Año 5 • No. 181 • mayo 30 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Páginas Centrales

 Información General

 Ex-libris

 Gestión Institucional

 Vinculación

 Investigación


 Estudiantes

 
Arte Universitario

 Foro Académico


 Halcones al Vuelo


 Contraportada


 Números Anteriores


 Créditos

 

 

 
Herencia dogmática y guerra,
pararon la ciencia en el siglo XIX
Juan Carlos Plata

La cerrazón ideológica, el dogmatismo religioso heredados de los conquistadores españoles y la falta de paz durante casi todo el siglo XIX generaron el estado de retraso que tuvo la ciencia durante esa centuria y, por consecuencia, durante todo el siglo XX en México.

El destacado científico Ruy Pérez Tamayo dijo que la generación de nuevos conocimientos fue muy escasa, a pesar de que la actividad científica en el país durante ese siglo estuvo apoyada por institutos, publicaciones y sociedades científicas.


Ruy Pérez Tamayo.
En la primera conferencia del ciclo “Estado general de la ciencia en México en el siglo XX”, ofrecida en la Facultad de Medicina, Pérez Tamayo dijo que a ello se sumó el hecho de que la mayoría de las reformas llevadas a cabo en ese periodo, para contrarrestar la posición positivista, fueron encaminadas a introducir al sistema educativo nacional estudios del área de Humanidades, con Alfonso Reyes como su principal promotor.

El científico, quien recibiera la Medalla al Mérito Universidad Veracruzana, se refirió al primer Congreso Científico realizado en México, organizado por la Sociedad Científica “Antonio Alzate” en diciembre de 1912, en medio de un clima de revuelta política que culminaría dos meses más tarde en el episodio histórico conocido como la Decena Trágica y la muerte del presidente Francisco I. Madero.

“Se puede decir que el impacto que tuvo este Congreso en el desarrollo ulterior de la ciencia en nuestro país fue muy escaso o nulo, ya que su función más genuina e importante no se llevó a cabo debido a la falta de individuos, grupos y disciplinas que en esos tiempos ya formaban parte fundamental de la ciencia mexicana y, además, hay que tomar en cuenta que cualquier influencia que hubiera tenido en tiempos de paz fue opacada por la Revolución”.

En ese congreso no hubo participación de expertos en ciencias como Matemáticas o Biología, que en ese entonces ya representaban un bastión importante para la ciencia en México, lo que restó proyección y consenso a la reunión.

Según Pérez Tamayo, a ese congreso se presentaron 92 trabajos científicos pero ninguno aportaba nuevos conocimientos en sus áreas, se trataba, más bien, de trabajos de índole estadística.

En las bases para la celebración de ese congreso se indica que los subsecuentes se realizarían cada tres años y se proponía iniciar la creación de nuevos institutos, museos, cátedras, laboratorios, bibliotecas, edificios para sociedades científicas, oficinas de distribución de publicaciones, pensiones vitalicias para los científicos, etcétera.

“La calidad de los trabajos presentados en el primer congreso, comparados con la ciencia mexicana de esa época, resultó no sólo menor sino poco representativa. Es de llamar la atención que ciencias tan avanzadas como la Botánica y la Astronomía hayan registrado sólo una ponencia cada una, no hubo una sola contribución en Matemáticas, y la Física y la Lógica apenas un par de ponencias cada una, cuando éstas eran las más importantes en la ciencia positiva, esquema dominante en ese entonces en México”, afirmó el maestro emérito de la Facultad de Medicina de la UNAM.

Dijo que la primera conferencia del congreso fue dictada por el entonces vicepresidente de México, Alfonso Herrera, en presencia del presidente Madero y de los 229 participantes, y llevó por título “La ciencia como factor primordial en el progreso de las naciones”.

Alfonso Pruneda, presidente del primer Congreso de Ciencia, propuso durante su discurso de clausura que los laboratorios oficiales se abrieran a los investigadores libres y que la Universidad Nacional suministrara auxilio pecuniario y recompensas a esos investigadores y que, en colaboración con la Secretaría de la Instrucción Pública y Bellas Artes, se instara el Instituto Bibliográfico Mexicano.

“En ese párrafo se mencionan dos puntos que en el transcurso del siglo XX se atendieron poco a poco, primero con la creación de los investigadores de tiempo completo. A partir de 1939 se ha logrado el apoyo para proyectos de investigación, por la UNAM y por el Gobierno a través del entonces Instituto Nacional de Investigación Científica (INIC), que posteriormente se convirtió en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt)”.

Ruy Pérez Tamayo nació en Tampico, Tamaulipas en 1924, estudió Medicina en la UNAM. Realizó estudios de posgrado en Estados Unidos y en México. Es ganador del Premio Nacional de Ciencias en 1974 e investigador emérito del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y maestro emérito de la UNAM.