Año 5 • No. 174 • abril 11 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Chaya, hongos y amaranto, alimentos prehispánicos
Rescatan alimentos del pasado
con un alto valor en nutrientes
Carolina Cruz

Veracruz, Ver.- A diferencia de la época prehispánica, hoy diversas plantas silvestres que crecen en regiones de Veracruz no son aprovechadas ni para su alimentación ni como medicamentos naturales. Los nutriólogos lamentan esta situación y la mayoría de sus investigaciones apuntan ahora hacia lo nuestro, hacia adentro, al rescate de lo sano y tradicional.

Varios investigadores de la UV realizan estudios de plantas, frutas, flores, tallos y raíces que antes se aprovechaban en las dietas habituales de los mexicanos, como huauzontle, quelite o quintonil, verdolaga, achiote, colorín, zamplante, amaranto, hongos y chaya, sumamente apreciados en las mesas prehispánicas que hoy son apenas conocidas.

La extraordinaria chaya
La chaya pertenece a la familia de las euforbiáceas, su nombre científico es Cnisdoscolus chayamansa y posee un alto contenido de calcio, retinol, ácido ascórbico, hierro y proteínas, pero sobre todo vitamina C, asegura la nutrióloga Hilda Silva Cambranis, quien investigó esta planta y fomentó su uso mediante talleres en la congregación de El Pando, a través del Centro de Estudios y Servicios en Salud de la UV.

“La planta es tan generosa que existen cinco variedades de hojas y se prepara cocida, frita, en guisos salados o dulces; su sabor suave permite combinarla con varios alimentos como cereales, carnes, verduras y frutas, incluso beberla como agua fresca, y se reproduce todo el año. Lo más importante es que posee propiedades desintoxicantes, alivia el estreñimiento y mejora las disfunciones renales”.

La chaya, una aportación de los mayas al mundo, es un arbusto que llega a medir hasta tres metros de alto, con ramillas delgadas de un centímetro de diámetro, corteza gruesa, casi blanca y pelillos un poco urticantes. Por cada 100 gramos en peso neto y en forma cruda contiene mayor fibra que la naranja, más proteína que la espinaca, mucho más calcio que la leche, más hierro que el frijol y 10 veces más vitamina C que la naranja o el limón.

La creencia popular es que llega a ser venenosa pues “contiene glucósidos cianógenos que pueden ser tóxicos, pues forman ácido cianhídrico; sin embargo, muchos otros alimentos, como el frijol y la yuca, también los portan y son, igual que con la chaya, eliminados con la cocción”.

Según el estudio realizado por Silva Cambranis, para conservar las propiedades de la chaya, alimento alternativo en la dieta de una comunidad suburbana, lo mejor es hervirla a fin de eliminar el ácido cianhídrico, de manera que no queda ni en el caldo, lo que lo vuelve también comestible y se aprovecha mejor la vitamina C. Cuando es cocinada con sal “permite conservar casi el doble de vitamina C que sin ella y para disminuir pérdidas de la vitamina se recomienda almacenarla en refrigerador o a temperatura ambiente dentro de una bolsa de plástico”.

La semilla de amaranto
Ésta es, casi siempre, desperdiciada pese a que algunos nutriólogos de la UV, como José Alfredo Ramírez Argüelles, la consideran un súper grano: “Gracias a su casi perfecto balance nitrogenado que incluye altos contenidos de proteína digeribles y fibras, más una sorprendente cantidad y composición de minerales como calcio, fósforo, hierro, posee un perfil superior de aminoácidos esenciales como lisina y metionina, claves para el desarrollo de las células del cerebro humano, de la que carecen otros cereales”.

El amaranto fue, al igual que la chaya, un alimento importante en la época prehispánica. Los mexicas elaboraban una pasta compuesta de semillas molidas y tostadas que mezclaban con otros ingredientes para elaborar atoles, masa, chiles rellenos, pan, galletas y tortillas. Estos alimentos formaban parte de su dieta tanto diaria como la ritual; llegó a ocupar los primeros lugares de consumo junto con el frijol y el maíz pero, a diferencia de éstos, ha sido desplazado.

En la actualidad nos limitamos a comerla en forma de palanquetas, como dulce. “Y es una verdadero desperdicio pues contiene más del doble de proteínas que el maíz, el arroz y la avena y, aproximadamente, entre un 60 u 80 por ciento más que el trigo”.

Entre las causas de su declive estuvo el haber sido asociada a rituales paganos ligados a sacrificios humanos que no eran bien vistos por la Iglesia en la época colonial por lo que su consumo fue prohibido temporalmente.

