abandono parcial de los objetos de amor sexual infantil., es decir hay un duelo por la perdida del amor infantil hacia los padres, por la pérdida del cuerpo de niño, por los privilegios de la niñez. Pero no solo al adolescente se le impone la renuncia a sus objetos de amor primario; también la madre tendrá que resignar “la posesión” del fruto de su vientre y el padre no intentará retenerlo como prolongación narcisista, deberá entregarlo, a la cultura a la ley de los intercambios. Tanto el adolescente como los padres tendrán que elaborar el duelo por su crecimiento y por todo lo que pierde.

Aceptar al hijo adolescente con sus cambios, orientarlo y acompañarlo en este proceso implica para los padres abandonar el deseo del hijo ideal, que responde a sus expectativas pero es también el principio de un recorrido, de un camino por el que pueden transitar juntos trazando a la vez cada uno su propio recorrido.

Pero no solo los padres, la sociedad y sus instituciones pueden contribuir en mucho a llenar el vacío por el que transita con frecuencia el adolescente. Sin olvidar que lo que puede considerarse audaz, transgresivo o marginal en la adolescencia, ¿no es acaso lo que se impone como “nueva generación” siendo por ello los promotores de cambio al abrir sus preguntas sobre sí mismos y su relación con el mundo?. Comentarios alema04@hotmail.com