“Es una planta de hojas anchas, brillantemente coloreadas (anaranjadas, rojas y doradas), su forma es parecida a la del sorgo y existen cerca de 500 especies. Pertenece a la clase dicotiledóneas, del orden centrospermae y de la familia amaranthaceae, su origen es muy discutido pues es nativa tanto de Sudamérica como de Asia.

”Es una gramínea considerada como cereal y contienen más lisina que el arroz, maíz, trigo, cebada, avena y centeno. Supera la cantidad de hierro contenido en espinacas, acelgas y verdolagas, aparte de sodio, potasio, calcio, manganeso, zinc, cobre, níquel y hierro y es también un excelente alimento para el ganado”, aclaró el nutriólogo.

Debido a sus propiedades y alto valor nutritivo, el amaranto ha sido reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como uno de los alimentos del futuro y forma parte de la dieta de los astronautas. Recientemente empiezan a salir a la luz sus propiedades medicinales: las hojas preparadas en infusión alivian molestias menstruales y renales, en atole ayuda a remediar la disentería y es una valiosa alternativa en la terapia con dietas bajas en proteínas animales, para males como la encefalopatía.

Esta semilla es muy demandada en Europa, pero también los hongos comestibles, lo que para el nutriólogo Guillermo Amador Hernández, es una solución alternativa, emergente y altamente nutritiva no sólo para enriquecer la cocina mexicana, sino como remedio medicinal e incluso para el repunte de la economía nacional.

La maravilla nutricia: los hongos
José Alfredo Ramírez Argüelles asegura que en Europa “los hongos forman parte de la dieta básica, representan una fuente de ingresos tanto para el gobierno como para la iniciativa privada; los países asiáticos los exportan. En México, debido a la gran diversidad climática sería factible y redituable, adoptar la producción de hongos comestibles a gran escala, con lo que, además, se podría abatir la desnutrición, sobre todo en las poblaciones marginales y serranas”. Basta citar que en periodo prehispánico se utilizaban más de 200 especies porque la funga nativa es una de las más ricas y variadas del mundo.

Los hongos pertenecen al reino fungi y existen unas 200 mil especies reconocidas, clasificadas en dos grandes tipos: los silvestres y los cultivados, de los primeros existen más de 200 especies en nuestro país. “De las miles de especies existentes en el mundo, sólo cuatro han sido cultivados para la alimentación humana: el champiñón (Agaricus bisporus), el shiitake (Lentinula edodes), el ostra (Pleurotus ostreatus) y el de la paja (Volvariella volvacea)”.

Entre las propiedades comestibles de los hongos se puede destacar su bajo nivel de azúcar y colesterol, un alto contenido de proteínas (de un 20 a un 40 por ciento de su peso seco), que los coloca por arriba de la mayoría de vegetales, frutas y verduras, y su elevada cantidad de aminoácidos, entre ellos isoleucina, leucina, lisina, metionina, fenilalanina, treonina, valina y trirosina.

La cantidad de lípidos es muy baja y aunque reducida (el dos por ciento de su peso) son los responsables de proporcionar el sabor y el aroma, además, y su principal lípido es el ácido linoléico.

Por si fuera poco, los hongos contienen cantidades significativas de vitaminas importantes para la dieta humana, especialmente contienen riboflavina y licina y en relación a los minerales portan casi los mismos que la mayoría de los vegetales comunes.

El investigador universitario Amador Hernández, autor del trabajo “Importancia nutrimental de los hongos comestibles”, consideró que la falta de cultura culinaria se debe a la escasa información sobre las propiedades nutritivas de alimentos nativos y al temor infundado de que ciertas plantas y semillas son venenosas.

“Los alimentos venenosos constituyen apenas un porcentaje extremadamente pequeño, la única forma de distinguir un hongo venenoso de otro comestible es determinar sus características morfológicas y sus cualidades organolépticas”.

Para la mayoría de las personas los hongos son algo misterioso y mágico. Las antiguas culturas los utilizaban en rituales sagrados, su sustancia les permitía dialogar con los dioses y adquirir determinados poderes. Pero los verdaderos poderes que los hongos confieren radican en sus propiedades curativas; por ejemplo, en Japón la especie shiitake se utiliza para combatir el cáncer, las dislipidemias y recientemente se ha descubierto que es benéfico para patologías asociadas con el VIH porque potencia el sistema inmunológico.

El reishi, un hongo tradicionalmente comestible y medicinal en China, es recomendado para la angina de pecho, como antibacterial, antiinflamatorio, anticancerígeno, antiviral y reductor de estrés. Así, podemos preparar un platillo a base de chaya, hongos y aderezado con amaranto, que aparte de nutritivo resultará delicioso.

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